CAPÍTULO 20

Acostada en la cama en medio de la oscuridad miro el techo de la habitación. Después de llegar de casa de Gary me derrumbé y Damián lo vio.

Me siento patética. Y, sobre todo, mortificada de que presenciara mi catarsis. Damián fue un hombro en el que llorar de manera literal. A estas alturas lo más conveniente sería irme de aquí y comenzar desde cero. Pero hay algo desconocido que no me deja irme.

Miro a un lado y veo la hora. Son las nueve de la noche, necesito una Advil y un vaso de agua, así que me levanto de la cama. Cuando me levanto miro alrededor donde puedo ver a través de la luz de la luna los trozos de mi guitarra.

Gary me la había regalado hace cuatro años. Me sentí emocionada por el detalle.

—Que estúpida eres Cara—susurro cabreada.

No le doy una segunda mirada y salgo de allí. En el mayor silencio que puedo, bajo las escaleras. La luz del vestíbulo está encendida y me encamino hasta la cocina. En el salón no hay nadie y esta a oscuras al igual que en la cocina. Enciendo la
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