Selene tembló en su lugar, sosteniendo el teléfono en sus manos mientras el baño se llenaba más y más de vapor nublando su vista. “¿A quién podía llamar?” No tenía a nadie, su único apoyo era Agatha y ahora dependía de ella. Pero siempre había sido débil. ¿Que cambiaba ahora?. Un paso en falso y su amiga podría morir por un error suyo. Sabía que Dionisio era capaz de todo para recuperar a los niños y su vida de mentiras. Selene sollozó en su lugar y marcó un número. Alguien que siempre había estado de su lado, que jamás había dudado de ella y siempre había sido como un amigo. -¿Selene?- dijo una voz masculina del otro lado- ¿Todo bien? ¿En dónde estás? Te hemos estado buscando… -H-Hola Midas…- dijo tragando su pánico antes de que su garganta se cierre y no pueda hablar-Te escucho rara…¿Dónde estás?- No puedo decirte eso…Podría decirse que Midas era el m,ás confiable de los tres hermanos, él nunca la había traicionado, pero aún así no se podía fiar de eso. No podía darle la dire
Hermes corrió hacia el granero a gran velocidad, sintió arder sus pulmones, sintió el sudor en su cuerpo y el viento frío en su rostro que hizo volar sus lágrimas. La luna llena blanca e imponente iluminó su camino y le hizo recordar a Selene y a aquella noche en que por fín pudo amarla. Le pidió en silencio, mientras no dejaba de correr, que entregaría su vida y más para que Selene estuviera a salvo. Llegó al granero y se frenó de golpe al escuchar la voz de su amada del otro lado. Un alivio recorrió su cuerpo, estaba viva. Sin embargo, no esperaba escuchar lo que diría a continuación: “¿Quieres matarme? ¡Entonces hazlo! Pero deja a los hijos de tu hermano en paz…” Hermes se congeló en su lugar. ¿De qué estaba hablando Selene? Un presentimiento lo golpeó como un balde de agua fría. La primera vez que habían hecho el amor no se habían cuidado y luego todo resultó confuso, a las semanas Selene estaba casada y al poco tiempo nació su primer hijo. Para Hermes había sido inquietante e
Dionisio levantó el arma y Selene abrazó con fuerza a Hermes poniéndose delante de él. Si iba a morir, que sea en brazos de su amado. No podría soportar una vida sin él, no luego de saber que nunca fue su culpa. -¿Qué hice…?- dijo el CEO retrocediendo en shock. Las palabras de Selene se habían clavado como miles de agujas en su helado corazón. Vio a su esposa temblando en el suelo, protegiendo con su propio cuerpo a su hermano herido. Ella estaba arriesgando su propia vida por él, luego de tantos años, aún lo amaba, no le había podido quitar jamás ese sentimiento.Por primera vez Dionisio comprendió todo el mal que había hecho no solo a ella, sino a su hermano, a sus padres, a sus propios hijos y a él mismo por vivir tantos años de mentiras obligándose a ser alguien que nunca fue, cegado por el odio y el resentimiento a su hermano que en realidad jamás le había hecho nada malo. Mientras lágrimas de culpa caían sobre su rostro, pensó en su hijo mayor, en los lindos momentos que hab
Hermes y Selene subieron al coche del joven.- Agárrate fuerte- Exclamó encendiendo el coche. Selene se puso el cinturón de seguridad y se aferró a su asiento con fuerza. Hermes pisó a fondo el acelerador de 0 a 100 en la ruta, seguidos de cerca de la patrulla policial que estaban siendo guiados hasta la casa de Agatha con las sirenas encendidas.Llegaron en tiempo récord y la azabache entró a la casa de un portazo. En segundos recorrió el pequeño apartamento, dándose cuenta de que sus niños realmente no estaban por ningún lado. No estaba el huevito donde cargaba a la niña, no estaba la mochila de Leónidas ni el bolso maternal y lo peor de todo es que no estaban los documentos de ambos. Como si jamás hubiesen existido. Selene cayó de rodillas al suelo- Mis bebés.- Lloró desconsoladamente.- Se llevaron a mis bebés. Los oficiales entraron a revisar la casa en busca de pistas, revolviendo todos los muebles. -Selene- dijo el joven tomándola de los hombros- No hay tiempo que perder,
-¡Que me la des!- La mujer se precipitó hacia adelante, y Leónidas retrocedió chocando contra el grueso tronco de un árbol. Cielo lloró con más fuerza, su rostro se había puesto rojo y su llanto se había llenado de pequeños hipos. -Dame a la niña niño malcriado…No sabes de lo que soy capaz. Los ojos de Hera parecían los de un demonio sediento de sangre. Leónidas miró hacia todos lados, no veía nada más que árboles por todos lados. No recordaba por cual lado habían camino, no se escuchaba la ruta, solo el viento inquietante de la madrugada. si echaba a correr y se perdía, él podría resistir más tiempo sin comer y sin beber agua y soportar el frío helado de la noche. Pero su hermanita… ella no resistiría mucho. Miró a la pequeña que no dejaba de llorar y odiándose a sí mismo, le entregó la pequeña a Hera. Tenía que confiar de que la diabólica mujer los llevaría a alguna casa. No importaba si estaban cautivos, por lo menos el calor de un hogar era mejor que estar perdidos en medio de u
-¡Que te calles!- Gritó la mujer sosteniendo a la bebé de un brazo y agarrando a Leónidas con el otro con más fuerza de la necesaria- ¡Tú! ¡Arriba!- dijo nerviosa, mirando hacia todos lados sintiéndose perseguida. Leónidas se mantuvo en el suelo, haciendo peso muerto y soportando todo lo posible. “Si tan solo pudiera mantenernos aquí por un tiempo más…” -O te levantas, o te dejo aquí en medio del bosque, niño- Lo amenazó.-¿Eso quieres? ¿Quieres que te coman los animales mientras me llevo a la niña? El niño miró a la mujer y supo que estaba hablando en serio, ella se llevaría a su hermana y él jamás se lo perdonaría, porque le había prometido a su madre que cuidaría a Cielo a toda costa. Sin más remedio, se levantó lentamente. -Lo sabía- se burló con una sonrisa tétrica- Sabía que estabas fingiendo, maldito niño- La mujer tomó de los cabellos al joven, tirándolos con fuerza hacia arriba. -¡Argh!- Gritó de dolor, haciendo que la bebé volviera a llorar con más fuerza. -¡Suéltame
Hermes dio un paso hacia adelante, hundiendo su zapato en lo profundo del barro. -Aléjate- Murmuró Hera, abrazando más fuerte a la niña quien se removió en sus brazos con incomodidad, porque si bien aun no comprendía el mundo que la rodeaba, sabía que esa no era su madre- Quieres quitarme a la bebé. Es mía.-gruñó- -No mi amor- dijo suvamemente.- No es esa mi intención. Selene abrió grandes los ojos al escuchar el dulce apodo. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué le estaba hablando de esa forma? Pero al ver el rostro de sorpresa de Hera, supo lo que estaba tramando y por eso le había dicho que no se metiera. Selene hizo su parte y le siguió la corriente a Hermes aunque le doliera en el alma. -Hermes… ¿Q-Que sucede? ¿por qué la llamas amor?- dijo con una angustia fingida. -Lo siento Selene… Pero mi esposa es ella. -Espera… ¿No te divorciaste?- dijo con un nudo en la garganta- ¿No íbamos a formar una familia? Me prometiste que nos casaríamos y… -No.- sentenció con dureza- ¿Realmente
-¿Cómo están mis hijos doctora?- Preguntó Selene junto con Hermes. Los niños estaban durmiendo en una habitación privada que Hermes había pagado con todas las comodidades. Si bien Dionisio y Hera ya no estaban para hacerles daño, pero aun así ya no quería correr más riesgos. Además, sus niños merecían lo mejor. -Los niños están en perfectas condiciones. Pero les recomiendo que pasen la noche aquí para poder vigilarlos durante toda la noche- Exclamó sonriendo- Tienen una niña muy hermosa y sana. Los felicito.La pareja intercambió miradas llenas de amor entre ellos- Gracias doctora. La doctora se retiró, dejándolos solos en la habitación. -¿Qué ocurre Selene?- preguntó Hermes al verla mirando la luna a través de la ventana con una expresión de nerviosismo. -Aún no le he dicho a Leo lo de su padre- Murmuró mirando de reojo a su niño que estaba concentrado jugando a los videojuegos. -¿Quieres que los deje solos así hablas más tranquila?- Preguntó preocupado. Selene entrelazó su p