El teléfono sonó en la mansión Walton, rompiendo la tranquilidad de la tarde. Isabella, despreocupada, atendió la llamada, pero su rostro se transformó al escuchar la voz del captor de Ethan.—Tengo al paralítico —dijo la voz fría y burlona. —Si quieres verlo de nuevo, necesitarás reunir una cantidad considerable de dinero.Isabella, paralizada por la sorpresa y el terror, soltó el teléfono, que cayó al suelo con un estruendo. Su cuerpo se desplomó lentamente y, antes de tocar el suelo, su suegra, Lisa, corrió hacia ella.—¡Isabella! —gritó, mientras James disimulaba su propia angustia y se acercaba para ayudar a su nuera.Lisa tomó el teléfono, aún temblando, y escuchó la voz del captor que continuaba hablando con desprecio.—Hola, el paralítico está en mis manos, y si no haces lo que te digo, no lo volverán a ver.Las palabras del secuestrador le atravesaron el corazón como un puñal. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas y su voz se quebró al responder:—¡No! ¡No puedes
Al día siguiente, Chris, con una astucia admirable, siguió al pie de la letra las instrucciones de los captores. Con la maleta llena de dinero como cebo, se dirigió al lugar acordado: un viejo almacén en las afueras de la ciudad. Sin embargo, lo que los secuestradores no sabían era que la policía y el comando antisecuestro les estaban vigilando. Mientras Chris se acercaba al almacén, un grupo de agentes se posicionó estratégicamente, listo para actuar.En el interior del almacén, los captores discutían entre ellos, confiados en que su plan iba a salir a la perfección. De repente, el sonido de pasos resonó en el suelo de cemento.—¿Estás seguro de que es él? —preguntó uno de los secuestradores, mirando por la ventana.—Sí, es él. ¡Vamos a conseguir lo que queremos! —respondió el líder con una sonrisa siniestra.Pero, en ese momento, un estruendo procedente de la apertura de puertas y la irrupción de un equipo de policías en el lugar lo cambió todo.—¡Policía! ¡Manos arriba! —gritó el c
Dejando atrás su secuestro y la traición de su padre, Ethan se sentó en la sala de espera del consultorio del doctor Johnson, con el corazón latiéndole con fuerza. A su lado, Isabella le apretaba la mano, dándole su apoyo incondicional. Las paredes estaban adornadas con diplomas y fotos de pacientes sonrientes, pero todo aquello parecía distante, como un mundo al que ya no pertenecía.—¿Estás listo? —preguntó Isabella susurrando, mientras sus ojos se encontraban con los de él.—No lo sé —respondió Ethan, sintiendo una mezcla de esperanza y miedo. —Han pasado tantos años. ¿Qué puede hacer un médico ahora que mis piernas han perdido casi toda su fuerza?Isabella le sonrió, aunque sus ojos reflejaban la preocupación que ambos compartían.—A veces, la esperanza puede surgir de los lugares más inesperados. Solo necesitamos escuchar lo que el doctor Johnson tenga que decir.Finalmente, la puerta se abrió y el doctor Johnson apareció, con una sonrisa cálida que contrastaba con la seriedad de
—¡Ethan, eres un hombre afortunado! —exclamó Anabelle, con una sonrisa en los labios, mientras escuchaba a Ethan hablar de su feliz vida con Isabella.Ethan sonrió y asintió, sabiendo que tenía razón. A pesar de sus limitaciones, estaba más enamorado que nunca y disfrutaba de cada momento que pasaba con su mujer.—Sí, lo soy —dijo, mirando a Anabelle con afecto. —Y tú también eres una mujer afortunada, Anabelle. Tienes una carrera exitosa y una vida llena de oportunidades.Anabelle se sonrojó y bajó la vista, sintiendo una oleada de calor en su rostro. No estaba acostumbrada a que los hombres la elogiaran de esa manera y sus palabras la hicieron sentir una mezcla de placer y nerviosismo.—Gracias, Ethan —murmuró, tratando de mantener la compostura.Ethan la miró con una sonrisa, y sus ojos brillaron con una luz nueva.Anabelle no pudo evitar sentirse atraída por él, a pesar de saber que estaba casado y de que ella misma había sido cómplice de James.—De nada —dijo Ethan, acercándose u
Lisa y Chris se sentaron en el salón, donde el ambiente estaba cargado de tensión. Sabían que hablar con Ethan no sería fácil, pero era necesario. Lisa miró a su hijo, que estaba sentado con una expresión de inquietud en el rostro. Había pasado tanto tiempo cuidando de él, evitando cualquier relación que pudiera distraerla de su responsabilidad como madre. Pero ahora, con Ethan casado y con hijos, sentía que era su momento de ser feliz.—Ethan, necesitamos hablar contigo —comenzó Lisa, y su voz tembló ligeramente. —Chris y yo hemos decidido iniciar una relación.Ethan levantó la mirada y sus ojos se oscurecieron de inmediato.—¿Qué? —preguntó con asombro, como si no pudiera creer lo que escuchaba. —¿Chris? ¿Mi mejor amigo? ¿Y mi mamá? Esto es... raro.Chris, sintiendo la tensión, se inclinó hacia delante para suavizar la situación.—Ethan, entiendo que esto puede ser difícil de aceptar —dijo con calma. —Pero quiero que sepas que lo que siento por tu madre es real. Ella merece ser feli
Un año después…El sol se filtraba a través de las grandes ventanas de la mansión e iluminaba el rostro de Isabella mientras observaba a su familia reunida en la sala, riendo y compartiendo anécdotas. Había pasado un año desde que Ethan y ella se habían prometido amor eterno, y aunque la vida les había deparado sorpresas inesperadas, como la llegada de los trillizos y la nueva dinámica familiar con Chris, el amor que los unía seguía siendo fuerte. Isabella sonrió al ver a Peter y a Lucy, sus mejores amigos, entrelazados en animadas conversaciones, recordándole que, a pesar de los cambios, la amistad y el cariño siempre encontrarían su camino. Mientras levantaban sus copas para brindar por el amor y la familia, Isabella sintió una oleada de gratitud; en ese instante, comprendió que cada desafío había sido una oportunidad para crecer y que, aunque el futuro era incierto, juntos podrían enfrentar cualquier tormenta. La música suave de fondo y las risas de sus hijos llenaban el espacio, c
Ethan estaba en su oficina, disfrutando de un breve descanso después de una intensa sesión de terapia. La luz del sol se colaba por la ventana e iluminaba su rostro, resaltando su sonrisa. Sin embargo, su tranquilidad se vio interrumpida cuando Anabelle entró, con una mirada decidida y un aire de nerviosismo que no pasó desapercibido.—Ethan —comenzó Anabelle, acercándose con paso firme. —Necesito hablar contigo.Él la miró, sintiendo una mezcla de curiosidad y preocupación.—Claro, Anabelle. ¿Qué sucede? —preguntó, tratando de mantener la conversación distendida.—Es sobre nosotros —dijo ella, y su voz tembló ligeramente. —He estado pensando mucho en ello y no puedo seguir manteniéndolo en secreto. Te admiro, y no solo por tu fuerza en la rehabilitación. Hay algo más… algo que siento por ti.Ethan frunció el ceño, sintiendo un nudo en el estómago.—Anabelle, yo… —comenzó él, pero ella lo interrumpió.—Por favor, déjame terminar. He visto cómo luchas cada día y eso me ha hecho darme c
Isabella no era del tipo de mujer que se quedaba de brazos cruzados mientras su mundo se tambaleaba. Con determinación, decidió que era hora de tomar el control de la situación. En un abrir y cerrar de ojos, había cambiado a Anabelle de puesto y la había enviado a un área alejada de la presidencia, donde no pudiera interferir en su vida. En su lugar, llamó a Lucy, su mejor amiga, que había volado desde Illinois en un vuelo relámpago, lista para asumir el papel de secretaria.—Ethan, sé que esto puede parecer drástico, pero necesito sentirme segura —dijo Isabella, mientras se acomodaba en la silla de su oficina, con una sonrisa que ocultaba su nerviosismo.Ethan la miró con una mezcla de admiración y preocupación en los ojos. —Lo entiendo, Isabella. Solo quiero que estés bien. —Pero, ¿no crees que esto es un poco extremo?—Quizá lo sea, pero prefiero tener a alguien en quien confío cerca de mi marido. Lucy es como una hermana, y no tengo que preocuparme por ella. Y no es una cazafortun