Rebecca casi saltó de gozó cuando una invitación llegó para ella cerca del mediodía. Para su mala suerte la tarjeta tenia un destinatario que podría generar cierta confusión “Para la señora Salvatore”. Alessia se la había arrebatado de las manos al mirar que era el Corporativo Russo, sin embargo, cuando abrieron el documento se encontraron con la sorpresa de que dentro tenía su nombre “Querida, señora Rebecca Salvatore, el corporativo Russo tiene el honor de invitarla a…”—No puedo creerlo.—Es para mí—repuso Rebecca arrebatando de las manos de la madrastra de su marido aquella carta que le pertenecía. La gala Russo era uno de los eventos mas importantes para la sociedad italiana y Rebecca tenia en sus manos la oportunidad para formar parte de ello. Sus ojos brillaron, no tenía dudas en podría intentar ganar y hacerse un lugar delante de todas esas mujeres que siempre la habían menospreciado. Rebecca miró aquella invitación con esperanza. Ella tenia claras intensiones de formar un eq
Una mujer bajaba violentamente las escaleras. Sus pies marcaban el paso con sus tacones de mas de doce centímetros intentando que los hombres que habían dejado escucharan su llegada. Camille llamó la atención de su padre y de su esposo quienes miraban unos documentos. Alfredo estaba a nada de darle una fuerte cantidad para alimentar su campaña política en Italia que estaba en cienes. Al notar que su esposa lo había interrumpido, Clement maldijo entre dientes y con la mejor sonrisa que pudo volteó para mirar a su mujer.—Dime, querida.La mujer lanzó el periódico que llevaba entre sus manos y les mostró la lista de las mujeres que estaban invitadas al concurso de Thomas Russo. El nombre de Rebecca encabezaba la lista y eso no podría haberla enojado más. —¡Rebecca esta en primera fila! —chilló con enfado—. Pensé que no la tomarían en cuenta si recordamos que su marido apenas intenta ganar confianza y hacerse de un nombre. Si su esposo fuera Asher Salvatore lo habría creído, pero esto e
La finca de Nápoles era una obra arquitectónica que era el orgullo de Stella Salvatore, la habían comprado incluso antes de que Pietro naciera y era una de las propiedades que tenía en mayor estima. La anciana tenía demasiado dinero y no le importaba gastarlo en poderosos purasangre que guardaba en colección. Aleksander estaba sorprendido al mirar la imponencia del lugar y Antonella con su elocuente sombrero recordaba la última vez que habían estado en la finca.—Parece que has remodelado la finca un poco abuela.—Deseaba un cambio y mande a cambiar tapices—respondió la mujer. —Me ha gustado mucho, pienso que el color les sienta bien a las losas del piso. —Fue una buena elección de colores.La pareja fue conducida a su habitación para posteriormente ir a alcanzar a la abuela en el jardín donde yacía una enorme mesa plagada de toda clase de cubiertos. Aleksander maldijo entre dientes al mirar como cinco cucharas diferentes que en su vida había tenido que usar. La abuela sonrió al not
Rebecca acercó su mano a un hermoso semental instalado en las caballerizas de la finca, el animal soltó un bufido al sentir el tacto de la mujer sobre él, pero no dudo en acercar su alargado hocico a su mano. La mujer sonrió disfrutando del suave pelaje del caballo que parecía disfrutar notablemente de su compañía. Dentro de aquella enorme inmensidad de propiedades había decenas de caballos que parecía ser el tesoro personal de la abuela. —Parece que a Raiven le agrada.La mujer se dio la vuelta para encontrarse con el veterinario encargado del animal. Joel era su nombre, inmediatamente se presento delante de la mujer y con una sonrisa informó que el caballo ahora tenía una importante misión, era el semental mas querido de la señora Salvatore y no deseaba correrlo, más bien quería usarlo como semental a pesar de que era un caballo joven y demasiado rápido.—¿Sabe montar? —No demasiado bien.—Debería aprender, aquí es divertido recorrer el terreno arriba de estos animales, son precio
Rebecca miró de reojo a Amanda, los ojos de la mujer parecían fijos en su marido como si no deseara perderse ni un solo segundo ni un gesto de su atractivo rostro. La italiana miró con buenos ojos la forma formal en la que su marido hablaba y de no ser porque ella sabía su origen, nunca hubiera pensando que el hombre al que escuchaba hablar, no había crecido en una familia de elite. Hablaban de temas banales, vida campirana, la gran Roma y también de algunos conocidos del círculo. —He escuchado que Rebecca… Inmediatamente la italiana corrigió. —Me gusta mas señora Salvatore. Amanda se aclaró la garganta. —Lo siento—la abuela le dedicó una mirada un tanto sorprendida a Rebecca, pero no la reprendió por aquella falta—. Como decía, he escuchado que la señora Salvatore proviene de la imponente familia Leroux, se habla mucho de su padre en Nápoles. —Los negocios de mi suegro son variados, siendo sincero no tengo ni la más mínima idea de su magnitud. He estado centrado en otros asunto
Celos, interesante sensación cuando los sentimientos están naciendo. Rebecca observó el rostro de Aleksander y no pudo evitar sentir la tensión de sujetar y acariciar su rostro. Miraba la enorme pila de libros de economía en la mesita de alado, los libros de modales al costado y supo que él estaba poniendo todo su esfuerzo para encajar en una vida que no era suya. Le encantaba saber que luchaba para ganar una posición, que luchaba para ganarse un lugar dentro de la familia y eso la hacía sentir orgullosa.—¿Alguna vez has pensado que pasara con nosotros con el paso del tiempo? Aleksander miró los hermosos de su esposa luego de escuchar aquella pregunta. No, no tenía idea. Se había quedado estancado luego de pensar que lograría encajar. Pensó en un futuro cuando su padre tuviera que morir y el quedara solo, deseaba que para ese momento él ya pudiera manejar los negocios. Se pensaba capaz, apto para poder entablar una conversación hasta con la misma reina de Inglaterra de ser posible.
En Roma, un hombre mayor esperaba pacientemente la entrada de su medico de cabecera mientras jugueteaba con su pluma. Thomas Russo pensaba en lo sencillo que era para cualquier abandonar este mundo y el no deseaba hacerlo de la noche a la mañana sin haber dejado nada estipulado. Santino Ferra era su medico de cabecera, cuando la puerta de su oficina se abrió, el hombre ingresó a la habitación portando un maletín consigo, el doctor le tendió la mano que el magnate apretó con confianza.—Buenos días, señor Russo. Sus exámenes han llegado y me temo que su apretada agenda le impide visitar el hospital. Le he dicho que debe anteponer su salud a los negocios. La sobrecarga de trabajo puede afectar a cualquiera y en su posición es mucho peor.—No tienes que repetirme que soy viejo cada vez que me ves, suficiente tengo con ver las canas que decoran mi cabeza. Te aseguro que tengo claro los años que he vivido y se que no me faltan demasiados para abandonar este mundo. El medico sonrió débilme
Aleksander colocó sus manos en la cintura de Rebecca para impulsarla a subir al caballo. La mujer tembló un poco cuando el semental se movió inquieto por el reciente peso, sin embargo, uno de los hombres lo sostuvo por las riendas. La mujer observó a su marido colocar el pie en el estribo y luego subir detrás de ella.—Gracias—murmuró el italiano cuando le tendieron las riendas. El caballo comenzó a moverse lentamente y Aleksander sonrió al notar como su esposa se ponía rígida ante cada sensible movimiento del animal—. ¿Ves? Te dije que no era nada difícil, solo tienes que sentirte confiada cuando subes al caballo.—Pero es que se mueve demasiado.—Es un caballo, tiene que moverse Rebecca. La mujer se agarró de la silla como si temiera caerse y al girar notó que se habían alejado lo suficiente haciendo que la residencia se viera demasiado pequeña. Ella sonrió sintiendo la leve brisa que le golpeaba el rostro.—Tengo dos preguntas.—Dime, tenemos tiempo, cabalgaremos hasta el atardece