Quiana dijo: —No creo que necesites un guardaespaldas en absoluto. Creo que aunque yo no hubiera intervenido para salvarte aquella noche, con tus habilidades, esos malos no habrían podido hacer nada contigo, y seguro que les habrías dado una gran paliza.
—Salí demasiado rápido, en cambio, tú no tuviste oportunidad de presentarte y yo perdí una oportunidad de apreciarte.
Alejandro se apresuró a explicar: —En realidad no soy tan fuerte como crees. Aquella noche había mucha gente, y yo no era rival para ellos.
—Tengo guardaespaldas, lo que pasa es que no suelo salir con ellos. Los guardaespaldas que contraté son simplemente altos y pueden asustar a otros rivales con su tamaño, y solo pueden derrotar a los gamberros.
—Si se encontraran con un profesional, no servirían de mucho, no hay comparación con una experta como tú.
Para debilitarse, a Alejandro no le importaba nada.
Sus guardaespaldas no estaban allí de todos modos, y dijera lo que dijera, no podrían oírlo, y mucho menos defendérselo