El sol poniente iluminaba el rostro frío de Lucas. Ni siquiera el sol poniente podían derretir su frialdad, y mucho menos el del mediodía.

—¡Kevin, ya te dije que no me gustan las flores! ¡Por favor, no me las regales más!

Dijo Lucas, apartando el ramo de rosas que le había entregado.

Kevin tomó su mano, pero Lucas la apartó con determinación.

—Lucas, te estoy persiguiendo. Solo quiero darte flores.

Explicó Kevin mientras seguía a Lucas, provocando a los guardaespaldas, quienes ansiaban darle una fuerte patada en sus nalgas, aunque no se atrevían a hacerlo.

No solo Román y su esposa eran amables con Kevin, sino que Lucas también mostraba mucha tolerancia hacia él.

Aunque Lucas aparentaba odiar mucho a Kevin, en realidad siempre había sido tolerante. Sin importar lo que hiciera Kevin, Lucas simplemente lo miraba con enojo, rostro sombrío y, a lo sumo, le dirigía maldiciones con frialdad.

Los guardaespaldas especulaban que Lucas pronto aceptaría a Kevin.

«¡Dios, llegue un trueno y acaba