Capítulo 3

El hombre se acomodó en su puesto sin quitar la mirada de su persona, como si estuviera escaneando cada parte de su cuerpo, especialmente con la nueva vestimenta que llevaba.

Rebeca le dijo que esa era la primera prueba. Nerviosa y cohibida esperó.

—Necesito que me comunique con Ernesto Lacava antes de las cuatro de la tarde.

Requiero de una videollamada para mañana en la mañana con Miguel Sifuentes; su secretaria tiene una carpeta con todos los temas a tratar que necesito en mi oficina a primera hora de mañana.

El señor Cavalier, debería haber dejado unos contratos que debo firmar, busquelos y tráigalos antes del mediodía. Necesito saber que pendientes tengo para esta semana y desocupar el miercoles, usted se encarga de eso.

Mi madre necesita ayuda con el evento a beneficio que se realiza a finales de mes; busque dentro de la agenda quienes pueden ayudarla… La chica no levantaba la vista de la tablet entre sus manos, haciendo de todo su esfuerzo para mantener su atención en lo que decía el hombre y no perder detalle alguno al teclar.

Sentía que los nervios la traicionaban y sería fatal para su permanencia en ese trabajo, su mente trabajaba a mil por hora, pensando en cómo encontrar respuesta a cada uno de esas exigencias, no conocía absolutamente nada y menos entendía algo, no obstante, no podía perder esta oportunidad.

—¿Tiene todo?

—La chica se sobresaltó deteniéndose en él, asustada.

—Eso cre-creo

—respondió dudando, lo cual notó el señor Gottier quien negó volviendo su atención a los papeles sobre la mesa.

—Lárguese. Sus pies no funcionaban, se hallaba tan nerviosa que su cuerpo parecía de liquido, lo que significa que un paso en falso y terminaría en el suelo, algo fuera de lugar.

Dio un paso hacia atrás sin dejar de mirarlo, él perdía todo interés sobre ella, hacía como si ya hubiese desaparecido desde hace rato. Tomó aire y dio otro paso sin dejar su posición alerta… luego otro, otro y otro, jamás dándole la espalda.

Cuando llegó a la puerta abrió con lentitud y como si supiera cuál sería la reacción del señor, esperó dos segundos antes de salir. El hombre quitó la vista de los documentos centrándose nuevamente en ella y su cuerpo.

—¿Quiere un capuchino, señor?

—preguntó de inmediato sin temor, sorprendiéndose de sí misma al igual que él.

—Claro.

—¿Con poca azúcar?

—No, solo, gracias.

—No hay de que, señor. En esta ocasión sí se dio la vuelta y salió rápidamente apoyándose en la puerta luego de cerrar.

Tomó aire con la necesidad de llenar sus pulmones de oxígeno nuevamente, pero se quedó por la mitad cuándo vio al hombre de tez oscura a su lado apoyado en la pared. Se llevó las manos a la boca para no gritar, Camila dejó ver una leve sonrisa mientras le indicaba el camino a seguir con la mano.

Apretó la libreta contra su pecho y salió rápidamente en la dirección señalada; ese hombre aparecía y desaparecía con tanta facilidad.

Ya en su lugar se dejó caer en la silla, puso la tablet sobre la mesa junto al lápiz y por primera vez respiró con decencia, entregándole la cantidad necesaria a su sistema.

Miró a Rebeca que parecía dudar si llamar a una ambulancia o felicitarla por sobrevivir, no escuchó ni un solo grito de parte del jefe. Una gran sorpresa.

—¿Dónde le preparo un café al señor Gottier?

—preguntó Sofia sin dejar de examinar la tablet.

—Puedo mandar a pedir que lo traigan…

—NO, yo quiero hacerlo

—interrumpió la chica quitando la mirada por fin de la tablet recién escritas con sus dedos en la aplicación y regalándole una sonrisa a la chica a su lado.

—Claro, mandaré a pedir todo lo necesario

—contentó Rebeca muy sorprendida—, ¿estás bien? ¿Necesitas algo?

—Sofia sonrió negando.

—No gracias, todo está bien.

Deberían colocar una mesita aquí en la recepción donde todos los días tengan los implementos necesarios para preparar un capuchino o lo que sea para quienes trabajan aquí.

La secretaria sorprendida asintió, tomando el teléfono y llamando al cafetin y pidiendo exactamente lo que la chica acaba de sugerir. Ambas se pusieron a trabajar en sus pendientes, de vez en cuando Sofia le pedía ayuda a su compañera con cosas que no sabía dónde buscar, a lo cual era rescatada sin problemas y con una gran sonrisa.

En varias ocasiones, en un rango de diez minutos, vieron salir y entrar al guardaespaldas del pasillo realizando alguna llamada, pero ninguna ponía atención a esas alturas, parecía ser algo normal en la oficina, aunque nunca dejaba el piso por nada del mundo. Un perro guardián para el emperador.

¿Tan necesario sería? Descubrió la agenda telefónica de la computadora que iba conectada al teléfono por lo que solo era necesario un clic y las llamadas se transferían al tono contestando con un sistema moderno que llevaba en la oreja con su manos libre, como aquel que llevaban las recepcionistas del vestíbulo esa mañana.

Gracias a eso se le hizo más fácil trabajar en dos cosas a la vez, no dejaba de llamar y contactar con todo lo que fuera necesario para tener cada pedido. Solo se detuvo cuando llegaron dos hombres con todo lo que sugirió: una cafetera italiana digital, tazas y agregados.

Colocaron los implementos en un costado de los sillones de la sala de espera.

Sofia pidió que le explicaran el funcionamiento para tenerla lista todos los días, así tener un capuchino fresco para el jefe. Los hombres sorprendidos solo asentían, dando explicaciones nada acostumbrados a que la asistente del señor Gottier estuviera tan preparada como ella.

En cinco minutos preparó un capuchino que llevó en una bandeja de plata que encontró como adorno sobre una mesa. Tocó la puerta y entró sin esperar a que le dieran permiso, siguió hasta la mesa dejando el capuchino a un costado luego de regalarle una sonrisa a Camila, que nuevamente se encontraba dentro de la oficina, esta vez con el celular pegado a la oreja.

No dejó de observarlo mientras caminaba hacia atrás. Cuando llegó a la puerta, al igual que la vez anterior, el señor Gottier levantó la mirada y ella habló.

—La-lamento la demora, este piso no está implementado para preparar un capuchino o cafe, pero ya me he encargado de eso.

He pedido todos los implementos para tener un mejor capuchino para usted, espero que el que preparé sea de su agrado.

El hombre se detuvo en ella mientras tomaba la pequeña taza y probaba el brebaje. Sin poder evitarlo cerró los ojos por un par de segundos y luego la contempló seriamente.

Agradeció el capuchino volviendo a su trabajo. Sofia sonrió con cortesía y salió de la oficina. Cuando volvió a su puesto, Rebeca ponía al tanto a la señora Marta sobre algunos documentos. Ambas se quedaron calladas percibiendo cada uno de sus movimientos, aun cuando trataba de ignorarlas.

Podía verlas de reojo como se comunicaban con la mirada y alternaban para detenerse en ella, esperando cualquier reacción, sin embargo, se mantuvo firme siguiendo con su trabajo realizado.

La jefa de operaciones balbuceó algunas palabras y luego tomo el pasillo de la izquierda, su compañera carraspeó un par de veces y luego volvió a su trabajo organizando los documentos que le entregó la mujer.

A la hora del almuerzo, Sofia fue la única que se quedó en el piso. El señor Gottier se retiró a una comida de negocios volviendo en dos horas, Marta, como siempre, bajaba a su restaurante favorito y Rebeca luego de invitarla al cafetin de la empresa, al que negó debido a la cantidad de trabajo que aún no terminaba, se despidió hasta dentro de una hora. Secretamente tampoco tenía dinero para gastar, lo cual no tenía por qué comentarlo.

Nadie dijo nada, la dejaron quedarse mientras seguía haciendo llamados y funcionando en la computadora que necesitab hacer. A eso de las cinco de la tarde, hora en la que su jefe pidió varios de los recados, se comunicó por su línea privada para informar que aparecería dentro de media hora, ya que debía realizar una visita importante primero.

Ordenó que nadie debía dejar su puesto a lo menos que pasaran las seis de la tarde ya a esa hora podian retirarse, luego pidió que le comunicaran con el piso de contabilidad.

Eso fue todo hasta llegar la hora indicada. Rebecca no podía estar más nerviosa, o eso creía, tenía varias carpetas sobre su mesa, recibió algunos llamados que no sabía cómo organizar, aun cuando Rebeca se intentó encargarse de ellos.

Se sobresaltó cuando las puertas del ascensor exclusivo se abrieron dando paso al hombre imponente que sin mirar en su dirección pasó directo al despacho. La chica de un salto se puso de pie con todo lo realizado en el día entre las manos, caminó con lentitud dándole tiempo al hombre de prepararse para su visita. Dio una ojeada hacia atrás percatándose que Camila no venía con él.

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