Una mesa de centro donde descansaba un portátil y enfrente una pantalla plana junto a toda la implementación necesaria. Las paredes blancas y el ventanal sin cortinas donde se exponía la gran vista a la ciudad para apreciar el paisaje. Bella no pudo evitar quedarse mirando unos segundos más de lo necesario. Rebeca le informó que este lugar de ocupaba exclusivamente para el señor Gottier: reuniones, citas, conferencias o solo para pasar un momento fuera del estrés de su oficina; nadie más tenía permitido utilizar aquel espacio. Por lo general cualquier reunión que se agendara con la señora Marta o el abogado, se realizaban ahí; la sala de reuniones era para eventos más formales y su despacho solo era para sí mismo o asuntos muy, importantes que necesitaran de total discreción. Sofia debía averiguar cuáles eran esos asuntos o las personas que necesitaban de aquel trato. La chica asintió mientras recorría el lugar con la vista pensando en todo lo que podría necesitar esa mañana para l
Sofia tuvo tres días para conocer la oficina de pies a cabeza: el funcionamiento, los trabajadores, sus nombres y función dentro del imperio, los cuales eran miles si recorría todos los departamentos, sin contar las instalaciones fuera del recinto o el país. Tuvo que aprender cada contacto de memoria anotado en la lista, nombre, números telefónicos, direcciones, asistentes y relación con el empresario. Debía recordar donde se guardaba cada documento, sector joyeria y sus derivados: tiendas, instalaciones, convenios; también la Manufactura y todos lo que conlleva la producción de las joyasde. Ahora entraba un nuevo proyecto en el cual era nuevo iba a invertir en la rama de los vinos, viñedos en La Toscana, en un pequeño pueblo medieval, con su socio Miguel Sifuentes, a quien solo conocía por video conferencia o llamados telefónicos. Le correspondía ir un paso delante de su jefe, conocerlo a la perfección para pensar antes de él lo que necesitara, un punto que descubrió desde el seg
Seis semanas pasaron, Sofia llevaba todo el funcionamiento de la empresa, logró mantener la calma y el manejo tres días seguidos ante la ausencia del señor Gottier. La primera semana sorprendió a todos, parecía como si llevara años trabajando en ese puesto o fuera la mismísima presidenta. Javier apareció más veces de las que recordaba Karla y todo lo relacionaban con la presencia de la chica, especialmente cuando el dueño no estaba presente. El récord de silencio seguía aumentando, Sebastian Gottier llevaba siete semanas en un completo mutismo, ni siguiera un gruñido, parecía un gatito en vez del tigre que todos conocían. Sin quererlo encontraron una domadora que sabía todas sus artimañas y ataques. El felino presuntuoso, obstinado y competitivo perdía sus fuerzas del rey de la selva. Sofia solo se sonrojaba sin perder la concentración en lo que fuera que estuviese trabajando. Temía a cada una de esas palabras, pronto su jefe se daría cuenta de su incompetencia y de una sola mordid
Firme aquí No creía haber escuchado bien, era imposible que estuviese refiriéndose a ella. Tal vez solo confundió nombres o se trataba de un ensayo de las palabras a utilizar cuando estuviera frente a la mujer correcta. No obstante, al ver sus ojos marrones penetrantes, fijos y atentos en cada uno de sus movimientos y expresiones, tenía la leve sospecha que sí se trataba de ella. Intentó respirar, pero parecía imposible, sus pulmones se hallaban prisioneros contra las costillas, impidiendo que su organismo funcionara como correspondía, que algo de oxígeno llegara a su cerebro. Anhelaba cerrar los ojos y hacer como si desapareciera en un solo pestañeo, tal cual recordaba de pequeña: la oscuridad desaparecía lo malo. Si bien, seguía frente a la fuerte presencia del felino al asecho. Quería fervientemente que fuera una cámara escondida, una broma hiriente de parte de su jefe por haberse relacionado con su madre sin autorización de el. Podría aceptar cualquier cosa con tal de terminar
Eran las ocho menos cuarto cuando salió del ascensor en el piso de presidencia y colocaba su identificación sobre el lector digital. Como siempre comenzó con su rutina: paseo por las oficinas, anotar la agenda semanal de su jefe, buscar documentos donde Javier, ayudar a Rebeca con asuntos pendientes que dejó encima el viernes pasado. A las ocho y quince tomó su libreta, una carpeta, pasó por la sala de conferencias, tomó el portátil y se dirigió a la oficina del señor Gottier. Se sentó en uno de los sillones de la salita, exactamente el mismo donde estuvo el viernes por la tarde. Su cuerpo se estremeció hasta la punta del pelo, cerró los ojos y respiró hondo para controlar el miedo que deseaba apoderarse de ella.Observó por última vez sus cosas, se puso de pie, dejó un documento sobre el escritorio y volvió a su lugar; encendió el portátil conectándolo y configurándolo a su computadora en la recepción. Se sentía orgullosa de lo bien que aprendía la tecnología del lugar, debía agra
Aquel día fue ajetreado, Sebastian se encargó que estuviese en cada una de las reuniones, aunque fueran por videollamada, deseaba que aprendiera un poco más de la empresa y del movimiento de todo, lo que significaba que tenía menos tiempo para sus labores diarios y mayor sospecha entre los que se asomaban por el piso de presidencia. ¿Por qué la asistente del señor Gottier nunca se hallaba en su puesto? Esa tarde, fue idea del hombre que salieran juntos del despacho y luego del edificio, como si fueran buenos amigos. Javier se hizo el desentendido cuando los vio en la recepción mientras que un chico de recursos humanos y Rebeca no dejaban de mirarlos avanzar al ascensor. Al llegar al hostal no saludó a nadie pasando directo a la escalera, llegó a su cuarto sin probar bocado, tenía mucho en que pensar, planificar y necesitaba horas de sueño después de una semana de haber firmado el contrato de haber hecho lo que penso que nunca lo haria. Las cosas comenzarían a complicarse, sin emba
Tú se quedas, Sofia. Ambas mujeres se sorprendieron, se miraron un segundo, la mujer mayor preguntándole en silencio si debía salvarla, pero ante el movimiento negativo discreto que hizo la chica solo asintió dejando la oficina. Sebastian la llamó para que sentara a su lado, ambos esperaron hasta que apareció el abogado y amigo sin esperar a que le dieran el paso, saludando a ambos con un asentimiento, tomando asiento en la última silla vacía, acomodando los papeles que traía bajo el brazo. Sofia nunca lo había visto tan serio y compenetrado con su trabajo. La chica miraba detenidamente al abogado, ojos marrones, más claros que los de su amigo, se veía que no era de estar en el gimnasio, aunque se mantenía bien y disfrutaba de la vida. Ahora ejercía su profesión, traje y peinado lo hacían de temer. Tragó en seco cuando vio el contrato que leyó hace una semana, de seguro el que llevaba su firma. Se preguntó como dos personas muy distintas tenían esa amistad, con tanta confianza como
¿Bienvenida a casa?… ¿Casa? ¡Esa era una mansión! No tenía por dónde empezar, si mirar a la izquierda o a la derecha, arriba o abajo. Conturbada, muda ante la belleza del lugar y las palabras de Sebastian. En poco más de un mes ese sería su hogar, refugiada de todo el mundo entre esas paredes y jardines. Protegida de quien quisiera amenazarla o acosarla. ¿Tendría permitido salir de ahí? Si recordaba algo del contrato, decía que debía ser la encargada del funcionamiento de la fundación Pies descalzos, por lo que sí saldría, al menos algunas veces. Sintió un escalofrío apoderarse de su espalada asi por toda la columna, de seguro su rostro reflejaba miedo, terror de enfrentarse a ello y fallar en el intenti. Un pensamiento la hizo temblar, entender lo que estaba por ocurrir. En el minuto que diera el “sí, acepto” frente a un juez, ese sería su lugar, dentro nadie podría molestarla, nadie podría atreverse a negarle algo… nadie podría entrar a lo menos que ella lo autorizara o lo pid