¡PUM! —¡AAAAHH! —gritó Scarlett al ser empujada abruptamente por Emily. La mujer pelirroja, tambaleándose, se quedó mirando a Scarlett tirada en el suelo del pasillo. Clack~ La puerta de la oficina del CEO Robinson se abrió. Emily volvió la vista en esa dirección, su prometido estaba de pie bajo el marco, imponente como siempre. Franklin se acercó hacia Scarlett, mirándola desde arriba con total indiferencia. —Levántate. Deja de hacer escándalos en mi casa o te echaré sin pensarlo. Emily, furiosa, apretó los puños. —¡Ella quiso golpearme! —gritó la pelirroja en su defensa—. ¡La empujé porque me defendí! ¿Y qué es eso de que soy un monstruo y lastimé a su bebé? ¡No le he hecho nada a Freddy! Es un niño dulce y no tiene la culpa de tener una madre como… —¡Cierra la boca, Emily! —gritó Franklin, su mirada fría y despectiva—. Entra a la oficina. Emily se sorprendió por la frialdad y el desprecio en su voz. ¿Quién demonios se creía ese hombre para gritarle así? ¡Al diablo! ¡Emi
Emily empacaba sus cosas dentro de una maleta. Mientras sus lágrimas caían por sus mejillas, nublando su vista. De prisa las secaba con una de sus manos, un acto inútil, pues rápidamente volvían a emerger. Dentro de la maleta roja, una que pertenecía a ese hombre, ya que por supuesto, llegó sin nada y él le compró todo, guardó solo lo más necesario. Trato de calmarse, inhaló y exhaló varias veces, sentándose en la cama, e inclinando su cabeza. Estaba preocupada por Freddy. Por lo que Scarlett era capaz con tal de sacarla a ella, de la vida de Franklin Robinson. —Pues que se lo quede todo ella… —susurró Emily para sí misma. Tratando de reconfortarse con la idea de que no necesitaba de ese hombre. Sin embargo… ¿A donde iría si se iba de ahí? ¿A la casa de playa que él le dio? —No… Ahí es uno de los primeros lugares donde me buscaría… —reflexionó la mujer pelirroja. ¿Siquiera había un lugar en todo Los Ángeles o el país entero, donde pudiera ocultarse de su poder e inf
Emily Sinclair caminaba rápidamente por los pasillos, dirigiéndose a las escaleras, a duras penas, cargando la maleta. En el vestíbulo, Scarlett Evans charlaba con la enfermera, fingiendo preocupación, la ex-esposa del CEO Robinson, hacía como si estuviera llorando, desconsolada, preocupada por su bebé. —Todo es culpa de esa maldita perra… Desde que Freddy vino a quedarse, estaba preocupada. Sabía que ella algo tramaría para quitarnos del medio como la familia de Franklin, y quedarse ella y hacer su propia familia… —decía entre quejas con vos temblorosa, Scarlett, mientras limpiaba las lágrimas que caían por sus mejillas con un pañuelo de mano. —No diga eso, señora Evans. El niño está fuera de peligro, estará bien —sonreía la enfermera, haciendo un gesto al mayordomo para que trajera una vaso con agua a Scarlett. Pero… Justo en ese momento, vieron a Emily bajando rápidamente las escaleras con la maleta roja a rastras, y su rostro empapado de lágrimas, su pecho subiendo y baja
El vehículo oscuro se detuvo frente a un motel. Jack Smith, al volante, apagó el motor. En la parte trasera, el CEO Robinson miraba incrédulo, con las piernas cruzadas y el ceño fruncido. —¿Es una broma? —No, señor. Esta es la dirección que nos dieron los de telefonía al rastrear el móvil de la señorita Sinclair —respondió Jack. Se desabrochó el cinturón de seguridad, salió del automóvil y luego abrió la puerta para el CEO. Franklin soltó un suspiro de resignación y se apoyó en su elegante bastón. "¿De verdad esa tonta se metió en un lugar así?" Pensaba, observando el motel con desdén. —Espero que estés armado. Aquí podría haber cualquier tipo de locos —comentó Franklin a Jack mientras avanzaban. —Sí, señor Robinson. Siempre —asintió Jack, siguiéndolo de cerca. ………….. Mientras tanto, dentro de una habitación, la mujer pelirroja se encontraba sentada en la cama, aún vestida con la ropa con la que había huido. Su mirada estaba perdida en el vacío. No traía más dinero, su telé
>>> Emily Sinclair: Era tarde. Sí, tal vez por eso él quería que nos quedáramos ahí, aunque… No había tal diferencia con volver a su mansión. Subimos a un ascensor, tras el sonido "pling" sus puertas abrieron y… Nos encontrábamos en un magnífico penthouse. La vista hacia la ciudad de Los Ángeles, se filtraba por los ventanales, colorida, radiante. Franklin continuó caminando y yo fuí tras de él, hasta que me señaló a un punto. —Ve y toma un baño. ¡Sentí la vergüenza invadirme!, ¿huelo tan mal?, quizá solo lo dice porque estuve en un motel barato… Lo que sea. Me dirigí hacia el cuarto de baño, y tomé una relajante ducha caliente. Al salir, agarré una bata de baño, que me puse y até a mi cintura. —¿Solo hay de hombre?, es un poco grande… Pero está bien… —susurré para mí misma. Probablemente porque era un lugar al que Franklin no traía mujeres. Bueno, eso pensé… La idea hizo que me sintiera mejor, me vi en el espejo antes de salir… Suspiré. "No es como si fuera a pasar
>>> Emily Sinclair: —Si vuelves a tratarme así de mal. Me iré… Sin importar si soy o no tu señora Robinson —advertí. Mis ojos lo veían fijamente, mi corazón latiendo aceleradamente… Quizá mi voz temblaba, al igual que mi cuerpo… Él no era un juego. Pero yo tampoco quería ser tratada como uno. Franklin cerró sus ojos por unos segundos, era como si estuviera conteniendo su furia o frustración. Me levanté de la silla, pero antes de irme… Él detuvo mi mano. Me quedé inmóvil, mi corazón dando un vuelco, mientras mis ojos volvían a verlo… Su expresión era fría y altiva. ¿Provoqué nuevamente su furia? Fue la primera pregunta que cruzó por mi cabeza… Tuve un poco de miedo. —¿A dónde irás? —sin embargo, la pregunta que él me hizo, fue totalmente ajena a mi advertencia, quizá simplemente me ignoró pensando que yo no era nadie para provocarle temor o dolor. —¿A… A dormir?… Es noche. —¿Dónde piensas dormir?, ahí solo queda la sala. —En un sofá, claro está —dije intentando solt
>>> Emily Sinclair: Lo besaba, mis labios disfrutando de los suyos, de cada roce, de cada lamida y mordisco, hasta que los sentí hinchados. Como si no existiera un mañana, me perdí en él, en su calor envolvente. Mis manos se deslizaron con delicadeza por los rizados mechones de su cabellera negra, tocando sus mejillas, acariciando su cuello y sus hombros. Anhelaba recorrerlo, sentir cada centímetro de su piel. Comencé a desabotonar su camisa de manga larga mientras él se acercaba más a mí. Franklin, compartiendo la misma urgencia, se apartó un instante, se quitó la camisa y la lanzó a un lado. En ese momento, casi me arrancó la prenda que llevaba puesta, dejándome completamente expuesta, desnuda ante su mirada intensa. Sus ojos grises se posaron en mí, llenos de deseo ardiente que me estremeció. No podía negarlo; ya no había espacio para las mentiras. Me enamoré de él. Me repetía que era una tonta por hacerlo, pero… Rápidamente esos pensamientos se esfumaron, mientras sent
✧✧✧ La mañana del día siguiente. En la mansión del señor Robinson. ✧✧✧ Emily salió del coche oscuro y se encontró rodeada de vehículos estacionados. Tiana Bennett estaba dirigiendo a algunos hombres que bajaban cajas de un camión. —¡Señorita Sinclair, señor Robinson! —sonrió Tiana, acercándose a Emily y Franklin, que recién bajaban mientras él ajustaba su corbata con una expresión de aburrimiento. —Señorita Bennett. No sabía que hoy tenía que venir… ¿Tan pronto comenzarán los preparativos de la boda? —preguntó Emily, confundida y con un ligero sonrojo en su rostro, sus ojos azules volviendo a posarse en el CEO que estaba a su lado. Franklin, sin dignarse a mirarla, simplemente saludó a Tiana con un apretón de manos. —La boda es el próximo fin de semana. Estamos contra el reloj. Por supuesto que debe estar aquí hoy —hablaba Franklin a Emily—. Sé clara y dile todo lo que piensas, no te guardes nada. Esa noche quiero verte con una sonrisa que haga justicia a la señora Robins