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CAPÍTULO 52. El gobernador como cómplice de los negocios de Sotelo

Antonio Sotelo estaba muy bien vinculado tiene comprada a la policía, jueces corruptos, algún que otro fiscal y al mismísimo gobernador. Por eso trabaja con una gran tranquilidad, no perdona que no se cumpla con sus órdenes y castiga severamente a aquellos que son capaces de enfrentarlo. Un error con Sotelo puede costarle la propia vida de la persona o de un familiar. Los que trabajan con él lo saben. Tanto Sotelo como su hijo son personas sin escrúpulos sin ningún respeto por la vida ajena. En ese negocio la vida no vale nada, no tiene significado, pierde e sentido existencial.

En la vida social usaban una enorme careta, que los hacía ver como una persona de bien, un empresario como cualquier otro, pero los que estaban a su nivel sabían que eso no era más que una apariencia. Asistía a la iglesia, hacía obras de Beneficencia, otorgaba grandes sumas de dinero para las organizaciones de niños de la calle o de los drogadictos que él mismo enfermaba. A la escuela de su hija er
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