Capítulo 236
Aunque parecía improbable, Ana albergaba una diminuta ilusión en su corazón.

¿Y si, sólo si, el barco venía a recogerla y se alejaba de este lugar?

No quería seguir soportando la amargura de la pérdida de libertad.

El barco se acercaba lentamente a la isla. El corazón de Ana se aceleró de repente, preguntándose si Lucas, tal vez, se había recuperado y había venido a buscarla.

Una sonrisa apareció en el rostro de Ana por primera vez en muchos días.

Rápidamente se acercó y en ese momento, Lucío saltó del barco. Corrió hasta ella, tomó su mano y la miró de arriba abajo.

Las mejillas de Ana, antes más rellenas, habían adelgazado considerablemente, y las ojeras debajo de sus ojos hacían que parecieran aún más grandes. Se veía particularmente desamparada.

Su cuerpo también estaba frío, sin calor, no se sabía cuánto tiempo había estado al aire libre para estar en tal estado.

Lucío sintió un dolor agudo en su corazón. No sabía si Ana estaba cada día de pie esperando que alguien viniera a resca
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