Varias semanas habían transcurrido y las cosas comenzaron a evolucionar. Italianos e irlandeses seguían en guerra y grupos armados de ambos bandos se masacraban mutuamente en las calles de Chicago. El Dr. Krass prosiguió la fachada de representar a Masseria, mientras que Saki entabló una intensa relación con Nazimova, y Tony comenzó a recuperarse hasta ser capaz de caminar y fue dado de alta.
Una de tantas noches en las que abría el Casino Rodas, el recién salido Tony, llegó acompañado de Astrid. Caminaba asistido con un bastón, y todavía tenía vendas bajo la ropa, pero por lo demás parecía estar como renovado.
En cuanto él y Astrid llegaron a la entrada principal, el portero les impidió la entrada aduciendo:
—Los negros no pueden entrar por la puerta principal. Tienen que entrar por detrás.
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—Afortunadamente, todos estamos bien —dijo el Dr. Krass al día siguiente cuando las cosas se habían calmado y mientras desayunaban juntos en la lujosa Mansión Masseria. Saki, Tony y Astrid estaban a su lado, aunque Saki aún mostraba los remanentes del golpe de la noche anterior, ella y Tony habían inventado la historia que fue un golpe accidental que le dieron en el caos del suceso, y sólo Tony supo qué había pasado realmente.—¿Se siente bien estando casado, Dr. Krass? —le preguntó en forma jocosa Tony.—Ya estuve casado de verdad y no me interesan segundas nupcias. Sólo amé a una mujer en toda mi vida.—¿Qué le sucedió a su esposa, Dr. Krass? —preguntó Saki.—Falleció hace unos tres años… es decir… falleció tres años antes de que ustedes y yo nos co
Alejandría, Egipto, año 415 DC. La Academia Platónica de Alejandría era un edificio hecho en blanco mármol, con adoquines incrustados en su suelo de gran belleza, columnas dóricas y un esplendoroso estilo arquitectónico de forma helénica prerromana. Se enclavaba muy cerca del Nilo, cuyas corrientes de aire marino llegaban hasta sus inmediaciones. El cálido sol egipcio se encontraba en su máximo apogeo hirviendo las arenosas dunas del desierto contiguo a la ciudad, mientras un viento proveniente del Mediterráneo azotaba las palmeras y levantaba remolinos de arena y polvo. Alejandría, una de las ciudades más grandes y majestuosas del Mundo Antiguo, se cernía ominosa como un centro urbano gigantesco en el corazón de la Provincia Romana de Egipto.Sus callejuelas pavimentadas y sus casas irrigadas por un sofisticado acueducto, estaban habitad
—Gracias por recibirnos, Señora Hypatia —agradeció el Dr. Krass mientras él y los otros dos crononautas penetraban en el salón de conferencias, entonces vacío, donde la filósofa se sentaba en su trono académico.—Es un placer ayudar a los extranjeros, especialmente a tres tan inusuales como ustedes —respondió gentilmente— ahora díganme que puedo hacer por ustedes.—Necesitamos de su intervención —explicó Saki— para que salve a una muy querida amiga nuestra que actualmente se encuentra prisionera del prefecto Orestes. Se llama Astrid y es una mujer nórdica.—Necesitamos que interponga sus influencias con Orestes —suplicó Tony— para que libere a Astrid.—A pesar de los rumores —dijo Hypatia con la mirada fija pero con una sonrisa de picardía— Orestes y yo
Arizona, Estados Unidos de América, año 1890 DC.Una boda se realizaba en una vieja iglesia rural ubicada en un pueblo fronterizo con México. La localidad era una pequeña excusa de pueblo consistente en edificios viejos y carcomidos, carentes de pintura y cubiertos por capas de polvo. El mejor conservado era la capilla católica cuya punta tenía una oxidada cruz que dibujaba una sombra torcida en el suelo producto de la luz solar. Una sola calle de tierra recorrida por arbustos rodantes conectaba la iglesia con la entrada del pueblo, franqueada por los edificios ruinosos.Un nutrido grupo de jinetes que provenía del fiero desierto, dibujaron sus siluetas en el horizonte conforme se aproximaban al lugar. Eran diez, encabezados por una figura sombría. El que cabalgaba más al frente era un hombre vestido todo de negro, con una larga gabardina, un sombrero vaquero, botas, guantes y con anteo
Deadwood, Dakota, Estados Unidos de América. El Burdel Flor del Oriente era el más grande de los prostíbulos dirigidos por la muy nutrida comunidad china en el pueblo de Deadwood. En su interior, hermosas y jóvenes mujeres orientales prestaban servicios sexuales a la diversa clientela que llegaba al pueblo.Una de las jóvenes más cotizadas era la hermosa China Doll, una belleza nativa de Cantón capaz de romper muchos corazones. La joven se encontraba indecisa cuando sus servicios fueron contratados por ese brutal gigante que parecía provenir de alguna legendaria tierra perdida del Asia Central, pero la presión del proxeneta chino a cargo del local, un viejo y regordete sujeto con una cabeza calva salvo por su larga cola en trenza, y vestido con un traje chino de seda, la obligó a aceptar el trabajo.Un alarido desolador retumbó en la estructura del burdel, al
Los cuatro crononautas fueron llevados maniatados hasta un viejo y derruido edificio de piedra con barrotes oxidados en las ventanas, y sin techo por lo que la estrellada noche era perfectamente visible. Las ruinas eran el remanente de una antigua prisión que había funcionado en el lugar unos cien años en el pasado. Fueron encerrados en una vieja celda. El Dr. Krass, con el brazo en cabestrillo y con la herida vendada pero doliéndole terriblemente, se encontraba pálido y tembloroso, aunque todos mostraban los estragos de la tensión. Les habían quitado el sistema portátil de Prometeo y sus armas, incluyendo la espada de Astrid.—Me gustaría tener una armónica —bromeó Tony, pero la broma no caló bien en los demás.—¿Quién es ese tipo y por qué tira rayos de las manos? —preguntó Saki— debe ser del futuro…&mdash
Arizona, Estados Unidos de América, año 1890 DC. Una boda se realizaba en una vieja iglesia rural ubicada en un pueblo fronterizo con México. La localidad era una pequeña excusa de pueblo consistente en edificios viejos y carcomidos, carentes de pintura y cubiertos por capas de polvo. El mejor conservado era la capilla católica cuya punta tenía una oxidada cruz que dibujaba una sombra torcida en el suelo producto de la luz solar. Una sola calle de tierra recorrida por arbustos rodantes conectaba la iglesia con la entrada del pueblo, franqueada por los edificios ruinosos. Un nutrido grupo de jinetes que provenía del fiero desierto, dibujaron sus siluetas en el horizonte conforme se aproximaban al lugar. Eran diez, encabezados por una figura sombría. El que cabalgaba más al frente era un hombre vestido todo de negro, con una larga gabardina, un sombrero vaquero, botas, guantes y con anteojos oscuros. A su derecha cabalgaba un sujeto extremadamente
Carol Red se adentró en el salón de Swearengen moviendo las puertas plegadizas con mirada sórdida y adentrándose en las penumbras del antro. Tenía sus sentidos alertas y su gabardina por detrás de las fundas de las pistolas. Sus botas resonaban estruendosamente conforme pisaban los viejos tablones. Un ruido estrepitoso emergió de entre los oscuros pasillos del segundo piso, pero los agudos sentidos de Red lo detectaron y dispararon de inmediato en cuanto percibió la sombra humana y el sonido del casquillo preparándose. Uno de los hombres de McMahon se desplomó malherido y rompió el barandal colapsando sobre el suelo, muerto. Un nuevo ruido brotó del otro extremo, de la entrada a la cocina. Una figura sombría se materializó allí con sus armas preparadas, pero de nuevo, Red fue más rápida y lo ultimó. Un tercer sujeto emergió detrás de la barra con un rifle que casi le vuela la cabeza a Red quien, por centímetros, esquivó el disparo que destrozó la ventana