CAPÍTULO 142

El informante se dirigió a su encuentro en un cobertizo abandonado fuera de un puerto deportivo privado con pasos constantes. Tal vez, otros hombres podrían haber tenido preocupaciones acerca de llegar a una zona aislada para satisfacer a los individuos que ya habían demostrado su voluntad y capacidad para matar, pero él era un vendedor de información, y uno muy bueno. Ese era su oficio, y la gente le pagaba muy bien por ello. Los clientes rara vez querían matar a la gallina de oro. Si lo hicieran, descubrirían su error. Recordando, pulsó un código pre programado en su Tablet, utilizando la conexión inalámbrica de las computadoras de las casas, entonces se la deslizó en el bolsillo. Tomado una última mirada a la brumosa y oscura calle, abrió la pequeña puerta lateral y caminó. 

La bala le dio duro, empujándolo contra la pared. Mirando hacia abajo con inc

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