El sol de la tarde inunda la casa con su cálida luz tenue, mientras dos pequeñas niñas corretean por los pasillos, sus risas resonando alegremente. Una pequeña Vanessa de siete años, corre rápidamente, sus largas trenzas negras se mueven al ritmo de sus rápidos pasos. Detrás de ella, la pequeña Tatiana, de solo cuatro años, intenta atraparla, riendo con el mismo entusiasmo.—Nessa ven. ¡Te voy a atrapar! —grita Tatiana, esforzándose por seguir el ritmo rápido de su hermana mayor.Vanessa se detiene un instante para mirar a Tatiana con una sonrisa traviesa, pero al tenerla cerca, deja salir una fuerte carcajada antes de volver a correr aún más rápido, burlándose suavemente.—¡No puedes atraparme, Tati! ¡Eres tortuga! —responde la pelinegra, su voz llena de alegría.Las niñas continúan su juego, girando por las esquinas y esquivando muebles, hasta que Vanessa se detiene abruptamente al pasar por el salón. Allí, sentada en una silla junto a una mesa pequeña, está su nona, leyendo las ca
Las personas de buenas costumbres siempre visitan a otras a buenas horas, y por lo general son recibidos en la puerta principal, pero ¿cómo se le puede llamar a un joven de veinte años que trepa con agilidad por la pared de una casa grande y señorial? Sus dedos encuentran los ya más que conocidos resquicios necesarios para asegurarse mientras sube, su respiración controlada y sus movimientos preciso para evita el mayor ruido posible. Llegando a la ventana en el segundo piso, hace un último esfuerzo, y termina de alzarse para luego sentarse en el alféizar. La ventana está entreabierta, facilitando su entrada. El joven echa un vistazo al interior antes de deslizarse silenciosamente en la habitación ya más que familiar para él.Al aterrizar en la alfombra, se endereza y se encuentra frente a una joven de dieciséis años, Vaiana. Con sus ojos oscuros, profundos y grandes lo miran con una mezcla de miedo y sorpresa. Aun sin entender que hace Frank allí, da un paso atrás, mirando nerviosa hac
Cuando Frank entró por la ventana, la imagen que lo recibió fue la de una Vaiana tirada en su cama, abrazando su almohada y llorando de forma ahogada. Acercándose a ella, Frank dejó una caricia sobre sus cabellos para hacer notar su presencia.Cuando Vaiana sintió la caricia en sus cabellos, se volvió totalmente consciente de que ya no estaba sola. Al levantar su mirada, se encontró con Frank y, sin dudarlo ni un poco, se arrojó sobre él en un fuerte abrazo.—¡Frank! —exclamó contra su pecho mientras se abrazaba a él con fuerza.—Vaiana, ¿qué pasa? —preguntó al no entender.—Papá... él sabe lo de nosotros —dijo entre hipidos y llantos.—¿Pero cómo?—Nuestro vecino te vio salir la última vez y él...—Vaiana, ven conmigo —dijo, cortando la explicación de la menor—. Escapemos juntos esta noche. Ya no quiero esconderme más, y sé que tú tampoco. Además, si se enteró de esa forma, tu padre nunca nos dará su permiso para estar juntos.Vaiana se quedó helada ante esas palabras, su mente en un
Vanessa y Tatiana permanecen en total silencio, las miradas de ambas se encuentran puestas fijamente en Vaiana. La crudeza de la historia que su madre acaba de compartir con ellas las deja sin palabras. En ese momento, ambas comienzan a sentir cómo la habitación se va volviendo cada vez más pequeña, comprimiéndose por el peso de lo que acaban de descubrir.Vaiana baja la mirada, sus manos temblando ligeramente mientras se esfuerza por mantener la compostura.Vanessa y Tatiana pueden asegurar que es la primera vez que ven a su madre mostrar emociones tan fuertes y tormentosas. Respetando lo vivido por su madre, se quedan escuchando con total atención mientras mantienen su silencio, con el corazón sintiéndose más apretado.—No digo que todos los no gitanos son igualmente crueles, pero... —Vaiana se detiene, sus ojos brillando con lágrimas contenidas al recordar—. Cuando decidí escapar con él, pensé que después de pasar la parte difícil, podría vivir una vida más feliz y libre lejos de l
Tras sus palabras, Vanessa se queda en silencio, sus ojos brillando con una mezcla de rabia y tristeza. La realidad de la situación se asienta sobre ella, y sus manos tiemblan ligeramente.—No puedo creer que todo este tiempo, tú... —murmura, su voz temblando.Al verla en ese estado, Emil se pone de pie y extiende su mano hacia ella, tratando de ofrecerle consuelo. Pero cuando ella manotea su mano y se coloca de pie para poder colocar mayor distancia entre ellos, Emil entiende que lo mejor en ese momento es respetar su deseo de mantenerse alejado.—Vanessa, lo siento tanto —asegura mientras la mira fijamente—. Estabas tan alterada y sonabas tan cansada de todo en ese momento, tan deseosa de poder dejarlo todo de lado, que no sabía cómo decirte esto antes. Pero lo más justo es que sepas cómo están las cosas en realidad y que también tengas claro que quiero ayudarte a resolverlo.Vanessa se queda inmóvil, su mente tratando de procesar lo que Emil acaba de revelarle. Las palabras resuena
Vanessa sale totalmente de la casa de Xavier, su mente es un torbellino y su cuerpo se estremece por todo ese mismo mar de emociones, pero sorprendentemente, logra mantener la entereza necesaria para llegar a su auto. Con manos temblorosas, abre la puerta y se sienta al volante. Tomando una respiración profunda, trata de calmarse, pero la presión en su pecho se torna cada vez mayor. Encendiendo el motor, pone el coche en marcha y comienza a conducir, sus pensamientos mezclados en una cacofonía de desesperación y rabia.Conforme se aleja de la opulenta casa de Xavier, las palabras utilizadas por el hombre mayor durante su conversación resuenan en su cabeza. La frialdad de Xavier, la forma tan inquebrantable en que le dio su negativa, y la sensación de impotencia que sintió en ese momento terminan por envolverla. Vanessa no puede evitar apretar el volante con fuerza, sus nudillos blanqueándose mientras sus lágrimas logran vencer su control y comienzan a nublar su visión.Finalmente, y a
Vanessa se encuentra sentada frente al escritorio del gerente del banco, sus manos entrelazadas sobre su regazo en un intento casi vano de controlar su nerviosismo. El gerente, un hombre de mediana edad la observa brevemente desde detrás con sus gafas con una expresión profesional pero compasiva. Después de eso, vuelve a revisar los documentos frente a él. El tic-tac del reloj de pared es el único sonido en la habitación que la pelinegra puede captar.—Señorita Iacobescu—comienza el gerente, levantando la mirada de los papeles nuevamente—, lo lamento, pero, no podemos aprobar su solicitud de crédito.Vanessa siente que su corazón se hunde en su pecho. Endereza los hombros, intentando mantener la calma y la compostura.—¿Puedo preguntar por qué? —dice, tratando de que su voz no tiemble.El gerente suspira y se ajusta las gafas antes de responder.—Entendemos la situación en la que se encuentra y hemos revisado su solicitud con mucho cuidado. Sin embargo, el valor de su auto no es sufic
Vanessa se encuentra en el pasillo del hospital junto a Tatiana y su nona. Las tres conversan con calma, sus rostros reflejando la mezcla de alivio y felicidad que sienten por la mejoría de Nicolau.—Estoy tan feliz de que haya despertado —son las palabras de Tatiana, su voz suave pero llena de emoción—. Sentí tanto miedo de que todo saliera mal, pero ahora que despertó, siento que todo va a estar bien.Vanessa escucha a su hermana y asiente, con una sonrisa que llena su rostro y sus ojos, ojos que esta vez están brillando de alegría.—Sí, finalmente algo bueno —es la respuesta de Irina mientras observa fijamente la puerta de la sala de cuidados intensivos, su corazón en calma al saber que su hijo está consciente de nuevo—. No podía esperar para verlo abrir los ojos de nuevo.—Papá es fuerte, siempre lo ha sido —asegura con marcada convicción—. Estoy segura de que este es solo el comienzo de su recuperación.Vanessa sonríe a su abuela y a su hermana, sintiéndose reconfortada incluso p