Una espera que desespera

Por otro lado...

Ricardo no durmió lo suficiente aquella noche, estuvo dando vueltas en la cama hasta por la mañana. A las seis de la mañana, llamó a Gabriel para que fuera a recogerle.

—¿Qué? Ricardo, es demasiado temprano. Espera no me digas que hay alguien a quien quieres ver —se quedó pensativo un rato, luego sus ojos se abrieron de asombro—. Sí, ahora se arregla todo, no quieres acceder a otras escuelas, sólo al Colegio y me despiertas a las seis de la mañana —hizo una pausa pensando un segundo—. Ricardo, no me digas, hay alguien ¿verdad? —gritó Gabriel que acababa de despertarse por las incesantes llamadas de Ricardo.

A Ricardo le costaba disimularlo, no sabía qué le pasaba, pero sabía que desde el momento en que la vio, algo había cambiado en él.

—¡Ya!, ¿de qué estás hablando? No es demasiado pronto, debemos ser puntuales a las tareas. Quiero verte aquí exactamente a las seis y media si no me voy solo —Ricardo cortó inmediatamente la llamada. Se pasó una mano por la cabeza y se
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