La joven tenía la cara bastante concentrada leyendo cada uno de las cláusulas del contrato, tenía que encontrar alguna falla, pero no había ninguna.
¿Qué diablos significa tener un hijo? — dijo ella, eso quería decir que tendría que embarazarse casi de inmediato —¿estás loco? — ella tenía la cara crispada entre sorpresa y enojo, no sabía cuál podía ganar, en verdad ese contrato era una completa locura.
Jean Carlo se acercó a la joven mujer que ya se encontraba sentada en unos de los sillones de la sala de espera, en el rostro de ella se miraba el enojo, el temor, pero sobre todo un poco de resignación; igual se encontraba sumergida dentro de sus pensamientos, hace años, hubo una época en la cual se encontraba enamorada de Jean Carlo Andollini, solo que eso había sido hacía años, ahora lo único que le ocasionaba era un fuerte dolor de cabeza.Veía como las personas miraban a la gente pasar de una manera mecánica, m&eacut
Jean Carlo entro a su oficina con el rostro serio y con cara de que sus pensamientos eran lo más importante en ese momento, saludo con cortesía a su secretaría que se encontraba en su escritorio, y esta le dijo:Alguien lo espera dentro de su oficina, señor Andollini — hablo Meredith — esa sorpresa —le dijo con una sonrisa en el rostro.
Constanzza Brassi, salió del edificio donde se encontraba la elegante oficina de Jean Carlo, el enojo que sentía en contra del hombre era bastante fuerte, tenía que hacer algo, Andollini siempre había ido corriendo a ella cuando terminaba con una amante o novia ocasional, siempre había sido asi desde que ambos tenían veinte años, pero ahora se casaría con la chica de los Connor.
se encontraba fuera del hospital, el aire que se comenzaba a sentir era cálido, el verano comenzaba y era común que el aire cambiara un poco, ella necesitaba encontrarse unos momentos a solas, el anillo lo sentía sumamente pesado, la mano le pesaba y sentía que en cualquier momento la joya se le saldria del dedo o algo parecido.Su padre evoluciono de manera adecuada, era algo alentador, la noticia del matrimonio con Jean Carlo, le caería bastante bien y lo haría recuperarse, ella siempre había sido cobijada por el dinero y fortuna de su padre, no tuvo que pedir financiamiento para estudiar en la universidad, cuando comenzó a est
jean Carlo se rio un poco al escuchar lo del pastel, al parecer era lo único que le importaba a Anabella en ese momento, entonces solo asintió con la cabeza levemente y tenía una sonrisa en el rostro, la mirada de ella la tenía fija sobre él, había algo en la de ella que lo hacía tener una leve esperanza que todo saldría bien y que ambos serían felices.Iremos a escoger el sabor del pastel —el hombre se sentó al lado de ella y le tomo la mano donde se encontraba el anillo — será de tu sabor favorito, crema batida con fresas y vainilla — Anabella volteó a verlo con incredulidad, <&l
La tarde paso tranquila, alguna enfermera pasaba a decirles sobre la recuperación del señor Connor, y que al día siguiente a las ocho de la mañana sería trasladado a una habitación privada, así que no tenían que preocuparse, ahí podría estar acompañado por un familiar.¿Quién se quedará con mi papá? — Anabella se les quedo mirando a las dos mujeres que se encontraban frente a ella —no se puede quedar solo — dijo con voz parca. Anabella le daba vueltas la cabeza, ya se encontraba en su habitación, les habían dicho que su padre se encontraba bien y que por la mañana cuando regresaran se encontraría en una habitación privada, eso le causaba tranquilidad a la joven mujer. Miraba el celular las fotos de los vestidos que su madre le había enviado, en su bolso se encontraba la tarjeta de crédito que le había dado Jean Carlo, tenía que comprar todo lo que usaría en la boda, y pensó en algo peor, la noche de bodas. El día siguiente llego muy rápido, eran casi las seis de la mañana cuando la madre de Anabella entro en la habitación que se encontraba utilizando la mujer; al parecer ya se encontraba bañada y arreglada. ¡DESPIERTA! — le grito su madre con voz dura —tenemos mucho que hacer, al parecer Jean Carlo, logro que nos abrieran la tienda de vestidos a las diez de la mañana, así que iremos al hospital, veremos a tu padre un momento, después compraremos el vestido, para más tarde regresar con tu padre, y por la tarde ir a elegir y probar el menú — dijo la mujer, anda niña, levántate —le jalo el edredón con fuerza — báñate y arréglate. Anabella se despertó abruptamente y con un gesto de enojo se levantó, en verdad tenía mucho sueño aún, había dormido unas cuantas horas, pero no las suficientes para que pudiera recuperar las horas de sueño, ni alcanzar el descanso acostumbrado. Cuando salió del baño llevaba una bata de algodón y toalla sobre el cabello, su rostro se miraba hermoso, aunque coPensamientos por la noche
Dando la noticia a papá