Constanzza recordaba muchas cosas de su vida, de niña había sido querida y amada por sus padres, en especial por su padre, este era un hombre duro y estricto, pero seguía atado al pasado, no quería comprender que él tenía su propia fortuna que no tenía que seguir agradecido a la familia Andollini; estos eran muy raros casi todos los italianos eran así, creían que le debían lealtad a una familia. Cuando se encontraba estudiando la universidad o casi lo último de esta se hizo novia del chico Connor, hijo de una de las mejores familias de Nueva York y del país, pero este era joven y no hijo único, así que no sería el heredero principal. Fue cuando terminaron debido a que Connor se marchó a estudiar una maestría en Europa, así que fue cuando comenzó su relación con aquel viejo Don Luca Salvatore, un viejo italiano fue algo majestuoso, si conocía Europa, pero con el viejo la conoció a todo lujo, jets privados, suites, carros en cada destino y compras muchas compras, fue cuando sus padre
No quiero que tengas problemas — Anabella hablo con preocupación al ver el rostro enojado de Andollini — Ethan espero que ya entienda que me tiene que dejar en paz, es terco, pero no es tonto, así que tarde o temprano lo tendrá que hacer — hablo la mujer. En un bar, el joven abogado Ethan Smith se encontraba bebiendo con un grupo de personas, al parecer era uno de los pocos que no había conseguido un buen empleo como abogado, o al menos eso creía él. Continuaba enviando los mensajes y llamadas a Anabella, a pesar de la advertencia del esposo de esta, en realidad había escuchado que el matrimonio fue arreglado por la familia de ella, así que la joven abogada debía continuar enamorada de él, así que seguiría insistiendo para que regresaran, necesitaba los contactos de la joven. Deberías hacer algo,Ethan — hablo un amigo de él, igual se encontraba tomando con él — ¿sigues empeñado en molestar a Anabella?, lo último que supe de ella, fue que contrajo matrimonio con Jean Carlo Andollini
Anabella se encontraba sorprendida, era muy bello el cuadro, Jean Carlo se encontraría muy sorprendido por el obsequio del autor de la obra, se vería y luciría hermoso en la sala, ahí era el lugar donde tenía que encontrarse. Al llegar a su casa después de la reunión, encontró una visita que la dejo un tanto incomoda e hizo que el enojo que comenzaba a sentir fuera en aumento, era Constanzza Brassi, la mujer se encontraba sentada en la sala, al parecer ella iba de visita. ¿Qué haces aquí? — pregunto Anabella a Brassi con mirada altiva —que yo recuerde nunca te invite a mi casa, y mucho menos después de las fotos que salieron en las redes sociales — Anabella estaba frente a ella. Solo quise venir de visita, querida Anabella — hablo Brassi — veo que te tiene ocupando esta casa y no la casa principal — dijo en tono venenoso Esta es la casa principal, es la casa de Jean Carlo, y aun lado es la casa de mi padre Don Altobello, la propiedad de los Andollini , son todas las hectáreas que
Anabella tuvo un sueño inquieto, sentía que corría por un bosque, y luego pasaba a una carretera llena de niebla, se sentía completamente inquieta, cuando era niña tenía esos sueños, y todos tenían el termino, en una casa llena de luz, ahora tenía este sueño y la casa se encontraba apagada, en tinieblas, la niebla igual cubría la casa. ¡no!,¡no!, por favor, ¿alguien se encuentra aquí? — gritaba entre sueños, mientras lloraba quejándose en la cama, el llanto de la chica despertó a Jean Carlo. Annie, Annie — el hombre comenzó a mover a la mujer que se encontraba a su lado — Annie, cariño, despierta — Anabella ,despertó con cara de confusión, no sabía por el momento donde se encontraba. ¿Dónde me encuentro?, ¿Qué paso?, Jean Carlo — dijo la chica cuando lo pudo reconocer — tuve una pesadilla, fue una que hacía años no tenía o no me sucedía —su voz se escuchaba entrecortada y con bastante dolor — se secó las lágrimas que corrían con la mano, mientras Jean Carlo la abrazaba. ¿me la qui
Nadine Connor se encontraba sentada en una mesa de juego en Atlantic city, al parecer tenía una buena racha, tenía muchas fichas, al parecer esa racha era buena para ella, así que jugaba y jugaba, entre más jugaba más ganaba, no tenía planeado regresar a casa por el momento. Un hombre vestido de negro se acercó a ella, era uno de los guardaespaldas de la familia Andollini, el señor Jean Carlo,lo había enviado con las órdenes expresas de regresar con su suegra, el hombre había meneado sus influencias para hacer que la mujer fuera internada en un centro de rehabilitación para jugadores compulsivos. La mujer no se había percatado que alguien la observaba, así que continuaba jugando de manera compulsiva. Señora Connor — hablo el hombre — me encantaría que me acompañara — pidió con educación el hombre que se encontraba parado ya al lado de ella — me envió el señor Andollini y su esposa, tengo ordenes de escoltarla al aeropuerto, de ahí tomaremos el avión privado del señor Andollini. N
Cuando regresaron a Nueva York la pareja iba callada, al parecer el viaje y todo lo que había sucedido en los últimos días, estaba dejando emocionalmente sin energía a Anabella, sentía que el cuerpo igual se estaba quedando sin fuerzas. Su esposo la miro y se preocupó un poco, esperaba que, sin la preocupación por su madre por unos meses, Annie mejorara en su aspecto. Por la diferencia de horas, al parecer llegaron a Nueva York, era casi la una de la mañana, al parecer habían estado todo el día en California, y ahora ya era de madrugada en su hogar, había hablado con su padre de la situación de su madre, lo más importante es que esta había aceptado quedarse en la clínica. Los mensajes constantes no habían dejado de entrar en el celular de Jean Carlo, cada uno de ellos pertenecía a Constanzza, Anabella, su esposa, no le había contado acerca de la visita de esta a su hogar, se lo había guardado, pero ahora estaba un poco irritable al ver que Jean Carlo, miraba el celular, movía la cab
Constanzza se quedó con los ojos abiertos de par en par, no podía creer lo que acababa de ver escuchar, Jean Carlo, le había dicho de mala manera que lo dejara en paz, sentía que la furia comenzaba recorrer sus venas. ¿Quién te crees, Jean Carlo Andollini? — dijo con el rostro marcado con la furia que comenzaba a sentir — me las vas a pagar, en verdad me las vas a pagar —Constanzza se levantó de la cama donde se encontraba sentada, tenía que pensar en lo que debía y tenía que hacer — Fanucci no ha encontrado nada que pueda utilizar en contra de la estúpida de Anabella, me muerdo de furia, te lo hare pagar, Jean Carlo, en verdad me las pagaras — tomo una cigarrera que se encontraba encima de su tocar, junto a un encendedor de plata. Encendió con rapidez un cigarro y comenzó a fumar, miraba a su alrededor, su departamento era bello y ella también — ¡FANUCCI! — grito la mujer, tenía que hablar con ese grandísimo imbécil, tenía mucho enojo igual contra el hombre. El hombre entro vestid
Anabella, se quedó mirando al hombre, y se dio cuenta de lo que iba a decir, y mejor se contuvo, así que se quedó callada, Jean Carlo, le sonrió a su esposa, sabía lo que le iba a decir, y era algo bastante agradable, pero decidió permanecer callado por el momento. Terminaron su desayuno y se arreglaron, Jean Carlo camino con dirección a la casa de su padre, al parecer el señor Andollini se sentía mejor, y tenía bastantes ánimos. Este se encontraba en el jardín, al parecer la última quimio había resultado, pero aún no se podía decir que se encontraba completamente curado, pero tenía mucho mejor semblante del que tenía en días anteriores. Buenas tardes, padre — se acercó Jean Carlo y saludo a su padre, le dio un beso fraternal — veo que te encuentras con mejor semblante, eso me alegra bastante — el hombre se sentó al lado de este y le tomo la mano — me encanta verte así, padre — le sonrió. Gracias, hijo mío, tú te miras feliz — el hombre apretó la mano de su hijo — ¿Cómo va el matr