Salem y Analía caminaban nuevamente a su habitación, uno al lado del otro. Los pasillos del Pequeño Palacio estaban extrañamente solitarios esa noche. Había sido un día largo y extenuante, aunque no hubieran hecho mucho en realidad; solamente recibir al aquelarre les había arrancado parte de la energía.Desde las enormes ventanas del pasillo se podía observar a lo lejos el área libre dentro de la ciudad donde se había instalado el campamento de los vampiros. Se podían ver flamantes luces amarillas y varias fogatas alrededor. — ¿Estaremos bien? — le preguntó Analía.Salem caminaba sujetando su mano. Analía estrechó con fuerza la mano del lobo y él no la apartó, disfrutando de caminar juntos, tocándose. — Eso espero. La verdad, ahora tengo más esperanza. La idea de Henry tuvo sentido, aunque lo más probable es que ni siquiera haya sido suya. Sembrar las Brikas como minas podría funcionar. Los Maiasaura no lograrán verlas y podremos activarlas a distancia. La cuestión es que debemos el
— No está, dijo la Analía regresando. Salem se estaba comenzando a quitar la ropa — Tal vez Farid lo contrató, pero es raro ver a alguien limpiando los cuadros tan tarde — dijo Analía.Se sentó en el borde de la cama y observó el cuerpo desnudo de Salem. Era tan fuerte y masculino. — Ni lo pienses — le dijo él, podía sentir las emociones de Analía apretándole el estómago. — ¿Por qué no? De todas formas, ya estoy embarazada.Salem salió corriendo hacia el baño y Analía se rió. Comenzó a quitarse la ropa hasta que estuvo completamente desnuda. Cuando entró al baño, encontró al hombre debajo de la ducha, lavándose la sangre del cabello. Analía corrió las cortinas y se metió en la ducha con él. Le dio una fuerte palmada en los firmes glúteos y el hombre bufó. — Hola, guapo. — No sé si deberíamos... — ¿Por qué no? — le preguntó ella, recostando la frente en su espalda y rodeando las caderas del hombre, apretando con fuerza la carnosidad entre sus piernas. Luego comenzó a masajearlo; e
Había sido un día extenuante. Alexander sentía cómo le temblaban las rodillas mientras subía las escaleras de su casa. Tenía hambre y sueño. La semana que pasaron viajando desde el aquelarre hacia Agnaquela fue agotadora. Los centinelas, a unas cuantas horas de viaje de ellos, siempre alertas para detectar la presencia de los Maiasaura, llegaron el último día con la terrible noticia: el ejército se acercaba hacia ellos.La huida hacia Agnaquela se recorrió con todas sus fuerzas; fue una travesía desesperada y aterradora. Los más jóvenes prácticamente cargaban a los niños y a los ancianos, y a pesar de eso, estuvieron a punto de ser acorralados por las criaturas, de no ser porque entraron en tierras de Agnaquela y los Maiasaura que los encontraron no eran más que un grupo de avanzada que fue abatido por los vampiros a pesar de que estaban débiles y hambrientos.Alexander notó el gran potencial que tenían los vampiros para pelear; solo Bastian había logrado derribar de un par de golpes
La nieve todavía caía a raudales sobre Taranta. El Rey Cuervo estaba en el Gran Salón, observando por la ventana de cristal. Los Maiasaura caminaban por las calles de la ciudad como si aquella ventisca no fuera más que una brisa de verano. — Lagartijas de sangre fría — murmuró el Rey Cuervo, y su aliento produjo un vaho en el cristal. Estiró sus enormes alas negras y las sacudió, deseando alzar el vuelo por los aires. ¿Hacía cuánto que no volaba? Se preguntó. Prácticamente desde que había llegado a la ciudad de los Maiasaura, no visitaba el área verde hacía meses, solo tenía el Gran Salón para él. Era el único lugar donde podía extender las alas sin golpear ni derribar nada.La puerta se abrió y uno de los suyos entró. Tenía los cuernos cortos sobresaliendo de la frente. — Mi rey, ya está aquí la joven. — Hazla pasar — ordenó.Se sentó frente al escritorio con las alas desplegadas, y cuando la mujer entró, lo miró sorprendida. Todos se sorprendían al verlo. Era una mujer atractiva,
Analía se había despertado cansada y con sueño. Había perdido la cuenta de las veces que había hecho el amor con Salem esa noche, y cuando se despertó en la madrugada, estaba fuertemente abrazada a él, a su cuerpo fuerte, compartiendo su calor.El Alfa se había tenido que levantar temprano y le dejó muchos besos a Analía antes de entrar al baño. Luego, ambos se organizaron y se dispusieron para estar en la sala del trono. El consejo ya estaba allí cuando ellos llegaron y tuvieron que esperar un par de minutos para que llegaran Johana con Alexander y el transformista.Cuando comenzó la discusión con Barry, Analía estuvo a punto de intervenir. Pudo sentir cómo el cuerpo de Salem se llenaba de apatía. El Alfa casi les lanza un grito a los dos para que se quedaran callados, pero Alexander intervino, llamando a Barry irrespetuoso y Analía estuvo completamente de acuerdo.Desde que el lobo había regresado de su cautiverio con los Maiasaura, era diferente. Ya no era tan sonriente y brillante
Todo el consejo guardó silencio ante la sentencia dramática de Farid. Lo observaron detenidamente. — ¿A qué te refieres? — le preguntó Analía.El anciano se restregó la cara pesadamente, luego se puso a caminar de un lado para otro. — Si los Maiasaura están con la gente del bosque, entonces estamos perdidos. La gente del bosque tiene poderes incomprensibles que nosotros no tenemos. Además, tienen un... — ¿Un qué? — preguntó nuevamente Analía, al percibir que era la única que conocía poco sobre la gente del bosque. Luego, al ver la confusión en el resto de las personas del consejo, supo que no era la única que sabía poco de ellos. — Por la sangre pura, mi luna. Cuando un lobo se aparea con una loba, su hijo nace de raza superior. Cuando un vampiro se aparea con un vampiro, su hijo nace puro, y así, después de un par de generaciones, nace transformista, como el señor Bastian. Así es para todas las razas del submundo, para la gente del bosque también es así. Cuando su sangre está muy
Cuando la tormenta llegó a Agnaquela, sorprendió a todos en medio del proceso de poner las minas. Habían pasado un par de semanas desde que el aquelarre había llegado a la ciudad y recién habían logrado encontrar el presupuesto suficiente para mandar a traer el cableado.Alexander pensó que había sido un proceso complicado. Tuvieron que enviar humanos a los pueblos cercanos para comprar los cables, pues no podían llamar mucho la atención. Si los Maiasaura se enteraban de su plan, estarían fritos. Así que trajeron los cables poco a poco, pero al fin, después de esa semana, estaban completos.Alexander estaba afuera en la nieve, tenía el cuerpo cubierto de abrigos para protegerse del frío. Aunque tenía más resistencia que un humano normal, el hielo punzaba su cuerpo como mil agujas. Bastian estaba a su lado, sosteniendo una pala y removiéndose incómodo en su abrigo. El vampiro era incluso más resistente al frío que él, pero Johana había insistido terriblemente en que no lo dejaría salir
Analía se contempló en el espejo esa mañana. Habían pasado un par de semanas, casi un mes, desde que había estado con Salem por primera vez y ya quería ver si se le notaba un poco la barriga, pero era claro que no. Seguía siendo tan plana como de costumbre. — Tardarán unos cuantos meses más en notarse, — le dijo Farid. Analía se bajó el vestido y se ajustó las botas. Quería salir a vigilar que todo estuviera bien, que los invernaderos conservaran el calor adentro para que la comida floreciera, y quería verificar personalmente cómo iba el minado del bosque. — ¿Crees que será correcto contarles a la manada? Contarles que estoy embarazada, — preguntó Analía.Farid se lo pensó por un segundo y luego negó con la cabeza.— No, mi Luna. Creo que no es una buena idea. Algún día tendrán que darse cuenta de que usted no es la luna real de Salem. Y si esto sucede antes de que nazca su criatura... Bueno, no pensemos en eso ahora. —Analía se puso un abrigo para cubrirse del frío y respiró profu