–¿Liam, tú…? –susurra Amara, incapaz de apartar la vista de la escena frente a ella. La sorpresa la ahoga mientras ve cómo Liam, con la fuerza de un hombre decidido, sujeta el brazo de su padre. No puede entender lo que está sucediendo. ¿Él se está interponiendo? ¿Defendiéndola de su propio padre a pesar de lo mala que ha sido con el?Liam no la mira. Sus ojos están fijos en el hombre frente a él, tan intensos como un campo de batalla. –Señor, entiendo que esto sea un asunto familiar –dice en voz baja pero firme, con una convicción inquebrantable que cala en el aire cargado de furia. –pero no puedo, ni quiero permitir que levante siquiera un dedo contra la mujer con la que compartiré mi vida. Si ha de descargar su ira, que sea sobre mí. Pero a Amara no la lastimará. No me quedaré en silencio. La protegeré con todo lo que soy –sus palabras son una promesa, una declaración de guerra que no deja espacio para el arrepentimiento.Amara, al escuchar esas palabras empieza a sentir un cosquil
Liam la observa, sintiendo cómo un escalofrío recorre su espalda. Todo en su interior le dice que ella tiene razón. Que el peligro es real. Que si no hacen algo, Carlos encontrará la manera de salirse con la suya. Liam da un paso para estar más cerca de ella , y cuando sus dedos rozan los de Amara, ella no se aparta. Sus manos, frías y temblorosas, se entrelazan con las de él, buscando algo que la ancle a la realidad. Algo que le devuelva un poco de esperanza. –Amara, no te va a pasar nada– Su voz es suave, pero su fortaleza es férrea. Ella lo mira con los ojos llenos de lágrimas, pero su expresión sigue siendo de puro miedo y desesperación. La presión en su pecho es insoportable, y las palabras salen atropelladas, como si ya no pudiera controlarlas. –Entonces dime qué voy a hacer, Liam… –Su voz es quebrada, casi suplicante. –Porque yo no puedo esperar a que él haga su próximo movimiento si tú no estás a mi lado. Da un paso atrás, incapaz de mantenerse quieta. Sus manos se ap
Carlos entra a su oficina con el ceño fruncido y los hombros tensos por la frustración que lo consume. Se deja caer en su silla de cuero y, sin darse cuenta, su puño impacta con fuerza contra el escritorio. El sonido seco retumba en la habitación, haciendo que Úrsula, quien acaba de entrar, se sobresalte. –Maldita sea… –gruñe, llevándose una mano a la sien, mientras su mente no deja de dar vueltas. Úrsula lo observa con atención. Lo conoce bien, y cuando Carlos se enfurece, es peligroso, por eso se acerca a él con cautela, sin perder su sonrisa calculada. –Mi hija no va a permitir que rechace su matrimonio con ese sinvergüenza –escupe con rabia, mientras sus dedos tamborilean contra la madera del escritorio y su mandíbula se tensa, –Hará todo lo que esté en sus manos para lograrlo… – murmura entre dientes, con una mezcla de preocupación y resentimiento tiñendo su voz. Úrsula decide que es el momento de intervenir. Se desliza hasta él con una elegancia felina y se sienta en su
Carlos parpadea, aturdido. –¿Nuestro… hijo? –repite con incredulidad, como si la palabra le supiera extraña en la boca. Su mirada se clava en la de Úrsula, buscando una confirmación, una explicación, cualquier indicio de que ha escuchado mal. Ella baja la cabeza, dejando que un par de lágrimas escapen de sus ojos. No demasiadas, solo las justas para tocar la fibra sensible de Carlos. –No sé cómo pasó –susurra, con una mezcla perfecta de confusión y pesar. –Te prometí que me cuidaría… lo hice, de verdad… pero… estoy embarazada. –¿Qué? –Su voz es apenas un susurro al principio, pero luego se endurece. –¿Estás segura de eso? Úrsula asiente lentamente, con la mirada baja, fingiendo estar abrumada por la situación. En su interior, saborea el desconcierto de Carlos, la incertidumbre que lo envuelve. Es justo el efecto que buscaba. –Me hice la prueba esta mañana… no quería decírtelo hasta estar segura –dice con un suspiro tembloroso, como si la noticia la devastara tanto como a él.
–Estoy bajo el mando de la señora Amara Laveau, quien ejerce como mi superior directa – dice Kate, mientras sus labios se tuercen en una mueca apenas disimulada, como si el simple hecho de pronunciar ese nombre le causara un dolor punzante. Úrsula la observa en silencio, percibiendo cada matiz de su expresión, cada leve cambio en la postura de su amiga. No hace falta mucho para darse cuenta de que Kate está al borde del colapso. Se ha acostumbrado a ver cómo la rabia de Kate se desborda en ocasiones, pero hay algo diferente en este momento, algo que va más allá de la simple incomodidad.–¿Qué pasa, Kate? –pregunta Úrsula con voz suave pero firme, invitando a su amiga a abrirse, aunque sabe que las palabras nunca serán fáciles para Kate.Kate suspira profundamente, su cuerpo se tensa y su mirada vacila un instante. –He sido notificada… –su voz se quiebra por un segundo, pero rápidamente la recupera, intentando mantener la compostura. –… acerca de las intenciones de su padre. Él quiere
La sonrisa de Úrsula se curva, fría y maliciosa, porque le encanta ver a su amiga de esa manera. –¿Dejándote llevar por la furia, Kate? –su voz es juguetona, pero la oscuridad en sus palabras es palpable. Kate no responde, pero sus ojos arden con una intensidad peligrosa, algo que hace que Úrsula siga tejiendo su plan con calma. –Este hombre haría cualquier cosa por mí –dice con una seguridad escalofriante. –Usaré ese poder para asegurarte de que sigas trabajando como la guardaespaldas de su hija, Amara. Pero… –levanta un dedo, como si fuera a revelar un secreto crucial. – Bajo una condición, tienes que hacer que Liam y esa mujer se separen para siempre. Kate se reclina contra la pared, con una sonrisa que no llega a sus ojos. –No quiero simplemente separarlos. Eso sería demasiado fácil… demasiado aburrido. Quiero que se aferren el uno al otro con desesperación, que crean que su amor es inquebrantable, solo para después arrancárselo de las manos. Úrsula la observa en silenci
–Bueno, es hora del show –dice Úrsula con una sonrisa fría y venenosa curvando sus labios. –Te llamaré cuando estemos listos –añade, como si todo estuviera bajo su control y antes de que Kate pueda responder, se acerca y le da un beso en la mejilla. Un gesto que parece casi cariñoso, pero que no engaña a nadie, es solo una mascarada, un toque superficial. Úrsula gira sobre sus talones y comienza a caminar hacia la oficina de Carlos, demostrando su figura esbelta y segura en cada paso. Pero antes de que entre, se detiene y con una rapidez casi imperceptible, las lágrimas comienzan a deslizarse por sus mejillas, no con naturalidad, sino con la precisión de una actriz que conoce su papel al dedillo. La expresión en su rostro cambia de inmediato, como si un torrente de tristeza la hubiera invadido, pero todo es un juego, una actuación diseñada para manipular. Se toma un momento, logrando que su respiración se vuelve más profunda, como si la emoción de su personaje estuviera por apodera
Narra Amara Antes de ir a la empresa, dejamos a Lucero con su madre. Según Liam, eso ayudará a calmar los problemas en casa y luego, nos dirigimos a nuestros destinos. Al llegar al estacionamiento, Liam apaga el motor y corre a abrir mi puerta. Intento salir, pero mis piernas se niegan a obedecerme. La falta de control me sumerge en una angustia sofocante, las lágrimas amenazan con escapar, pero las contengo con esfuerzo. Mis dedos se aferran al borde del asiento, buscando un ancla en medio del caos. Liam espera en silencio mientras intento reunir fuerzas para dar un paso, pero algo me retiene. Mi respiración se acelera; el corazón golpea con fuerza desmedida, es como luchar contra una corriente invisible. Intento moverme, pero algo me ancla al asiento. Cierro los ojos, buscando recuperar el control, pero la sensación persiste. Una barrera invisible me detiene en seco. –¿Amara, estás bien? – La voz de Liam suena cercana, pero lejana al mismo tiempo, como si me hablara desde o