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UN GRAN PROPÓSITO. Sebastián miró a Braelyn, su mirada llena de un torbellino de emociones que luchaban por salir. ―Entonces… ¿Somos guardianes de una pluma mágica? ―preguntó Incrédulo. Braelyn asintió, sus ojos brillantes con una mezcla de orgullo y temor. ―Sí, papá me contó todo. Nuestras familias han sido guardianes por generaciones. Por eso nuestros abuelos pactaron nuestra unión, para que tú y yo nos encargáramos de mantener a salvo esa pluma poderosa. El Alfa se pasó una mano por el cabello, su gesto habitual cuando estaba estupefacto. ―¿Quiere decir que los dioses nos han unido por un gran propósito? ―¡¿No es maravilloso?! ―exclamó Braelyn con una sonrisa temblorosa, intentando infundir algo de su entusiasmo en él. ―Lo es, ángel, lo es ―afirmó Sebastián, aunque su voz se tensó al añadir ―No obstante, me preocupa que esto se sepa. ¿Tienes idea de los problemas que traerá? Es mejor seguir manteniendo en secreto esta verdad. Braelyn bajó la cabeza y buscó las palabras adec
UNA CENA ROMÁNTICA. Braelyn caminaba con los ojos cerrados, confiando plenamente en Sebastián. Él había recuperado su fuerza rápidamente, y ahora, con una sonrisa llena de expectativa, la guiaba hacia una sorpresa que había planeado para ella. ―No hagas trampa, ángel. No abras los ojos ― le susurró Sebastián con voz suave. ―Cariño, confío en ti, pero… ¿A dónde me llevas? Ya ha pasado mucho tiempo. El Alfa sonrió ampliamente y sus ojos brillaron al imaginar lo que había preparado con la ayuda de Boris y algunas omegas del castillo. ―De hecho, ya llegamos ―dijo con un tono lleno de satisfacción y orgullo. Rodeó a Braelyn y con un gesto delicado le retiró la venda. La loba abrió los ojos lentamente, tomándose un momento para enfocarse en la maravilla frente a ella. Sus ojos se abrieron grandes como platos, reflejando la luz de las “estrellas” que colgaban sobre ellos. ―¿Te gusta? ―preguntó Sebastián un poco ansioso, era la primera vez que hacía ese tipo de cosas. Pero por Braelyn es
UNA CENA ROMÁNTICA +18 Sebastián arrastró un dedo lentamente sobre su clítoris, y las caderas de Braelyn se sacudieron en respuesta. ―Dentro de un rato separarás aún más estos preciosos muslos para mí y verás cómo mi polla se hunde dentro de este precioso cuerpecito tuyo, ángel. ―gruño el Alfa a punto de perder el control. El aroma de su hembra lo volvía loco. ―Sí ―fue todo lo que salió de los labios de Braelyn. ―Bien. Un segundo después su lengua bajó hasta su clítoris y la lamió, despacio. El mundo se detuvo. Todo se detuvo. Nada más parecía existir, en ese preciso instante solo eran Braelyn y Sebastián. Ella soltó un gemido profundo, y el pecho del Alfa retumbó en señal de aprobación. ―Eres absolutamente deliciosa. Volvió a lamerla y Braelyn gritó ante la sensación. ―Puedo ver y saborear cuánto me deseas, mi ángel. Mira lo resbaladiza que estás para mí― él arrastró un dedo por su centro y ella volvió a gemir. Sus caderas se balancearon desesperadamente mientras él desliza
CENA ROMÁNTICA II (+18) Un momento después, el Alfa cruzó la gruta a grandes zancadas. Los pies de Braelyn tocaron el suelo al llegar a la pared, él la hizo girar hasta que sus pechos tocaron la fría pared. Sebastián levantó una mano por encima de su cabeza y luego la otra. ―Déjalos ahí ―ordenó. ―Sebastián… ¿Qué…? ― las palabras murieron en su garganta cuando la agarró por las nalgas, abriéndola antes de penetrarla de golpe. Braelyn jadeo de placer, sus tetas se estrellaron contra la pared mientras él la penetraba una y otra vez. Sus dedos se clavaron en sus caderas y la necesidad de ser follada salvajemente la excitó. ―Después de que una hembra le haya dado permiso, un Alfa toma lo que quiere y cuando quiere ―le gruñó al oído. ― Y si mi hembra necesita más, entonces le doy más. ―Yo… ― las palabras volvieron a morir en sus labios, porque Sebastián estaba embistiéndola y jugando con su clítoris al mismo tiempo ―¡Diosa! ―¿Te gusta? ―le dijo al oído ―Voy a dejarte completamente
NO QUIERO DEJARTE. La madrugada apenas despuntaba cuando Sebastián se preparaba para partir. El silencio se extendía por todo el patio del castillo Donovan, mientras Braelyn observaba cada movimiento de su Alfa con preocupación. ―¿Seguro estarás bien? ―preguntó Sebastián, con una voz que mostraba su renuencia a dejarla. Sus ojos se encontraron con los de ella, buscando confirmación. Ella asintió, su expresión era serena, pero sus ojos no ocultaban la inquietud que sentía. ―Sí, voy a estar bien, no te preocupes ―dijo Braelyn sonando calmada. ―Tú ve cuanto antes y resuelve todo. Prometo que estaré aquí esperándote. Sebastián se acercó a ella, su rostro endurecido se suavizó al tocar su mejilla con el pulgar. ―No me siento bien dejándote, ángel ―admitió con un susurro. ―Te quiero a mi lado. ―Yo también te quiero a mi lado, Alfa. ―respondió con dulzura ―Pero… de verdad no puedo verla, no hasta que me digas que ella mintió. Sebastián podía entender la incomodidad de Braelyn y aunque
ESTE ES MI HOGAR ―Sebastián… ―Erika susurro con un rastro de temor y arrepentimiento en su voz. ―¡Habla! ―exclamo golpeando uno de los barrotes y haciendo que Erika se sobresaltara ―Habla o te juro por la diosa que… ―Siempre fui una Omega en la manada de tu padre, y aunque me sentía atraída hacia ti… sabía que las reglas de la jerarquía nos separaban. ―Erika bajó la cabeza y cerró los ojos, las lágrimas mojaron sus dedos temblorosos ― Cuando Sedrik tomó el mando, supe que las cosas se complicarían… La expresión de Erika se volvió aterradora, recordando el día en que intentó huir. ―Traté de escapar, pero los hombres de Sedrik me atraparon. ―sollozo ― Me llevaron ante él y… luego de que… ―ella buscó aire tratando de calmarse ― él me ofreció una elección desgarradora: trabajar para él o enfrentar o morir. Los ojos azules de Sebastián nunca perdieron su ira, sin embargo, quería seguir escuchando antes de tomar una decisión. ―Acepte… ―un escalofrío recorrió a Erika mientras continuab
UN PRECIO DEMASIADO ALTO. El silencio de la noche se cernía sobre la celda fría y solitaria donde Erika yacía en un sueño inquieto. La luna se ocultaba, como si presagiara la oscuridad que se avecinaba. De repente, un temblor sutil, casi imperceptible, recorrió el suelo de piedra. Erika, aun en las garras del sueño, sintió cómo sus sentidos, agudizados por el instinto de supervivencia, se disparaban en alerta máxima. Algo había cambiado en la atmósfera, algo o alguien había invadido su espacio sagrado. Sus ojos se abrieron de golpe, y la poca luz que se filtraba a través de las rejas reveló una silueta imponente. Un lobo marrón, con ojos que destellaban una sed asesina, la observaba fijamente. Erika no necesitaba preguntar; conocía esos ojos, esa presencia. Era Sedrik, o mejor dicho, un emisario de muerte. ―Él te envió, ¿verdad? ―su voz era un gruñido bajo, cargado de desafío y furia contenida. ―¡Pues entonces no moriré sin pelear! ―¡Los traidores merecen la muerte como castigo! ―g
UN ENEMIGO DEMASIADO CERCA. La luz del amanecer se filtraba tímidamente por los vidrios de los ventanales, bañando la mesa de desayuno con tonos dorados y anaranjados. Sebastián y Callum estaban sentados uno frente al otro, la tensión entre ellos era palpable, casi como si pudiera cortarse con un cuchillo. ―Entonces, ¿la vas a dejar ir? ―Callum, con el ceño fruncido y un rastro de incredulidad en su mirada, replicó. ―Sí, Callum. No voy a condenarla, además está embarazada de mi sobrino. Pero el Beta no estaba muy convencido. ―¿Le crees? ―preguntó, su voz teñida de duda. Sebastián suspiró profundamente, cerrando los ojos por un momento, como si buscara la fuerza para admitir una verdad dolorosa. ―Lo vi en sus ojos ―dijo el Alfa ―Estaba arrepentida y además… La tensión aumentó cuando Sebastián dejó su tenedor sobre el plato con un gesto brusco y golpeó la mesa, haciendo que los utensilios temblaran. ―Sedrik… abusó de ella. Callum se atragantó con su comida, tosiendo y ahogándos