¿Quieren maratón?
MI LINAJE MORIRA CONMIGO. Braelyn se apartó de Sebastián, la expresión de desafío en sus ojos grises. ―No tienes derecho a mantenerme aquí en contra de mi voluntad. Sebastián soltó una risa arrogante, su aura de autoridad envolviéndolo. ―Soy el Alfa, mi palabra es ley en este castillo y en estas tierras. Braelyn le lanzó una mirada enojada. ―Tirano. ―murmuro. Sebastián, lejos de enfadarse, respondió con calma. ―No tienes salida, serás mi invitada hasta que yo lo decida. Braelyn frunció los labios y le espetó. ―A los invitados no se les besa. Él avanzó hacia ella, susurrándole con seducción. ―No cuenta cuando el invitado coopera. Ella se sonrojó y le reprochó. ―Si voy a quedarme, al menos dame una habitación. Esta es tuya, y tendrás que usarla en algún momento. Sebastián se encogió de hombros con indiferencia. ―No te preocupes, podemos dormir los dos en ella. No muerdo y no haré nada que no quieras. Braelyn lo miró escandalizada. ―¡Estás completamente demente! No compa
¿UNA CITA? La luz del atardecer bañaba el consejo con sus últimos rayos, pintando de oro y sombra los rostros de los presentes. Sebastián salió, la pesadez de las decisiones y debates aún resonando en su mente. Tenía la intención de refugiarse en la soledad de su estudio, perderse en la amargura, pero sus pasos se detuvieron, sus ojos capturados por una visión que disipó momentáneamente su miseria. Allí estaba Braelyn, su risa flotando en el aire como una melodía, jugando con Xavier en la distancia. Sebastián observó, casi sin respirar, cómo su cabello negro danzaba con el viento, cómo su cuerpo se movía con una gracia que lo hechizaba. Estaba perdido en esa visión cuando sintió la mano de Callum sobre su hombro. ―La miras demasiado como para ser una más de la manada ―bromeó Callum, pero Sebastián rápidamente ajustó su expresión y fingió indiferencia. ―Te equivocas, solo estaba viendo a Xavier ―replicó Sebastián, aunque su voz carecía de convicción. ―Ajá, y yo soy un tonto ―dijo C
IMPULSOS. La frescura de la mañana aún se adhería a las piedras del castillo cuando Braelyn despertó. La noche había sido larga, su mente un torbellino de pensamientos y resoluciones. Con la determinación tallada en su rostro, decidió que hoy sería el día en que reclamaría su libertad. Se dijo que el Alfa no tenía derecho a mantenerla cautiva. Se vistió rápidamente, ignorando los gruñidos de su estómago, y salió en busca de Sebastián. Sin embargo, apenas salió lo que vio allí robó el aliento. Sebastián, el Alfa, estaba entrenando, vestido únicamente con pantalones que delineaban su forma atlética. De espaldas a ella, cada movimiento suyo era una exhibición de fuerza y control, sus músculos danzando al ritmo de sus movimientos con la espada. Braelyn tragó saliva, luchando por mantener sus emociones a raya. Su loba interior se agitaba, más inquieta con cada latido de su corazón. Era precisamente esa inquietud la que la impulsaba a marcharse de allí. «Controla tus pensamientos, Braelyn
A MI REGRESO.Braelyn se encontraba sentada en el jardín del castillo, disfrutando de la cálida brisa de la tarde. Xavier se acercó corriendo hacia ella con una sonrisa llena de emoción en su rostro.―¡Rose! ¡Rose! ―exclamó pequeño lobo, saltando de alegría ―¿Es cierto que te quedarás aquí como mi maestra?Ella recibió en sus brazos al niño mientras asentía con una sonrisa. Braelyn se conmovió al ver la emoción en los ojos de Xavier. Lo abrazó tiernamente, sintiendo el cálido abrazo del niño a su alrededor.―Sí ― respondió con ternura ―Me quedaré aquí por un tiempo y seré tu maestra. Estoy emocionada de poder enseñarte y compartir momentos contigo.―¡Eso es genial! Ahora podremos pasar mucho tiempo juntos.El brillo en los ojos de Xavier se desvaneció ligeramente al escuchar las palabras de Braelyn.―¿Solo por un tiempo? ―preguntó con una voz entrecortada, luchando por ocultar su decepción.Braelyn apretó suavemente las manos de Xavier, buscando transmitirle seguridad y cariño.―Sí, mi
SE TERMINÓ. Sebastián estaba en la habitación de su mansión mirando con complicación a Erika. La mujer estaba hecha un mar de lágrimas, y el Alfa no sabía cómo proceder. ―Erika ―dijo en voz baja ―Conocías la naturaleza de nuestra relación, sabías que terminaría en cualquier momento. ―Sí, lo sé, pero no puedo resignarme, Sebastián ―sollozó la mujer ―No puedo. Sé que no querías más que sexo entre nosotros, pero… ¡Oh dios, te amo! ¡Te amo, Sebastián! Por favor, no me abandones, yo… yo te amo. El alfa sintió compasión por la mujer, pero por otro lado, no pensaba sacrificar su recién descubierta felicidad por ella. No había dejado de pensar en Rose desde que llegó, de hecho, estaba ansioso por regresar, para abrazarla, besarla, hacerla suya. En el fondo, Sebastián anhelaba volver con los suyos y comportarse como lo que era: un lobo. Estaba hastiado de vivir en el mundo humano, aunque este le había dado pequeñas satisfacciones. Había conocido a Erika en una negociación, de hecho, en el
ES LA ÚNICA MANERA DE SENTIRTE MEJOR. Braelyn corrió a través del bosque en su forma de lobo, las palabras de la Omega resonaban en su mente una y otra vez. En ese momento, deseaba poder desaparecer o, mejor aún, retroceder en el tiempo. Se sentía estúpida, una gran tonta. Se había negado a unirse al hombre del que se había enamorado. Sentía que el destino la castigaba, primero al llevarla hacia él y luego al unir sus destinos. Continuó corriendo hasta llegar a un hermoso lago. Se detuvo, con la respiración agitada y el corazón martilleando en su pecho. Volvió a su forma humana y se permitió llorar, pero esta vez sus lágrimas eran como cuchillos atravesándola, estaba llena de dolor y tristeza, porque sus propias decisiones la habían alejado de su propia felicidad. Cerró los ojos y en su mente brillaron los ojos azules de Sebastián, mirándola con admiración y anhelo. Y sus sollozos se hicieron más fuertes, pronto cayó de rodillas, abrazándose a sí misma, presa del dolor. ―¿Por qué? ¿
MANTENER EL SECRETO. Braelyn se estremeció al escuchar la voz de Sebastián. Giró la cabeza en dirección al sonido, encontrándose con la mirada intensa del lobo que la había cautivado con sus ojos azules. La presión en su pecho aumentó, sintiendo una mezcla de alivio y temor. Las palabras resonaron en su mente, promesas de querer conocerla mejor, de ser parte de su vida. ―Rose, ¿qué sucede? ―preguntó con voz suave, rodeándola con sus brazos protectores. Ella cerró los ojos, permitiéndose sentir el consuelo momentáneo de su abrazo, pero el peso en su corazón no se aliviaba. Sebastián apartó suavemente a Braelyn para mirarla directamente a los ojos. ―Dime, por favor. ¿Quién te hizo llorar? ―inquirió con una preocupación palpable. Ella titubeó, luchando con sus propias emociones antes de responder con un susurro entrecortado. ―No es nada… Yo… solo estoy un poco triste ―murmuró, intentando ocultar la verdad. Él secó delicadamente sus lágrimas y, con un dejo de incredulidad, preguntó:
EL SABOR MÁS DULCE (+18) Sebastián caminó hacia la cama y la dejó caer lentamente, perdiéndose en la profundidad de sus ojos grises. Sus corazones latiendo en perfecta sincronía, como si estuvieran conectados por un hilo invisible de amor y deseo. En ese momento el mundo a su alrededor pareció desvanecerse, dejando solo espacio para ellos dos. El Alfa se perdió un momento en la imagen del ángel que había llegado para cambiar su mundo. «Desnuda. La forma en que estaba destinada a ser… para mí… Solo para mí» Una sonrisa brotó en sus labios después del pensamiento y dijo. ―Solo relájate, ángel. Te haré sentir bien. El Alfa se inclinó hacia ella y le dio un suave beso en los labios, para luego dejar otro en su mandíbula y comenzar a bajar lentamente hasta llegar al inicio de sus pechos. Braelyn cerró los ojos disfrutando del suave toque de sus labios, pero abrió los ojos perplejos cuando sintió la calidez de su lengua. Bajo la mirada, solo para encontrarse con sus labios cerrados al