xoxo.
¿QUIERES OCASIONAR UNA MATANZA? En la penumbra de la sala del trono, Sebastián miraba fijamente a Callum, su leal Beta, mientras le encomienda una crucial tarea. ―Necesito que te ocupes de la investigación sobre el secuestro de Xavier. Rastrea hasta el último rincón, identifica a los responsables. Callum asintió con solemnidad, listo para cumplir con la orden de su Alfa. ―Entendido, Sebastián. Haré que mis mejores lobos se ocupen de ello, yo más que nadie quiero tener en mis manos a esos malditos que osaron lastimar a mi hijo. La gravedad de la situación pesaba en el ambiente, pero Callum no pudo evitar preguntar por otro asunto que le inquietaba. ―¿Y qué hacemos con la chica? ¿La dejamos aquí? Sebastián se apoyó en el trono, pensativo, antes de responder. ―Por ahora, que se quede en el castillo. También quiero que la investigues. Necesito saber si es de fiar. La curiosidad se reflejó en los ojos del Beta, y una sonrisa traviesa se formó en su rostro. ―Veo que tienes un inter
YO LA VI PRIMERO. La sala del castillo estaba impregnada de un silencio tenso mientras Sebastián sostenía a Braelyn con firmeza, su mirada llena de deseo se encontró con la nerviosa expresión en el rostro de la loba. ―Alfa, por favor, esto no está bien... Inicialmente, Braelyn resistió el beso, sus manos intentaban apartarse de Sebastián, pero el calor y el deseo crecían con cada segundo. El lobo de Sebastián aullaba en éxtasis, mientras que la loba de Braelyn se debatía entre la resistencia y la rendición. ―No puedo... resistirme a ti. ―susurro aspirando su aroma, con cada minuto que pasaba el deseo dentro de él se hacía más incontrolable. ―Por favor… Fue lo último que dijo Braelyn antes de que Sebastián se apoderara de sus labios en un beso posesivo, consumidor e incendiario. Braelyn gimió cuando la lengua de Sebastián se adentró en sus labios para bailar con la de ella. Se estremeció cuando su cuerpo instintivamente se pegó aún más, sintiendo la dureza de su cuerpo, su calor y
MI LINAJE MORIRA CONMIGO. Braelyn se apartó de Sebastián, la expresión de desafío en sus ojos grises. ―No tienes derecho a mantenerme aquí en contra de mi voluntad. Sebastián soltó una risa arrogante, su aura de autoridad envolviéndolo. ―Soy el Alfa, mi palabra es ley en este castillo y en estas tierras. Braelyn le lanzó una mirada enojada. ―Tirano. ―murmuro. Sebastián, lejos de enfadarse, respondió con calma. ―No tienes salida, serás mi invitada hasta que yo lo decida. Braelyn frunció los labios y le espetó. ―A los invitados no se les besa. Él avanzó hacia ella, susurrándole con seducción. ―No cuenta cuando el invitado coopera. Ella se sonrojó y le reprochó. ―Si voy a quedarme, al menos dame una habitación. Esta es tuya, y tendrás que usarla en algún momento. Sebastián se encogió de hombros con indiferencia. ―No te preocupes, podemos dormir los dos en ella. No muerdo y no haré nada que no quieras. Braelyn lo miró escandalizada. ―¡Estás completamente demente! No compa
¿UNA CITA? La luz del atardecer bañaba el consejo con sus últimos rayos, pintando de oro y sombra los rostros de los presentes. Sebastián salió, la pesadez de las decisiones y debates aún resonando en su mente. Tenía la intención de refugiarse en la soledad de su estudio, perderse en la amargura, pero sus pasos se detuvieron, sus ojos capturados por una visión que disipó momentáneamente su miseria. Allí estaba Braelyn, su risa flotando en el aire como una melodía, jugando con Xavier en la distancia. Sebastián observó, casi sin respirar, cómo su cabello negro danzaba con el viento, cómo su cuerpo se movía con una gracia que lo hechizaba. Estaba perdido en esa visión cuando sintió la mano de Callum sobre su hombro. ―La miras demasiado como para ser una más de la manada ―bromeó Callum, pero Sebastián rápidamente ajustó su expresión y fingió indiferencia. ―Te equivocas, solo estaba viendo a Xavier ―replicó Sebastián, aunque su voz carecía de convicción. ―Ajá, y yo soy un tonto ―dijo C
IMPULSOS. La frescura de la mañana aún se adhería a las piedras del castillo cuando Braelyn despertó. La noche había sido larga, su mente un torbellino de pensamientos y resoluciones. Con la determinación tallada en su rostro, decidió que hoy sería el día en que reclamaría su libertad. Se dijo que el Alfa no tenía derecho a mantenerla cautiva. Se vistió rápidamente, ignorando los gruñidos de su estómago, y salió en busca de Sebastián. Sin embargo, apenas salió lo que vio allí robó el aliento. Sebastián, el Alfa, estaba entrenando, vestido únicamente con pantalones que delineaban su forma atlética. De espaldas a ella, cada movimiento suyo era una exhibición de fuerza y control, sus músculos danzando al ritmo de sus movimientos con la espada. Braelyn tragó saliva, luchando por mantener sus emociones a raya. Su loba interior se agitaba, más inquieta con cada latido de su corazón. Era precisamente esa inquietud la que la impulsaba a marcharse de allí. «Controla tus pensamientos, Braelyn
A MI REGRESO.Braelyn se encontraba sentada en el jardín del castillo, disfrutando de la cálida brisa de la tarde. Xavier se acercó corriendo hacia ella con una sonrisa llena de emoción en su rostro.―¡Rose! ¡Rose! ―exclamó pequeño lobo, saltando de alegría ―¿Es cierto que te quedarás aquí como mi maestra?Ella recibió en sus brazos al niño mientras asentía con una sonrisa. Braelyn se conmovió al ver la emoción en los ojos de Xavier. Lo abrazó tiernamente, sintiendo el cálido abrazo del niño a su alrededor.―Sí ― respondió con ternura ―Me quedaré aquí por un tiempo y seré tu maestra. Estoy emocionada de poder enseñarte y compartir momentos contigo.―¡Eso es genial! Ahora podremos pasar mucho tiempo juntos.El brillo en los ojos de Xavier se desvaneció ligeramente al escuchar las palabras de Braelyn.―¿Solo por un tiempo? ―preguntó con una voz entrecortada, luchando por ocultar su decepción.Braelyn apretó suavemente las manos de Xavier, buscando transmitirle seguridad y cariño.―Sí, mi
SE TERMINÓ. Sebastián estaba en la habitación de su mansión mirando con complicación a Erika. La mujer estaba hecha un mar de lágrimas, y el Alfa no sabía cómo proceder. ―Erika ―dijo en voz baja ―Conocías la naturaleza de nuestra relación, sabías que terminaría en cualquier momento. ―Sí, lo sé, pero no puedo resignarme, Sebastián ―sollozó la mujer ―No puedo. Sé que no querías más que sexo entre nosotros, pero… ¡Oh dios, te amo! ¡Te amo, Sebastián! Por favor, no me abandones, yo… yo te amo. El alfa sintió compasión por la mujer, pero por otro lado, no pensaba sacrificar su recién descubierta felicidad por ella. No había dejado de pensar en Rose desde que llegó, de hecho, estaba ansioso por regresar, para abrazarla, besarla, hacerla suya. En el fondo, Sebastián anhelaba volver con los suyos y comportarse como lo que era: un lobo. Estaba hastiado de vivir en el mundo humano, aunque este le había dado pequeñas satisfacciones. Había conocido a Erika en una negociación, de hecho, en el
ES LA ÚNICA MANERA DE SENTIRTE MEJOR. Braelyn corrió a través del bosque en su forma de lobo, las palabras de la Omega resonaban en su mente una y otra vez. En ese momento, deseaba poder desaparecer o, mejor aún, retroceder en el tiempo. Se sentía estúpida, una gran tonta. Se había negado a unirse al hombre del que se había enamorado. Sentía que el destino la castigaba, primero al llevarla hacia él y luego al unir sus destinos. Continuó corriendo hasta llegar a un hermoso lago. Se detuvo, con la respiración agitada y el corazón martilleando en su pecho. Volvió a su forma humana y se permitió llorar, pero esta vez sus lágrimas eran como cuchillos atravesándola, estaba llena de dolor y tristeza, porque sus propias decisiones la habían alejado de su propia felicidad. Cerró los ojos y en su mente brillaron los ojos azules de Sebastián, mirándola con admiración y anhelo. Y sus sollozos se hicieron más fuertes, pronto cayó de rodillas, abrazándose a sí misma, presa del dolor. ―¿Por qué? ¿