Isla de Paros, Grecia… Paros, una hermosa isla griega, reconocida por sus playas y sus pueblos tradicionales. Es un lugar íntimo, y a diferencia de Santorini, no es tan concurrido; así que se convierte en el sitio perfecto para que Ann y Demitrius pasen un inigualable fin de semana junto a Dafne. Sin los molestos cuestionamientos de Elena, la intensidad de Celia o la obsesión de Eleonor. Los tres recién llegados solo quieren pasar unas cuantas horas alejado del mundo que parece estar en su contra. —¡Me encanta! Exclama Dafne cuando a los lejos visualiza el puerto donde el lujoso yate de su padre pretende anclar. Es tan fácil para Demitrius movilizar a sus empleados de manera imprevista, solo tiene que hacer unas cuantas llamadas y todo lo que necesita está a su alcance. Sin embargo, para él esa parte no es la relevante. Lo verdaderamente importante es ver la radiante sonrisa de una niña de diez años, quien señala hacia el mar. Ella no lo comprende del todo, pero nació con el pri
Mientras, Ann, Demitrius y Dafne, disfrutan de las maravillosas bondades que tiene el pueblo de Paros, y derrochan por sus calles más miel que en un enjambre de abejas. Andreus llega sin anunciarse a la galería de arte de Dionela con una inusual invitación. —Hola.Saluda el incorregible, causando un respingo en la mujer que no esperaba su presencia. Es sábado en la tarde, se supone que este debería estar viajando a Ibiza o a cualquier isla donde haya muchas mujeres semidesnudas y el alcohol suficiente para recrear el río Neda con todo y cascada. Dionela lo mira de arriba a abajo. Andreus lleva puesto un joggers, una sudadera y calzado deportivo. Ella frunce el ceño ante el nuevo cambio de su amante.—Andreus Constantino, ¿desde cuándo viste tan… sport?Pregunta extrañada, aunque no debería estarlo, él siempre tiene con qué sorprenderla a pesar de conocerlo de toda la vida. No puede negar que la vestimenta del caballero le queda sexi y se ve más atractivo que nunca. Muy sonriente, An
Domingo en la mañana, en las afueras de Atenas…Es el último día del imprevisto fin de semana, en veinticuatro horas a las tres parejas les tocará toparse con la realidad. Ann y Demitrius saben lo que desean para su relación, solo les falta actuar para conseguirlo. Andreus está convencido de que puede conquistar a Dionela y hacerla ver que está listo para algo serio con ella. No obstante, hay dos personas que no saben por qué sucumbieron a los deseos carnales y pasaron gran parte del fin de semana teniendo sexo rudo y desenfrenado. Solo descansaron para asearse y alimentarse. Parecían estar en cerrados en una cárcel del placer. En un cálido pueblo rodeado de vegetación y aire fresco, Celia y Alexander se olvidaron de sus compromisos y se quitaron las ganas contenidas por los mismos. Se supone que él tiene un encargo y entre ellos no es acostarse con una mujer que, según muchos, está obsesionada con Demitrius, su mejor amigo. —Y ahora, ¿qué hacemos?Pregunta ella, aún acostada en la
Domingo en la noche. Paros, Grecia…Con un cielo despejado, iluminado por la luna llena y embellecido por las estrellas. Va soplando una ligera brisa que abraza a dos personas que intentan amarse con locura. Siempre se ha escuchado que antes de dar el gran paso hacia el altar se debe de conocer a la perfección a la persona a tu lado. Dicen que dos meses no son suficientes para saber si amas a alguien, que no puedes ser feliz si no son de la misma clase social. Son tantas las objeciones que mucho se limitan a vivir un amor verdadero, que muchos optan por dejarlo ir. ¿Qué tan malo puede ser tener una romántica cena frente a la playa mientras lo único que se escucha son las olas que chocan contra las rocas? ¿Qué tan descabellado es ver con ilusión, admiración y amor a un hombre que es mayor que tú y al cual intentas conocer? ¿Qué de malo tiene perderte en la mirada de una joven que a penas conoces y con quien compartirás algo tan importante como la paternidad? ¿Qué de malo hay en vivir
Lunes. Atenas. Grecia… A penas son las 7:15 de la mañana y ya Demitrius está listo para enfrentar a sus enemigos. Su impecable traje de corte inglés color gris con estampado de cuadros de tres piezas lo hace ver imponente e indestructible. Con mucha elegancia, termina de acomodar el nudo de su corbata para luego colocarse su reloj Patek Philippe de correa verde olivo. Todo lo del sensato hombre es exageradamente exquisito, y sin duda, le hace honor a su apodo… —Zeus. Se escucha la voz de la joven al entrar la habitación luego de salir del cuarto de Dafne y confirmar que estaba plácidamente dormida. Resulta que los tres salieron de madrugada de Paros; esta vez, el viaje de regreso fue por avión, para mayor rapidez. Así que la niña llegó demasiado agotada para ir al colegio. Tanto el padre como la hija se negaron a volver al palacio de los Constantino. Demitrius no tenía ninguna intención de sostener una discusión con su madre, y mucho menos de dejar a Ann sola después del maravilloso
La sala se encuentra en total silencio, de tal modo que, de caer un alfiler, se pudiese escuchar su sonido. De repente, Demitrius siente que una neblina cubre todo y solo lo deja visualizar a un padre que aún no supera la muerte de su hija. Beatriz no fue la única hija que tuvo Caesar; sin embargo, era su consentida. Él nunca vivió con Eleonor o se involucró en su crianza, para él era suficiente enviarle dinero hasta que llegó el día de necesitarla y vengar la muerte de su hermana. Fue lenta y amarga la espera, pero será dulce el resultado, piensa él. Él desvía su mirada hacia Ann, quien lo observa con intriga, luego mira a su viejo amigo.—Dionisio, también es un gusto volver a verte. Sé que no esperaban mi presencia, ya que nunca he asistido a ninguna de las reuniones; no obstante, me enorgullece saber que ya soy lo suficientemente bueno para pertenecer al corporativo de los Constantino - dice en tono maldoso y voltea a ver a Demitrius, quien oculta muy bien su desconcierto. —Mi qu
Nunca se había sentido una noche tan vacía como la de ahora, no hace frío, pero tampoco calor. No hay nubes; sin embargo, la luna ni las estrellas muestran su brillo. No hay indicios de lluvia, aun así, se siente que una corriente de agua se lleva el alma de un hombre que acaba de revivir su pasado y esta vez le golpea más duro que nunca. Un hijo, Demitrius iba a hacer padre doce años atrás y ni siquiera quien le iba a dar esa bendición se enteró, al menos eso quiere creer, porque le rompería el corazón, saber que ella sí lo supo, y de todas formas decidió no vivir. —Sabía que te íbamos a encontrar aquí. Habla Andreus sentándose en la mesa de un viejo bar adonde ellos suelen ir cuando quiere sentirse una persona común y corriente. También se encuentra Alexander, quien se mostraba preocupado por su amigo después de la reunión en la mañana. Demitrius sintió que tenía que salir corriendo, debía escaparse por unas cuantas horas de su realidad. Fue doloroso para él ver la cara de Ann c
Una cena, una noche de gala, es lo que está organizando Elena sin importarle los nuevos cambios que ha dado su entorno. La matriarca se comunicó con sus contactos para obtener informaciones acerca de sus hijos e incluso sobre Celia. Estos le aseguraron que cada uno tuvo un especial fin de semana en diferentes partes de Grecia. De hecho, también se enteró de la aparición de Caesar y su nueva relación con el corporativo de su familia. Al parecer, llenarle de ideas a Beatriz en su momento no fue suficiente para alejarla a ella y a su padre de su hijo. Ahora este tiene sed de venganza y se la quiere desquitar con un inocente, siendo ella la verdadera causante de la muerte de aquella joven. Pero eso nadie lo tiene que saber. Igual permanecerá con sus ideas, no dejará que las personas comiencen a especular sobre que la dinastía Constantino está llegando a su final. Llevará a cabo su plan y Demitrius y Celia tendrán que moldearse a él.—Muy bien, quiero estos centros de mesas - dice Elena s