—¿Ann? ¿Eres tú?Andreus lanza la pregunta divisando con mayor exactitud a la joven que acaba de entrar a la oficina de su hermano. Es un hallazgo sorpresivo para él, no la había visto después de darle la llave equivocada aquella noche en Bahamas, cuando también se fugó con Dionela olvidando su compromiso anterior. El incorregible observa a la joven con detenimiento, él percibe un brillo especial en ella que no le había visto en las pocas semanas que tuvo conociéndola. También la ve más voluptuosa de cómo la recuerda. Entonces es cuando él vuelve a ver a su hermano con una ceja levantada. Puedo comprender la confusión que hubo y que terminó con su gemelo cayendo rendido en los brazos de ella. Lo que no esperaba es ver la mirada de un hombre enamorado que tiene Demitrius, quien evita mirar a Andreus. —¿De qué me perdí?Cuestiona nuevamente, perdido entre lo que está pasando. Ann mira al incorregible, y en su interior se libera una batalla entre la vergüenza y el enojo. Siendo el eno
“Ann, vamos a casarnos”. Esas fueron las palabras que su jefe pronunció, mientras ella degustaba un solomillo en salsa agridulce y un cremoso puré de papas. Estaba contenta, poco a poco su apetito empieza a regresar, a pesar de que los tensos momentos aún permanecen. Igual ella siente que el curso de su vida va tomando una buena dirección. Ahora no sabe qué responder o qué hacer, nunca pensó en que se casaría tan joven y menos con su jefe. —Disculpe, ¿qué? - dice Ann incrédula ante la absurda propuesta. Horas antes… Ann y Demitrius entran al consultorio sin tener que esperar en la sala. Es una hora peligrosa del día y cualquiera podría reconocerlo; sin embargo, el sensato hombre apela a la discreción de su cuñada. No encontró a otra doctora mejor preparada para atender a la futura madre. Miriam, la hermana mayor de Samira, es una mujer con los pies bajo la tierra que no ha entrado en el juego de tronos que tiene su familia, así como otras de renombre y poder en Grecia. Por lo q
¿Casarme o no casarme? Esa es la cuestión. Va reflexionando Ann, mientras da vueltas por toda la cama a media noche. No ha podido dejar de pensar en la propuesta de Demitrius, cuando lo hizo se veía muy angustiado y eso no le gustó. Ella ya empieza a conocer las facciones de su jefe: la forma en la que cierra los ojos cuando cree que está hablando de más, es como si se hiciera un recordatorio de que no puede expresar todo lo que de verdad siente. Tener sus reservas no sería un problema si no mencionara implícitamente la muerte.Supone que él se refería a la muerte como un hecho a lejano y como parte de la realidad de todo ser viviente; sin embargo, a la joven le alerta lo que dijo: “cuando ya no esté en esta tierra”. ¿Por qué no iba a estar si es un hombre joven, aún tienen una hija que criar y una criatura que ver nacer? ¿Dónde iría él?—Demitrius, ¿qué está pasando contigo? Cuestiona con la mirada fija hacia el oscuro techo, con todas las ganas de correr hacia el palacio de los Con
El imprevisto beso lo tomó por sorpresa. Que ella tomara la iniciativa de hacerlo, era algo que no tenía contemplado para ese momento. Él sí sabía que de alguna forma iba a terminar uniendo sus labios con los de Ann. Lo supo cuando entró a la cocina y, antes de emitir una palabra, se quedó por unos segundos parado viendo cómo le quedaba la bata de seda color champán. La prenda le llega, hasta las rodillas, moldeándole todo su cuerpo. Lo que no esperaba es ver tan majestuosa figura cuando ella se diera la vuelta y lo dejara apreciar sus voluminosos y redondos pechos. A partir de ahí, dejo de pensar con claridad. La dulce joven separa sus piernas para que él se coloque en medio y así tener más acceso a sus labios. Ella rodea el cuello de Demitrius con sus brazos, mientras él acaricia su espalda. Así comienza a sentir el bulto de su jefe en su entrepierna. Fue tan rápido, apenas ellos llevan unos cuantos segundos besándose; sin embargo, para el sensato hombre no es problema llegar a la
La luz del sol se cuela por completo en toda la habitación, anoche la pareja no les dio tiempo a correr las cortinas. Una vez que ella le confirmó que se casará con él, Demitrius no pudo controlar sus emociones, la lanzo a la cama y le hizo el amor una y otra vez. Ninguno se quejó, ninguno emitió palabras que no sean comparadas con los gemidos y jadeos que salieron de aquella recámara. Ahora se encuentran envueltos entre las sabanas, mientras ella apoya su cabeza del torso de Demitrius y este la rodea con sus brazos brindándole protección. Esta vez, él no tuvo que salir corriendo a un viaje, ni tuvo que permanecer en un país sin poder comunicarse con ella. En esa ocasión el sensato hombre se quedó a su lado viviendo su nuevo comienzo. —¿No, nos levantaremos de la cama?Pregunta Ann, mientras se acurruca, aún más, en los brazos de Demitrius. Él le da un beso en la cabeza y le responde:—Es sábado, hoy no tenemos que trabajar.Comenta de manera ligera. “No tenemos que trabajar”: son p
Isla de Paros, Grecia… Paros, una hermosa isla griega, reconocida por sus playas y sus pueblos tradicionales. Es un lugar íntimo, y a diferencia de Santorini, no es tan concurrido; así que se convierte en el sitio perfecto para que Ann y Demitrius pasen un inigualable fin de semana junto a Dafne. Sin los molestos cuestionamientos de Elena, la intensidad de Celia o la obsesión de Eleonor. Los tres recién llegados solo quieren pasar unas cuantas horas alejado del mundo que parece estar en su contra. —¡Me encanta! Exclama Dafne cuando a los lejos visualiza el puerto donde el lujoso yate de su padre pretende anclar. Es tan fácil para Demitrius movilizar a sus empleados de manera imprevista, solo tiene que hacer unas cuantas llamadas y todo lo que necesita está a su alcance. Sin embargo, para él esa parte no es la relevante. Lo verdaderamente importante es ver la radiante sonrisa de una niña de diez años, quien señala hacia el mar. Ella no lo comprende del todo, pero nació con el pri
Mientras, Ann, Demitrius y Dafne, disfrutan de las maravillosas bondades que tiene el pueblo de Paros, y derrochan por sus calles más miel que en un enjambre de abejas. Andreus llega sin anunciarse a la galería de arte de Dionela con una inusual invitación. —Hola.Saluda el incorregible, causando un respingo en la mujer que no esperaba su presencia. Es sábado en la tarde, se supone que este debería estar viajando a Ibiza o a cualquier isla donde haya muchas mujeres semidesnudas y el alcohol suficiente para recrear el río Neda con todo y cascada. Dionela lo mira de arriba a abajo. Andreus lleva puesto un joggers, una sudadera y calzado deportivo. Ella frunce el ceño ante el nuevo cambio de su amante.—Andreus Constantino, ¿desde cuándo viste tan… sport?Pregunta extrañada, aunque no debería estarlo, él siempre tiene con qué sorprenderla a pesar de conocerlo de toda la vida. No puede negar que la vestimenta del caballero le queda sexi y se ve más atractivo que nunca. Muy sonriente, An
Domingo en la mañana, en las afueras de Atenas…Es el último día del imprevisto fin de semana, en veinticuatro horas a las tres parejas les tocará toparse con la realidad. Ann y Demitrius saben lo que desean para su relación, solo les falta actuar para conseguirlo. Andreus está convencido de que puede conquistar a Dionela y hacerla ver que está listo para algo serio con ella. No obstante, hay dos personas que no saben por qué sucumbieron a los deseos carnales y pasaron gran parte del fin de semana teniendo sexo rudo y desenfrenado. Solo descansaron para asearse y alimentarse. Parecían estar en cerrados en una cárcel del placer. En un cálido pueblo rodeado de vegetación y aire fresco, Celia y Alexander se olvidaron de sus compromisos y se quitaron las ganas contenidas por los mismos. Se supone que él tiene un encargo y entre ellos no es acostarse con una mujer que, según muchos, está obsesionada con Demitrius, su mejor amigo. —Y ahora, ¿qué hacemos?Pregunta ella, aún acostada en la