Orlando, Florida. Dos meses después… Es otra mañana cualquiera en el reino del Atenas Palace, aunque el ambiente ya no es igual. La joven que se levantaba muy entusiasmada por entrar a su trabajo para cumplir con su deber ha desaparecido. Claro que sigue trabajando como siempre lo ha hecho, no obstante, la emoción con lo que lo hacía se ha ido apagando. ¿Creen que se deba a la falta de tacto que considera Ann, que tuvo Andreus la noche que se entregó en los brazos de un extraño caballero? Ella no ha vuelto a ver al incorregible después de ese día. Despertó y a su lado no vio el escultural cuerpo del hombre que la hizo suya durante toda una noche. También su jefe se fue por una temporada a Grecia, al parecer allá tuvo problemas que resolver. Sin embargo, él no le debe una explicación, al menos es lo que piensa la dulce joven. Ann se encuentra junto a Maya en la cafetería, desayunando con el ánimo por los suelos. El sándwich de jamón y queso que pidió aún sigue intacto en su plato,
Atenas, Grecia… —No lo entiendo, esto es algo nuevo para asimilar. Comenta Andreus, mientras da vueltas por la oficina, escéptico ante la confección de su hermano. Nunca en la historia de los gemelos Constantino han tenido que discutir sobre un tema tan insólito como que uno de ellos se acostara con la mujer que le interesaba al otro. Ambos son de gustos exquisitos cuando se trata de femeninas; aun así, es la primera vez que pasa dicho error. Demitrius se levanta de su asiento y hace lo que pocas veces ha hecho en medio de una jornada laborar: servir dos tragos. Él vierte un líquido ámbar en dos vasos con hielo y le pasa uno al incorregible. —Tampoco sé qué decir. Había tomado un medicamento para dormir tranquilo y creo que me hizo perder mi capacidad de análisis.Continúa confesando Demitrius. Andreus toma un sorbo de su trago, se sienta en la silla frente a la de su gemelo y le dice:—Bueno, eso es totalmente nuevo, necesito información sobre esas pastillas - comenta con curiosid
Antenas, Grecia… Atenas es, sin duda, una de las ciudades más hechizante del mundo. Aguarda historias impresionantes sobre antiguas civilizaciones que todo ser humano, ahora puede sentarse para deleitarse con dichos relatos. Dioses traicionados, lucha de poder entre familias, amores prohibidos y mucho más que contar. Es difícil creer que en estos tiempos se pueda ver una historia parecida al desamor, así como la desilusión de un hombre que conoció por primera vez la definición de la humillación. Demitrius observa el vaso que sostiene en su mano, mientras se pregunta si en realidad tomar otro trago de whisky le dará la claridad que necesita para enfrentar el único error que ha cometido en su vida. Tantos reclamos llegan a su mente, como: debió parar, debió decir no, debió analizar lo que hacía y darse cuenta de que no era de un hombre sensato acostarse con una joven que tienen todo un futuro por delante. Ahora siente la vergüenza al saber que ni siquiera fue porque ella aguardaba un
Orlando, Florida…“Está usted embarazada”.Esas palabras aún retumban en sus oídos. Llevaba la noche entera esperando que todo sea un espejismo de su imaginación, una realidad alterna a la verdadera; sin embargo, resultó más cierto que saber que el agua moja. Ahora, ¿qué puede hacer? ¿Se atreverá a llamar a Andreus para contar las nuevas noticias? Son muchos los pensamientos que llegan a ella, mientras se encuentra en la parte trasera de un auto, mirando a través de la ventanilla, cómo la ciudad de Orlando continúa su ritmo habitual, a pesar de que Ann siente que el mundo se le vino encima. No tiene a sus padres con ella, los perdió hace tres años. Sus familiares más cercanos viven en otro país. Prácticamente, está sola en un lugar tan grande como es donde vive. Sí, tiene dos amigos, pero ellos tienen bastante con sus cosas como para detener su vida para ayudarla.—Si te tengo, bebe, ¿cómo nos haremos tú y yo solos? - pregunta en voz baja.—¿Está bien, señorita? - cuestiona el taxist
—Sí, Andreus estoy embarazada… Se le escucha decir a una joven que trata de aparentar ser fuerte ante los ojos del hombre irresponsable que cree que es a quien ve sentado sin ninguna reacción. Las palabras de Ann se cortan cuando siente un nudo en su garganta y opresión en el pecho. No era lo que deseaba, no pensaba revelarle la noticia hasta estar segura de lo que hará con su embarazo. Sin embargo, tenerlo cara a cara la hizo olvidarlo todo y salir de su angustia. Si le preguntarán si está valiendo la pena confesarle al padre de su hijo su estado, eso no lo puede asegurar. —No te imaginas cuánto me cuidé de un embarazo todo este tiempo. Tenía una agenda llena de planes, metas, objetivos; tú dile como quieras. En realidad, llegué a pensar que algún día trabajaría en el olimpo, que podría ser la mano derecha del señor Constantino, y ahora todo se fue por un caño - continúa desahogándose. Su sueño es ser más que la misma Eleonor, la mujer de la cual todos hablan, la que se siente la
«La vida es un cúmulo de experiencias que van forjando tu personalidad, así como tu carácter». Son de las cosas que normalmente se leen en algunos libros, pero la pregunta es: ¿cómo compartir la maternidad con su jefe cambiaría el comportamiento de Ann? Mientras Demitrius conducía con la mirada hacia el frente, sin voltear a verla en ninguna ocasión, ella se cuestionaba si iba a ser posible salir con la cordura intacta con este nuevo giro en su historia. A penas se enteró de su embarazo y ya siente que ha perdido todos los derechos, que se supone que tiene, sobre su hijo. “Recuerda que en tu vientre llevas a un Constantino.” Ann rememora las palabras de Demitrius. Él hizo referencia a una criatura que apenas empieza a formarse como si fuese un objeto de su pertenencia. “Los Constantino no serían capaces de arrebatarle a una madre su hijo, ¿cierto?” Se cuestiona Ann, mientras abre la puerta del apartamento con un millón de interrogantes que no la dejan pensar en nada más que no s
Dos personas se encuentran sentadas en el consultorio de una doctora que los escudriña con la mirada. El hombre parece querer tener todo bajo su dominio, que cada persona ceda antes sus mandatos. No obstante, la mirada de aquella joven mujer demuestra que hará todo lo contrario. No parece que se dejará manipular por alguien que la cree el medio para llegar a un fin: a un heredero. —Bueno, Ann, estuve revisando el expediente que me envió el doctor, Smith… - comenta sonriéndoles—. Él fue mi profesor cuando estaba haciendo mi especialidad - termina de revelar. —¿En serio? Entonces, debe ser un buen ginecólogo.Comenta Ann volteando a ver a su jefe, quien siente su mirada sobre él; sin embargo, no se inmuta.—Oh, si lo es. De hecho, aún lo consulto cuando tengo casos complicados - dice la doctora sin imaginarse que sus revelaciones le dan la razón a la joven. Demitrius no la está obligando a verse con otro médico por mejores atenciones, al menos, no es el único motivo, lo hace porque e
Mientras Ann y Demitrius sostienen una lucha de egos, Maya termina de alistarse para ir a su trabajo. Alisa su falda de tubo azul marino, combinada con una camisa blanca, toma su bolso y sale de la habitación. Temprano, la joven secretaria recibió un mensaje de su jefa donde Celia le exigía que la comunicara con Demitrius, ya que este no le toma las llamadas. Resulta que ahora la intensa mujer no sabe dónde estar; si quedarse en Grecia o volver a Orlando, donde se supone tienen una función que desempeñar. Celia y Demitrius juegan al gato y el ratón: ella persiguiéndole por todos lados sin tener ningún resultado, mientras que él hace lo posible por alejarse de su presencia. Maya no pudo hacer otra cosa más que decir la verdad, bueno, al menos decirla a medias. Así que le aseguró que no poseía el itinerario del gran jefe, y omitió todo lo demás, eso no su asunto. No pretende pecar de imprudente e ir por todas las calles de Florida, vociferando que la asistente de un importante empresar