El ruido en su habitación disminuyó a medida que terminaban la instalación en el cuarto 502 y continuaban en las demás habitaciones. Finalmente, los curiosos comenzaron a dispersarse.Rosa despidió a los compañeros que se habían asomado y cerró la puerta. Luego, corrió la cortina de la cama de Luciana y sonrió.—¿Quieres un poco de agua con miel? Es la que mandó el señor Guzmán, importada y sin conservantes. Te preparo una.—Está bien, gracias.Rosa preparó la bebida y se la entregó.Suspiró aliviada y sonrió.—¡Qué fresquito se siente ahora con el aire! Se acabó el calor.Luciana bebió en silencio, sin levantar la mirada.—Luciana —dijo Rosa, pensativa—. El señor Guzmán realmente se ha portado bien contigo, ¿has visto todo lo que ha hecho?Luciana dudó un momento y respondió en voz baja:—Es que… él tiene dinero.—¡Ay, por favor! —Rosa puso los ojos en blanco—. Tener dinero es una cosa, pero también hay que tener el corazón y estar dispuesto a gastarlo en alguien, ¿no? Hay un montón d
—¿Señor López? —preguntó Rosa, con urgencia—. Por favor, dígale al señor Guzmán que Luciana se siente muy mal y necesita ir al hospital, pero yo sola no puedo cargarla.—De acuerdo, vamos para allá —respondió Sergio, con un tono tenso—. Gracias por avisar.—No hay de qué.Al colgar, Rosa abrió un caramelo y se lo puso a Luciana en la boca.—Chúpalo un poco. El señor Guzmán está en camino.Luciana apenas tenía fuerzas para asentir; sus ojos se entrecerraron, tratando de resistir el malestar. Rosa no se apartó de ella ni un segundo, limpiándole el sudor frío de la frente con una toalla.***Mientras tanto, Sergio estaba junto a Alejandro, quien recibía una infusión. Había pasado el día resolviendo asuntos de la empresa y apenas había tenido tiempo de ocuparse de su propia salud.—Alex… —intentó Sergio, sin querer alarmarlo demasiado—. Puedo encargarme yo. Termina tu suero y…No alcanzó a terminar la frase. Alejandro ya se había arrancado la aguja del brazo, su expresión seria y decidida.
Eran las diez de la noche en el Hotel Real.Luciana Herrera miró el número en la puerta: la suite presidencial 7203, confirmando que esa era, en el mismo momento en el que su teléfono comenzó a sonar. Era un mensaje de WhatsApp de su padre, Ricardo Herrera. «Si puedes complacer al señor Méndez, tu madrastra pagará el tratamiento de tu hermano».Después de leerlo, Luciana no mostró ninguna expresión en su pálido rostro.Ya estaba tan adormecida, y era incapaz de sentir dolor en su corazón.Desde que su padre se había vuelto a casar con Clara Soler, a su padre no le importaban ella ni su hermano en absoluto. Por eso su madrastra los estaba maltratando sin escrúpulos durante estos años.La falta de ropa y de comida era lo mínimo; ya que las palizas e insultos eran el pan de cada día.Y, esta vez, debido a las deudas de negocio, su padre la había obligado a… acostarse con un desconocido. En principio, Luciana se negó rotundamente, pero, al hacerlo, también logró que su padre y su madrast
Luciana se apresuró a regresar a casa, en donde, en el sofá de la sala se encontraba sentado un hombre de mediana edad, gordo y medio calvo, que miraba fijamente a Mónica, con una expresión de furia.—¡Una simple estrellita, y yo te prometí que me casaría contigo! ¿Cómo te atreves a hacerme esperar toda la noche?Mónica soportaba la humillación, a pesar de que ese calvo, Arturo Méndez, siempre usaba esa excusa para aprovecharse de las mujeres. Aunque realmente quisiera casarse, ¡sería como saltar a un pozo de fuego! ¿Quién se atrevería?Ella había tenido la mala suerte de que él se fijara en ella. Pero, como sus padres la querían, habían enviado a Luciana en su lugar. Sin embargo, ¿quién se iba a imaginar que Luciana escaparía en el último minuto?Clara, con una actitud sumisa, dijo:—Señor Méndez, lo sentimos mucho. Es solo una niña que no sabe lo que hace. Usted es un hombre muy comprensivo, no le dé importancia, por favor —repuso Clara, con una actitud sumisa.—Por favor, cálmese
—Señor Guzmán… —Arturo se detuvo de inmediato. En el mundo de los negocios, nadie con algo de poder desconocía a Alejandro—. ¿Qué lo trae por aquí?Alejandro ni siquiera le dirigió una mirada, sus ojos estaban fijos en Mónica, quien tenía los ojos llenos de lágrimas.Era la misma chica que la noche anterior había llorado entre sus brazos…De repente, levantó la mano y le dio a Arturo una bofetada tan fuerte que lo derribó, haciéndolo caer al suelo.—¡Puf! —Arturo escupió un diente, lleno de sangre.Los tres miembros de la familia Herrera estaban tan aterrorizados que no se atrevían ni siquiera a respirar.Alejandro esbozó una sonrisa burlona. —¿Cómo te atreves a molestar a mi mujer? —Su tono era tranquilo, pero cada una de sus palabras eran tan afiliadas como la hoja de una navaja. Arturo, tembloroso y aún en el suelo, se tapó la boca, apenas capaz de hablar.—Señor Guzmán, no sabía que era su mujer, ¡juro que no hice nada! ¡Por favor, perdóneme!Sin embargo, Alejandro no le creyó, p
Luciana entendió, pero para ella el matrimonio no era un juego, por lo que dudó, mientras negaba con la cabeza.—No es necesario, ¿por qué no intentas hablar con tu abuelo…?Sin embargo, no pudo terminar su frase, cuando él la interrumpió.—Como condición, te daré una compensación económica. —El semblante de Alejandro no cambió en lo más mínimo, su tono era tranquilo y sin emociones.¿Compensación económica? Luciana se quedó atónita, y no fue capaz de pronunciar las palabras con las que pensaba rechazarlo. Después de todo, todavía necesitaba el dinero para el tratamiento de su hermano y ella había acudido a la familia Guzmán por ese motivo.—Solo tienes que aceptar, y te daré el dinero que necesites —añadió Alejandro, al notar que ella vacilaba.Luciana permaneció en silencio unos segundos, antes de asentir.—Está bien, acepto.Alejandro bajó la mirada, ocultando el frío desprecio que asomaba en sus ojos. ¡Qué barata había resultado! No tenía problema en venderse por dinero. Sin em
Luciana se tambaleó y casi perdió el equilibrio.—Señor, ya está aquí. Su abuelo está estable, solo un poco débil, necesita descansar y cuidarse bien —dijo el médico, quien acababa de revisar a Miguel, al ver a Alejandro—. Presta atención a su dieta y, sobre todo, asegúrate de que esté de buen ánimo. Lo más importante es que esté feliz y sin preocupaciones.Acto seguido, salió de la habitación, dejándolos a los tres a solas. Miguel, medio recostado, les hizo una señal para que se acercaran.—Alex, Luci, hoy se casaron, ¿no te dije, Alex, que debían disfrutar de su luna de miel y no venir a verme?—Señor Guzmán —dijo Luciana, y tragó saliva con nerviosismo—, lo siento…—¿Aún no cambias la forma de dirigirte a mí? Además, ¿por qué te disculpas? —preguntó Miguel, desconcertado.—Yo… —comenzó a responder, pero Alejandro la interrumpió con un leve tirón de su muñeca. —Luciana quiere decir que, dado que aún está hospitalizado, no podíamos concentrarnos en nuestra luna de miel, así que de
Dentro de la habitación, Pedro estaba desplomado en una silla, vestido con su uniforme de paciente, pero completamente cubierto de sopa. No solo eso, su cabello estaba empapado de caldo, con arroz y verduras pegados a su cabeza, al punto de que su rostro era casi irreconocible.Una mujer de mediana edad, la cuidadora, sostenía una cuchara, y con violencia intentaba forzarla en su boca.—¡Come! ¡Vamos, traga, inútil! ¡Ni siquiera puedes abrir la boca! ¡Eres peor que un cerdo!De repente, alguien tironeó su cabello hacia atrás con tal fuerza que la mujer soltó un grito que se asemejaba al chillido de un cerdo herido.—¡¿Quién diablos eres tú?! ¡Suéltame!—¿«Quién soy yo»? —Los ojos de Luciana ardían de furia, y todo su ser emanaba una furia contenida—. ¡Eres un pedazo de basura que solo sabe escupir veneno! ¡Te atreves a maltratar a un niño, a golpearlo! ¡¿Crees que su familia está muerta?!Luciana intensificó la presión en su agarre, haciendo que la cuidadora sintiera que su cuero cabel