Capítulo 312
Mateo empujó la comida hacia Lucía. —¿Quieres que te dé de comer?

Lo dijo con mucha calma. Lucía no creía que realmente fuera a alimentarla.

—Si no quiero comer, no quiero comer. ¿Acaso no tengo ni siquiera esa libertad? —respondió Lucía fríamente.

Mateo no dijo nada.

Pero al siguiente instante, realmente acercó la comida a los labios de Lucía.

En ese momento, los ojos negros de Mateo la miraban tranquilamente, sin la frialdad penetrante habitual.

Lucía quedó paralizada.

—Hay que comer —dijo él suavemente.

Su tono era muy amable.

Sorprendida por este gesto, Lucía rápidamente tomó el control: —Yo puedo sola.

Temiendo que Mateo insistiera, comió algunos bocados.

Mateo, atento, le acercó un vaso de agua. —Cuidado no vayas a atragantarte.

Lucía no se había atragantado, pero estaba asustada por el comportamiento de Mateo.

Antes de que pudiera decir algo, él se adelantó: —Le pedí a Javier que reservara los boletos.

—¿Los boletos para Francia? —preguntó Lucía incrédula.

Mateo asintió.

—Avísal
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