Rhiannon pudo sentir la pequeña explosión interna con que su lycan tomaba el control de sus instintos. Sus curvas se acentuaron, su humedad se desbordó y su piel se volvió porcelana.
Su cuerpo liberó aquel olor delicioso lleno de feromonas que despertaron el instinto de Aidan en un segundo y entonces fue como si lo arrastrara, como si le despertara a una pequeña fiera dormida. Sintió sus músculos endurecerse y distenderse, creciendo junto con el resto de su cuerpo. Cada uno de los colmillos que ahora llegaban a sus labios le producía una sensación de fuerza y virilidad superior, y sabía que él también había cambiado.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó mientras el calor subía por su cuerpo como si en lugar de ayudar a Rhia, estuviera experimentando su propio celo.
—Lo siento… no soy capaz d
Rhiannon se quedó petrificada en la puerta de aquella pequeña habitación mientras Aidan caminaba hacia ella y se pegaba suavemente a su espalda.—Tienes razón, te mentí, te oculté todas las cosas importantes, te lastimé —murmuró el Alfa en su oído—. Soy un catálogo de errores, Rhia, pero aunque haya hecho las cosas de la forma equivocada, mis sentimientos siguen siendo los correctos… y esos no tengo que decírtelos, esos puedo mostrártelos ahora.Sus manos pasearon suavemente por sus hombros, haciendo que aquella manta se deslizara hasta caer al suelo y todo su cuerpo se estremeció por el contacto y la desnudez.—No quiero saberlo… —decidió Rhia. No quería más promesas, más miedos, ni traiciones en su vida. De esas ya había tenido de sobra—. No quiero saberlo…—¡De
Maddox sabía que la Keqzhara se había detenido justo a tiempo, en parte por su propio control y en parte porque el dolor que le había provocado el peso de la lanza en todo el brazo lo había hecho perder fuerzas en el último momento, pero de cualquier forma había sido una suerte, porque un par de segundos más y se hubiera clavado en el pecho de Alanna por el simple infortunio de estar en el sitio equivocado mientras él peleaba poseído por esa rabia.Quizás en otro tiempo, en otro momento se hubiera perdonado, pero no en ese. Ya era un lobo bastante adulto, y no podía culpar de sus actos para siempre a la Diosa.Se miró la sangre que le manchaba las manos y la ropa mientras Hiro hacía el recuento de muertos y prisioneros que tenían en aquella cacería.—¡Esto no es normal! —gruñó Alanna—. Tienen que tener
«¡Corso, tu turno!», escucharon aullar a Raksha en el mismo segundo en que lograba sacar a aquella loba de su lycan.Corso no se lo hizo repetir y aprovechó la desorientación de la loba para embestir de lleno contra su costado, sin darle tiempo siquiera de levantarse; pero a diferencia de otros ella no se resistió. No estaba enojada, ni loca, solo estaba ausente.Todo el brillo se había perdido de sus ojos y no podían percibir ni una sola emoción proveniente de ella, como si su alma estuviera entumecida.Aidan tocó su cabeza por un segundo y miró a Rhiannon con tristeza. Habían determinado juntos que no podían seguir liberando solo a los lobos de los niños, porque lamentablemente si llegaban a una guerra, y eso era lo más seguro, necesitarían el apoyo tanto de los lycans como de sus lobos para defenderse.Por suerte, los lobos m&aacut
—¿Una fiesta? —preguntó Rhiannon arrugando el ceño en el mismo momento en que veía la pequeña caravana de camionetas dar la vuelta en el camino hacia la comunidad.—Así es —respondió la lycan frente a ella—. Queremos agradecer todo lo que Su Alteza…—Rhiannon —la interrumpió—. Mi nombre es Rhiannon, ya no quisiera que usaran conmigo esos protocolos.—Bueno… señora, nos gustaría agradecerles por su ayuda, todo lo que están haciendo por nosotros es… —la chica parecía no ser capaz de encontrar las palabras.—Tranquila, mi deber como reina es cuidar de ustedes, pero además es un placer, de verdad. Esta comunidad va a florecer, verás que sí.La chica se alejó cortando la reverencia que estaba a punto de hacer y Rhainnon se dirigió hacia las
Briccia levantó la nariz y no pudo evitar disfrutar aquel olor, aunque su dueño no era precisamente a quien más ganas tenía de ver… ¿o sí?Respiró con profundidad, pidiendo a la Diosa que le diera toda la ecuanimidad que necesitaba para no ponerle de sombrero una de sus calderas para pociones, y abrió la puerta para recibir a Maddox con una sonrisa forzada.Él se quedó con el puño levantado porque estaba a punto de tocar a la puerta.—Pasa —dijo la muchacha sin una sola inflexión en la voz y el lycan entró a la cabaña con cierta incomodidad.—Hola —saludó sin saber qué más hacer.—Te tomaste tu tiempo para regresar —apuntó Briccia, recordando que habían pasado más de dos días desde que había echado a Maddox desnudo de su casa. Bueno… al menos le ha
«¡Hocicos arriba!» Aidan gruñó aquella orden interior mientras le hacía una señal discreta a Brennan para que se acercara. «Busquen el olor de sus antiguos lycans, si algún otro además de Hernán está aquí, necesito saberlo».Sus lobos obedecieron al instante, buscando todos los indicios posibles para descubrir de dónde venían aquellos olores tan extraños.—¿Qué sucede? —preguntó su Beta llegando junto a él, sin embargo, la comunicación abierta de Akela fue la primera respuesta que obtuvo.«Ya casi están aquí. No soy muchos, pero no están bien», gruñó el lobo.—¿De qué hablan? —se preocupó Brennan.—Lobos locos —murmuró Aidan—. Alguien li
Aidan abrió un poco los ojos ante la claridad que entraba por su ventana, y luego se acomodó de nuevo sobre el costado de Summer. La loba se había quedado con él toda la noche, vigilando al lobo envenenado mientras Akela y el resto de su manada trabajaban con los lobos locos.Rhiannon tampoco había dormido, pero hacía un par de horas la había mandado a la cabaña para que descansara un poco. Él había aprovechado los lapsos de tranquilidad del herido para interactuar con los lobos liberados y traerlos de vuelta a la realidad, pero indudablemente no estaba de ánimo para hacer las preguntas más difíciles, así que fue Akela quien se encargó por él.«Mocoso, tienes que descansar tú también», dijo el enorme lobo Alfa acercándose.«No puedo, si algo le pasa…»«Nada va a
El Alfa sintió los brazos de su loba cerrarse en torno a su cuello mientras le besaba la mejilla. Había terminado de recibir al último de los lobos locos -que gracias a los dioses ya no lo estaban-. A todos excepto al que estaba herido, pero parecía que muy pronto podría tomar también su decisión.—Ni siquiera sé cómo agradecerte que hagas esto —dijo Rhia tocando su pecho.—Es extraño —reconoció Aidan, acercando una silla para sentarse y haciendo que la muchacha se sentara sobre sus piernas—. Nunca fue cariñoso con mi familia de sangre, recuerdo muy bien eso. Quería a mis padres porque eran mis padres, como si estuviera genéticamente diseñado para quererlos, pero la conexión era…—Justificada —lo ayudó Rhia.—Exacto. Eran mis padres, los quería, punto. Después de lo que