—Me hiciste perder una apuesta —dijo Alanna en voz baja acercándose a Maddox mientras caminaban hacia el sitio que había indicado Brennan en la reserva de Astán.
—Nadie te mandó a apostar contra mí —se rio Maddox.
—¡Es que aposté por ti! ¡Eso es lo peor de todo…! ¡No, lo peor es que Hiro me ganara…! ¡Ese estúpido!
Alanna rezongó, dirigiéndole a Hiro, que caminaba cien metros frente a ella, una mirada asesina.
—¿Y qué fue exactamente lo que apostaron?
—Yo aseguré que le darías una paliza a Aidan —suspiró ella—, pero te controlaste bastante bien.
Maddox ladeó la cabeza y levantó una ceja, divertido.
—Será que no tengo el instinto asesino tan desarrollado como el tuyo.
—¿Estás bromean
Poner de nuevo los pies en suelo galés, fue un alivio en el corazón de Rhiannon. Las cosas más difíciles estaban por llegar, pero aun así sentía que podía estar en paz por algún tiempo, al menos eso era lo que había ganado con aquel Tratado que había firmado con Nader.En la comunidad principal que estaban construyendo todo iba sobre ruedas. Tenían financiamiento suficiente para darle a las familias de refugiados todo el apoyo que podían necesitar, y ya había dieciocho empresas en perfecto funcionamiento, dirigidas por lycans fieles a la reina, que trabajaban expresamente para sostener aquel proyecto.Rhiannon no se había atrevido a protestar ni una vez por la «donación» de Aidan, finalmente su orgullo no podía ser más fuerte que el bienestar de las familias que estaban a su cargo.Apenas descansó un poco de aquel viaje, se pu
—¿Tienes pulgas? —preguntó Alanna viendo la forma constante y nerviosa con que Rhiannon movía su pie.—¿Qué…? ¡No! —contestó ella girándose de nuevo haca el pequeño salón donde Aidan y sus lobos trabajaban.No había dormido en toda la noche, se había dado más de tres duchas de agua fría y sol podía pensar en aquel beso con Aidan.Frente a ella, en un pequeño recinto destinado para el caso, él y sus lobos trabajaban con niños pequeños. Entraban con sus padres y Aidan les explicaba el procedimiento, porque sí, ya hasta un procedimiento tenían. Había bastado intentarlo con uno para saber exactamente lo que tenían que hacer.—¿Va todo bien? —curioseó Alanna.—Hasta ahora sí. Raksha ayuda a sacar a los lobos, Corso y Akela los
El camino era simple o al menos lo parecía. En circunstancias normales demorarían menos pero la manada del Alfa Lukas parecía tomarse su tiempo para reconocer los terrenos y disfrutar del camino hacia su nuevo hogar.El equipo de construcción había abierto hasta la nueva comunidad un sendero de tierra, pero todos los autos en que iban tenían que avanzar lento si no querían perder los ejes en los baches del camino.La comunidad más cercana por la que pasaron ya se había establecido, estuvieron en ella un día entero y solo tenía siete niños pequeños, así que Aidan no tuvo tanto trabajo pero casi todo se reunieron para verlo devolver los lobeznos a los pequeños lycans de la manada. No se podía negar que tenía algo que los sedaba, o quizás fueran los lobos, aunque el Alfa se había cuidado de no dejar salir a los dos juntos frent
«Akela, ayúdame. Ve si Raksha quiere hablar contigo…»Aidan sintió a Akela revolverse dentro de él con inquietud, intentando comunicarse con Raksha pero no había nada.«No entiendo qué le pasa… Está como… ¡en shock!», murmuró el Alfa tomando su barbilla y mirando a sus ojos perdidos.«¿Y qué esperabas?», gruñó Akela. «Pasó casi seiscientos cincuenta años cautiva en este lugar. ¡Y tú la traes de regreso!»«¿Y qué podía hacer? ¡Esta es la protección que teníamos más cerca!» se defendió Aidan.—Rhia… por la Diosa respóndeme… De los labios de Rhiannon solo salió un gemido ahogado y Aidan gruñó con impotencia. Bueno… si estar
«Raksha… no puedes dejar que esto me pase», le dijo Rhiannon, cerrando los ojos para no ver a Aidan semidesnudo. Era un paisaje demasiado tentador y tal como le había dicho… ayudaba por un momento, pero solo por un momento.«¿Quieres que me resista a un celo? ¿Estás bromeando?», gruñó Raksha.«¡Es que no quiero tenerlo!» gruñó su lycan.«¿Por qué no?» protestó la loba. «¡No es como si no lo hubiéramos hecho antes con él!»«¡Pero antes no lo sabía! ¡No sabía quién era…!» la muchacha suspiró con amargura. «Todavía no puedo perdonarlo por mentirme», confesó.«Nadie te ha dicho que lo perdones, solo lo vamos a usar»«&iqu
Rhiannon pudo sentir la pequeña explosión interna con que su lycan tomaba el control de sus instintos. Sus curvas se acentuaron, su humedad se desbordó y su piel se volvió porcelana. Su cuerpo liberó aquel olor delicioso lleno de feromonas que despertaron el instinto de Aidan en un segundo y entonces fue como si lo arrastrara, como si le despertara a una pequeña fiera dormida. Sintió sus músculos endurecerse y distenderse, creciendo junto con el resto de su cuerpo. Cada uno de los colmillos que ahora llegaban a sus labios le producía una sensación de fuerza y virilidad superior, y sabía que él también había cambiado.—¿Qué estás haciendo? —preguntó mientras el calor subía por su cuerpo como si en lugar de ayudar a Rhia, estuviera experimentando su propio celo.—Lo siento… no soy capaz d
Rhiannon se quedó petrificada en la puerta de aquella pequeña habitación mientras Aidan caminaba hacia ella y se pegaba suavemente a su espalda.—Tienes razón, te mentí, te oculté todas las cosas importantes, te lastimé —murmuró el Alfa en su oído—. Soy un catálogo de errores, Rhia, pero aunque haya hecho las cosas de la forma equivocada, mis sentimientos siguen siendo los correctos… y esos no tengo que decírtelos, esos puedo mostrártelos ahora.Sus manos pasearon suavemente por sus hombros, haciendo que aquella manta se deslizara hasta caer al suelo y todo su cuerpo se estremeció por el contacto y la desnudez.—No quiero saberlo… —decidió Rhia. No quería más promesas, más miedos, ni traiciones en su vida. De esas ya había tenido de sobra—. No quiero saberlo…—¡De
Maddox sabía que la Keqzhara se había detenido justo a tiempo, en parte por su propio control y en parte porque el dolor que le había provocado el peso de la lanza en todo el brazo lo había hecho perder fuerzas en el último momento, pero de cualquier forma había sido una suerte, porque un par de segundos más y se hubiera clavado en el pecho de Alanna por el simple infortunio de estar en el sitio equivocado mientras él peleaba poseído por esa rabia.Quizás en otro tiempo, en otro momento se hubiera perdonado, pero no en ese. Ya era un lobo bastante adulto, y no podía culpar de sus actos para siempre a la Diosa.Se miró la sangre que le manchaba las manos y la ropa mientras Hiro hacía el recuento de muertos y prisioneros que tenían en aquella cacería.—¡Esto no es normal! —gruñó Alanna—. Tienen que tener