¡No mueras Angelo!

Doménico estaba pálido, fuertes náuseas le azotaban el pecho, no podía creer lo que su hermana le pedía, lo quería a él, quería ser su mujer y la madre de sus hijos, pero carajo ella era su hermana de sangre

—¡¿Qué!? ¿de qué hablas? ¿cómo puedes decir que me quieres a mí? ¡recapacita Delia, somos hermanos!

— ¡Yo no te veo como mi hermano, yo te veo con amor desde que tenía quince años, te he amado en silencio, he tenido que correrte a todas esas mujeres que se interesaban en ti por qué moría de celos de que ellas si pudieran besarte y yo no! pero estoy cansada de esconder mis sentimientos por ti, soy hermosa, de tu mismo nivel, ¿qué más quieres Domenico?

— ¡Lo que quiero es que me devuelvas a mi hijo y desaparezcas de mi vida para siempre! ¿cómo pude ser tan ciego y no ver tu verdadera cara? ¡eres un maldito monstruo! ¡si no tienes la capacidad de sentir compasión por la vida de un inocente bebé, es por qué tu alma y toda tu estás podrida, no sabes el profundo asco que me das, Delia!
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