II

 

Frontera de la Afiliación Democrática de Planetas cerca de la Nebulosa de Cálamus.

Una nave de la Afiliación se encontraba bordeando la frontera afiliada en una inhóspita área de la Galaxia. La nave se llamaba la Sephirot, y como toda nave afiliada era plateada, de estilo trapezoidal, con dos alerones triangulares de cada lado. El sello de la Afiliación (un triángulo verde con tres estrellas doradas dentro), decoraba su lado externo.

 En su interior, en el Puente, el centro de comando de la nave; se ubicaba en la silla de capitán, Ki—Zílog, de especie brazzky. Todos los brazzky tienen la piel muy roja y el cabello largo, negro y muy rizado. Sus ojos eran negros y tenían algo desarrollados los inscicivos. Los brazzky habían evolucionado de una especie de canes similares a zorros y guardaban ciertas características lobunas. Zílog, un fornido hombre de 36 años de piel muy roja, con barba de candado, que sostenía sus gruesos mechones en una cola, vestía el uniforme afiliado (compuesto por camisa y pantalón verdes, con cinturón negro, botas y generalmente una chaqueta corta. Los oficiales de mayor rango como Zílog utilizan una chaqueta larga tipo leva). El escudo de la Afiliación resaltaba refulgente del pecho en el uniforme. Zílog contemplaba una fotografía familiar con cierta nostalgia.

 —¿Tu familia, Zílog? –consultó Nam, la primera oficial de Zílog, cuya confianza y amistad le permitían ciertos atrevimientos poco usuales. Nam, una mujer cártagik de 30 años, de cuerpo muy hermoso, mostraba como todos los de su especie una piel muy verde, ojos amarillos de pupila rasgada. Orejas puntiagudas terminadas en tres puntas, cabellos largos y negros, con el mismo uniforme militar que su superior.

 —Así es... –dijo Zílog observando la foto de él abrazado a otro hombre y dos mujeres, todos desnudos. –Fue durante el festejo del pasado Solsticio en mi planeta.

 —¿No se sienten extraños ustedes los brazzky andando por allí desnudos? –preguntó Nam.

 —Es la costumbre en nuestro planeta prescindir de la ropa. La usamos para amoldarnos a ustedes los extranjeros, pero a veces se vuelve incómodo –dijo acariciando su pecho como si la ropa le irritara la piel.

 —¿Extrañas a tu familia?

 —No... –dijo Zílog y calló. Nam sabía que los brazzky no son dados a reprimir sus emociones, y suelen ser vergeles de sentimientos y expresiones sensibles. Algo muy doloroso debía estar estrujando el espíritu ígneo de este brazzky.

 —Capitán Zílog –llamó la atención una de las oficiales situada en las consolas laterales de la habitación circular que conformaba el Puente.

 —Sí, dígame mayor Cheng –dijo Zílog refiriéndose a una humana de raza oriental con cabello lacio y negro.

 —Tal y como los satélites fronterizos mostraron, hemos detectado la nave extraña.

 —En pantalla, por favor.

 Frente a la enorme pantalla que unos instantes antes mostraba el estrellado espacio exterior, surgió la imagen de una nave lejana y abandonada, que flotaba caóticamente en el espacio. La nave mostraba un estilo extraño y misterioso (casi piramidal, pero un poco más alargado en la punta).

 —¿Tiene idea de que es la nave? –consultó Nam.

 —No comandante Nam –fue la respuesta de otro oficial en una consola al pie de la pantalla. Era un kinoshano. Una especie insectoide que visten trajes de color negro que les cubren todo el cuerpo, salvo la cabeza. Tienen seis extremidades (dos piernas y cuatro brazos). Cabezas con antenas, dos ojos negros y pequeños y mandíbulas de insecto. Se comunican por medio de feromonas químicas, así que utilizan un traductor electrónico que convierte sus mensajes bioquímicos en sonido, y que pende de sus cuellos. –La estructura de la nave no corresponde a ninguna de las conocidas en la base de datos. –Dijo con su metálica voz artificial.

 —¿Se detectan formas de vida? –preguntó Zílog.

 —Sí señor –respondió un tripulante androide. Tenía la piel de color blanco y una textura artificial muy evidente. Su cabello, de notoria artificialidad también, era de un rojo intenso, y sus ojos cristalinos carentes de pupila era azules. –Se detectan señales de vida, pero sólo una, muy débil. Según el escáner es una forma antropoide similar a un primate.

 —Sargento Arg –dijo Zílog al kinoshano— envíe un mensaje de saludo.

 Arg lo hizo, y pronto advirtió:

 —No hay respuesta alguna, señor.

 —¿Será prudente entrar a la nave? –se preguntó Zílog.

 —Está justo fuera del espacio afiliado, señor. –Aclaró Cheng. –Sin embargo, la forma de vida en su interior puede necesitar ayuda.

 Zílog dio la orden de cruzar la frontera e interceptar la nave para explorarla. En el momento en que salen del lugar, unas 30 naves de forma alargada, y con alerones filosos repletos de navajas, surgieron del rededor.

 —Devoradores –dijo Cheng. –Estaban ocultos por escudos de invisibilidad...

 —¿Reconocen la tribu? –preguntó Nam.

 —Los okhlax... –dijo Arg— una de las más feroces. Nos envían un mensaje, señor.

 —En pantalla –solicitó Zílog.

 La imagen en la pantalla, procedente de la nave nodriza devoradora, mostraba a un ser de larga barba y cabellos greñudos y marañosos. Sus orejas eran puntiagudas y sus ojos felinos. Afilados incisivos se mostraban en su boca al hablar, y vestía peludas pieles de color azulado.

 —Fog’t nazxt zhuxath’k na’thkox nashux figgt... –comenzó a vociferar el ser con amenazante tono.

 —¿Puedes traducirlo, teniente 2000? –preguntó Zílog al androide.

 —Programaré la traducción electrónica de la computadora, —dijo éste— pero el sáuxer en su dialecto devorador es un lenguaje difícil...

 —Afiliados... –dijo la computadora al traducir la palabras del devorador— han invadido territorio de la tribu devoradora okhlax. La valerosa tribu guerrera de las profundidades salvajes de la recóndita jungla sáuxer. El más fuerte de sus hombres no es reto para el más enclenque de nuestros jovenzuelos. Y el más rápido de sus atletas sería derrotado por uno de nuestros ancianos enfermos. Por nuestra garra han perecido cientos de ciudades y asentamientos. Hemos derramado océanos de sangre y nuestra furia no conoce la piedad. Nuestra sed se sacia sólo con la muerte de nuestros enemigos, hasta que el último sea degollado. Tomaremos su nave, nos apoderaremos de ella. Sus armas serán nuestras, así como cualquier cosa de valor. Y mataremos a cada hombre de su nave, nos lo comeremos y colgaremos sus cabezas de los fuselajes de nuestras naves como decoración. Sus mujeres serán nuestras esclavas.  Sin embargo, si se rinden y entregan sus riquezas, nave y mujeres pasivamente. Los dejaremos vivir y los enviaremos de regreso a sus hogares en una cápsula de escape. Si se resisten serán...

La computadora detuvo súbitamente la traducción.

 —¿Qué? –dijo Zílog— ¿si se resisten serán... que?

 —La computadora no está segura –explicó Cheng— no sabe si gothax significa masacrados, desollados o... pintados... Supongo que está entre los dos primeros significados...

 La comunicación se cortó y la imagen desapareció.

 —Bueno, pues –dijo Zílog— vamos a la batalla. Recen a sus respectivos dioses para que la superior tecnología afiliada pueda vencer al número...

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