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C I R C L E S
C I R C L E S
Por: Myfreezingnight
Prologo + Capitulo 1

Prologo

—¿La has visto por los pasillos?

—No, a veces me habla a través de sueños.

—¿Cuántas veces soñaste con ella en esta semana?

El doctor lo observaba con intensidad a través de sus anteojos de vidrio redondos, como si buscara penetrar más allá de sus palabras y adentrarse en su mente para descifrar sus pensamientos. Cada gesto, cada mínimo movimiento, parecía ser objeto de un minucioso examen. Sin embargo, por más que intentara, nada parecía revelar sus verdaderas intenciones.

Era imposible leerlo.

—Siete veces.

El paciente apenas movía los labios, con las manos reposando sobre sus muslos, erguido en su asiento y mirando hacia adelante. Mientras tanto, el doctor luchaba por mantener su compostura frente al joven, aunque su sola presencia desencadenaba un torbellino de emociones internas. A lo largo de los años que había estado a cargo de él, había desarrollado una obsesión por comprender su comportamiento, una obsesión que iba más allá de lo normal. En su lucha interna, se debatía entre la curiosidad y un deseo sexual difícil de controlar, llegando a confundir los límites entre ambos.

—¿Una vez por semana? ¿Cada noche?

—Sí.

—¿Cómo era?

—Rubia.

—Si, me refiero al sueño ¿Qué sucedía?

—Estaba con ella debajo de un árbol, en un campo de flores. —El doctor le hace un movimiento con la mano para que prosiga. —Tenia un vestido amarillo de mangas cortas, apenas cubría sus rodillas. Y su cabello rizado, brillaba más que cualquier flor en el lugar.

—¿Y por qué estaban ahí?

—Quería mostrarme algo.

—¿Qué quería mostrarte?

—No sé.

—¿No sabes?

—No sé. Ella de la nada dejó de sonreír y algo la consumió.

—¿Cómo? ¿Puedes describir que la consumió?

—Su risa era angelical.

—Pero ¿Qué la consumió?

—Se quejaba mucho de sus pecas.

—No estas respondiéndome, ¿Qué la consumió?

El silencio invadió el lugar, ni siquiera lograba entender si el chico estaba pensando en su pregunta o solo lo estaba mirando. O estaba pensando en algo referido a él, esa posibilidad lo incomodó. Se lograban ver gestos nerviosos en el doctor más que en el paciente.

Hasta que finalmente dijo:

—No tengo idea.

El doctor bajó la mirada y soltó un suspiro agotador, tomó una foto de su portafolio y se la mostró.

—¿Es ella la chica con la que sueñas?

—Si.

—Lo encontraron en tu celda, hace una semana no la tenías ¿Cómo la conseguiste?

—Siempre la tuve.

Respondió con tanta seguridad.

—¿Puedes recordar si era alguien de tu pasado?

—Fue parte de mi vida siempre.

—Eso es imposible.

Y su primer gesto en toda la sección, el paciente frunció el ceño.

—No la conoces... porqué ella murió.

Frunció aún más el ceño.

—Estas mintiendo.

—La mujer con la que sueñas no es más que una desconocida para ti, tus recuerdos no son reales, son solo sueños. Es importante que logres comprender esto.

—No... —Murmuró, pasó una mano por su boca y sus ojos mostraron desesperación. Se levantó de la silla con brusquedad tirándola y le dio la espalda al doctor.

—Es difícil pero con el tiempo lo aceptaras.

El doctor observaba con una curiosidad insana cada gesto de él, sus movimientos, sus miradas. Sus ojos destilaban un enamoramiento enfermizo, una admiración distorsionada que envolvía su ser. Con maestría, provocaba situaciones que lo empujaban al joven al borde de la desesperación, una sutil manipulación que, de alguna manera, le gustaba ver. Una combinación de placer y miedo, de alguna forma le gusta el  miedo que aquel joven le provocaba.

Y cuando tocó el picaporte el chico lo miró, su cabello largo y descuidado oscurecían su pálido rostro. Su cuerpo corpulento y su voz, era aterrador. El doctor ni siquiera dejó que el chico hiciera algún movimiento. Apenas abrió la puerta dos hombres de seguridad se abalanzaron hacia él.

—Creo que necesitan a otro más. —dijo mirando al tercer hombre de seguridad esperando afuera del salón. Y el tercer hombre, cuyo medía dos metros, logró controlar la fuerza del chico permitiendo que los otros dos se encargaran de dormirlo.

Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue el reloj redondo colgado en la pared.

00:00

Y un hombre de contextura delgada, alto tratando de despertarlo. Rápidamente reaccionó tomándolo del cuello, la luz de la tormenta alumbró su rostro y pudo reconocerlo. Suavizando su toque.

—¿Qué haces? —le preguntó a su compañero. —¿Cómo entraste?

—Necesito tu ayuda, los guardias están muertos pero solo de nuestra sección. Debo irme.

La lluvia intensa azotaba que el agua entraba por la pequeña venta en lo alto de la pared, del tamaño suficiente como par aun niño de cuatro años pueda cruzarlo.

—Es una locura, nos encontraran.

—No puedo quedarme, te lo dije, necesito salvarla.—sacó de su bolsillo la misma foto. —Tienes que ayudarme a salvarla.

Con manos temblorosas, tomó la fotografía, y en el momento en que sus ojos se encontraron con la imagen, su corazón comenzó a palpitar con una velocidad vertiginosa. A pesar de la tranquilidad en su semblante, una oleada de preocupación lo invadió al pensar en la posibilidad de que ella estuviera en peligro. Las veces que había sido sedado antes dejaban su percepción nublada, cuestionándose si todo aquello era otra ilusión onírica. En ese instante, la incertidumbre se mezclaba con el miedo, cuestionando la veracidad de cada detalle capturado en esa fotografía.

Volvió su mirada hacia la de su compañero y notó la genuina preocupación reflejada en sus ojos. En ese instante, comprendió que nada de lo que estaba experimentando era una ficción. Habían planeado meticulosamente su escape de aquel lugar durante tanto tiempo, y finalmente, el momento tan ansiado había llegado.

(...)

Capitulo 1: Alas negras del atardecer

No habían muchas oportunidades en este lugar, las personas se obligan a trabajar de lo que no quieren, a humillarse y todo solo por recibir un poco del cual poder vivir. No era un lugar para cualquiera por que en cada rincón hay una historia diferente pintada entre su ambiente. Cada uno solía sentirse solo y débil, pero en realidad ninguno lo era, sus acciones demostraban que podían lograr lo que sea si tan solo quisieran salir de acá.

Pero ella no quería irse de allí, no se sentía débil pero tampoco lo suficientemente valiente para afrontar lo que sea que estuviera afuera de Derrion, incluso de su pueblo. Lo llamaba ser miserable, porque se sentía de esa forma, convivía con personas que ella pensaba que eran miserables, con actitudes y vidas miserables, en un lugar miserable, estudiando en una escuela miserable y nada diferente a su vida cotidiana.

No tenía un talento oculto el cual destacar, era muy joven para fumar y aún así lo hacía, su mal carácter había sido desarrollado por un padre distante que prefería quedarse pintando cuadros que hacerse cargo de ella.

No estaba cómoda con estas personas y lo único que podía Derrion ofrecerle era su vista. La tranquilidad del mar, escuchar la brisa y sentirla acariciar su rostro, los pequeños animales en sus bosques, el olor a vegetación. Eran las pocas horas donde su mente podía descansar.

Inesperadamente el ambiente cambia por completo y esa relajación su mente la deja de lado, sus ojos no dejan de ver expectantes aquel venado a un metro en frente de ella. No entendía en qué momento se había acercado y no quiso moverse por las dudas de que éste reaccione agresivamente. Era consiente de los diferentes animales que podían habitar en el bosque de Derrion pero nunca había visto un venado demasiado cerca. Siente el sudor frío bajar de su frente, era risible el miedo que le tenía al venado a pesar de que este se veía inofensivo, solo comía de la grama entre las piedras que conformaban aquel barranco.

Entonces giró y eso solo la asustó más, pensó que se había dado cuenta y que pronto la atacaría. Agarró su mochila y la usó como escudo cuando el animal se movió bruscamente, pero no la atacó. Al contrario, huyó del lugar, como si hubiese escuchado algo que lo hizo salir despavorido.

Suspiró de alivio. Y su tranquilidad no duró demasiado porque al instante que intenta levantarse quitándose los auriculares, la figura de un joven pasa por su lado con pasos apresurados deteniéndose justo en la orilla del barranco. No la vio porque ella se encontraba debajo del único árbol en medio de aquel barranco que obstruye de alguna forma en el lugar creando dos caminos a su lado. Debajo del árbol la acompañaba el farol de luz, viejo, descuidado aún con su función intacta y una luz amarillenta.

El joven vio el mar desde lo alto, una altura realmente temible con un viento brusco que podía hacerte tambalear, un paso en falso y su vida estaría en peligro, pero no parecía preocuparle en lo absoluto. Por su respiración agitada y la pose en duda, no parecía estar pensando, sino sintiendo.

—Tal vez no sea buena idea estar tan cerca, —Él se sobresalta al escucharla, sacándolo por completo de sus emociones y retrocedió cuando casi estuvo por caer. Se asustó. —Te dije.

Él se gira para verla, sorprendido y ella pudo notar el como sus ojos lloraban. Sus mejillas estaban empapadas. Su expresión sorprendida, también podía tomarlo como una de desesperación. Al notar eso, decidió pensar mejor en qué decir y no soltar alguna estupidez como estaba acostumbrada a hacer.

—Pensé que era la única que conocía esto, -señalo con un dedo todo refiriéndose al lugar. —¿Desde cuándo vienes? Porque yo lo hago siempre y nunca te he visto.

El seguía sin responder, solo la veía con la misma expresión. Y por un instante a ella le hubiese gustado poder leer su mente para saber con exactitud cada cosa que pasaba por su cabeza, entender su desesperación.

—Soy Julien.

—Sé quien eres.

—Entonces si hablas. —sonríe pero no logra hacer que él lo haga también, provoca que su ceño fruncido la mire con desconcierto. —¿Cuál es tu nombre?

Intentaba que su mente, sea lo que sea que esté pensando, se distrajera.

Él no le responde y su expresión cambia a una desconfiada, la mira de pies a cabeza. Acción que había visto en todos lados hacía ella, no le sorprendió pero tampoco le agradó. Nota el como se mira así mismo, a su pantalón azul y viejo y sus zapatos negros desgastados y vuelve hacia ella.

—¿No quieres relajar un poco? —Le pregunta, mostrándole el cigarro pero él se niega.

—Eres muy joven para fumar, no deberías.

—Y tú eres muy joven para estar tan cerca de la orilla, no deberías. —responde sin titubear. —Pero puedes ignorar que estoy acá y proseguir.

La vió acomodarse la mochila en la espalda, y aunque trató de mostrarse desinteresada ante la situación no quitó que él se sintiera avergonzado.

Y tuvo tanto miedo de ella, de que su rostro esté entre los periódicos por su culpa y las redes con su nombre impregnado en grande en la primera portada.

—Espera... —ella se detiene cuando estuvo por cruzar el árbol para irse, y se gira a verlo con una ceja levantada. —No espero que lo entiendas pero, si hablas sobre esto perjudicaras a mi familia.

Él no esperaba ser encontrado, ni siquiera que alguien tuviera idea de ese lugar.

—No, tú perjudicarás a tu familia, —respondió y aunque sonaba su voz distante, como si no le importara nada de lo que le pasase, por dentro ella temía porque alguien tan joven como él quería arruinarse y ella lo sabía. No dormiría nunca sabiéndolo. —¿si comprendes que después tus padres tendrán que salir a hablar, no? Serán la mira de todo el mundo, —al verlo fruncir el ceño, Julien dio un paso adelante, —si yo pidiera ayuda, hasta que vengan seguramente las olas te habrían llevado lejos o simplemente hundido o comido los tiburones. Sería casi imposible encontrarte y tus padres gastarán todo lo que tienen por intentar saber de ti. Y si te encuentran, ellos te verán en la morgue, les ocasionarás un inmenso dolor y vacío que no podrán llenar ni aunque pasen años, además de que también gastarán en una lápida y ataúd. ¿comprendes? Morir no es gratis.

—¿Acaso tratas de manipularme?

—Si, pero también te pongo al tanto de lo que pasará. Porque sí, eso pasará.

Él pasa una mano por su rostro, quitando las pocas lágrimas que le quedaban.

—De todas formas, arruinaste mi momento.

—¿Qué? ¿Ya no te vas a tirar? —preguntó con alivio aunque él pudo haberlo tomado como una burla. El chico se alejó de la orilla.

—Estas viendo.

—¿Y qué tiene?

Le sorprendía el como podía ser tan fría e insensible al hablar. No la conocía mucho, más solo lo que sale en la tela y en periódicos.

—Me da vergüenza. —murmuró cuando pasó por su lado.

—¿No quieres que te de un empujón? —bromeó y sorpresivamente, él sonrió. Ella no vio su sonrisa pero escuchó su gesto y no se sintió tan mal de decirlo.

—Solo no digas nada.

—A nadie le va a importar, de todas maneras.

Se detuvo y le dirigió una mirada divertida por encima de su hombro.

—Que m*****a.

Julien sonríe de lado.

—¿No me dirás tu nombre?

—¿Para qué? Si no nos veremos más.

—Quien sabe. —Él niega con la cabeza, no se veía molesto, sus ojeras bien pronunciadas lo hacían ver muy cansado. —Derrion no es tan grande y mi cara la verás por todos lados. Ya sabes, cosas de mi padre.

—Para mi mala suerte. —responde él.

—Dime tu nombre.

—No.

Continúa su camino, y ella no pensó dos veces seguirlo.

—Hablo en serio. —juguetea.

—Yo también.

Segundos antes de ingresar al bosque, Julien lanza el cigarro al agua.

—¿Porqué no?

—Porque no eres una buena persona.

Ella no se sorprendió ante ese dicho.

—Pero, no me conoces.

—Sé lo suficiente como para saber que cuando tengas la oportunidad, vas a contarle a alguien sobre esto. —El chico no le miraba, solo caminaba intentando llegar a la salida y finalmente perderla de vista.

—No es verdad.

—Eres una entrometida. 

—Tal vez debí empujarte. —soltó indignada. —La única persona que me conoce soy yo misma, porque soy la única que sabe lo que pienso y siento, lo que hago o dejo de hacer y estoy completamente segura de que soy consciente que lo que pasó no es asunto mío. Es personal y tuyo.

Sus palabras lo dejaron pensando, no le creía nada.

—Pareces burro.

Dijo sonriendo, ella lo miró confundida.

—Solo hablas y hablas y hablas.

Siguió confundida.

—Burro de shrek. —Ella seguía sin entender. —Olvídalo, me sentiré estúpido contándote quien es shrek. Ahora déjame en paz.

Julien se encoge de hombre y prosigue un camino contrario al de él, el volvió a girarse para verificar de que se estaba yendo de verdad, y si lo estaba haciendo además de murmurar diferentes cosas.

Su actitud tan cambiante era muy diferente al que ve siempre a través de la tele y se dio cuenta que ella o se estaba mostrando alguien quien no era ante las cámaras o ante él solo para sacarle información. Le transmitía desconfianza por todo lo que sabe de ella, de su familia y de su padre. Le intimidaba. 

—Me llamó burra ¿Porqué le hice cambiar de parecer? —murmuraba. —Ni siquiera dio las gracias.

De todas formas, no puedo evitar pensar en lo curiosa que le pareció.

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