Dana
Mis manos temblaban cuando bajé de la camioneta para entrar al primer hotel. Por mi mente pasaban miles de cosas. Llegué a recepción y una rubia estaba tecleando a toda prisa.
—Buenas noches…—Buenas noches, bienvenida al hotel Royce Place. ¿Gusta una habitación?Negué. Estaba segura de que si hablaba me rompería enfrente de ella.—Y-Y-Yo busco…. —intenté recuperarme—al señor Demetrio Richardson.— ¿Richardson? Permítame un segundo…— tecleó rápidamente y se hizo visible su ceño fruncido. —No tengo a ningún señor Demetrio Richardson instalado en el hotel.Cerré los ojos. Debía de ser otro hotel. Pero el siguiente estaba a media hora de aquí. Le di las gracias y sal&iLinaHace media hora había despertado. Salí de la cama sin despertar a John. Caminé casi a oscuras por la gran suite de no ser por la leve luz de la luna que entraba por los grandes ventanales. Era un hermoso paisaje desde mi lugar. Me abracé a mí misma como si un frío recorriera desde el comienzo de mi espina dorsal y terminara en mi nuca. La piel se me erizó. Me quedé mirando por uno de los ventanales.— ¿No puedes dormir? —la voz adormilada de John atrajo mi atención. Se acercó hasta quedar a mi lado, tomó mi mano y la besó.—Demetrio. Hace dos horas que se ha marchado, y no sabemos nada. ¿Crees que Dana lo deje entrar de nuevo en su vida?John se quedó en silencio observándome.—Dana ha cambiado. Es más fuerte…pero sé por las miradas qu
DanaBajé del auto, y con mis manos nerviosas jugaba con las llaves, el corazón me latía a toda velocidad, Demetrio bajaba en ese momento del Audi y se ajustaba la gabardina por el frío de la madrugada.Los niños estaban con Lina. Eso me tranquilizaba por momentos. Ellos no me arrebatarían a mis hijos. Lina es madre, ella no sería capaz de ello.Subió las cortas escaleras de la entrada a paso lento como si se debatiera en entrar junto a mí a la casa. Y era en efecto eso. Se detuvo a medio escalón con las manos dentro de la gabardina negra. Hacía resaltar su piel pálida y cansada.—Dana…—lo observé detenidamente.— ¿Sí? —sabía que diría algo para volverse a cerciorar que esto era lo correcto. Sus ojos grises estaban llenos de confusión, nerv
DanaMe removí en la cama buscando la calidez de su cuerpo, pero no encontré nada. Intenté abrir los ojos pero el cansancio me hizo recordar la sesión de orgasmos de hace horas. Me giré hacía el reloj de la mesa de noche, y el reloj digital anunciaba las 9:32 am. Era domingo. Suspiré dejando caer la cabeza sobre la almohada.Saqué mi cuerpo adormilado y adolorido de la cama, me lavé los dientes y me di una ducha rápida. Me puse un chándal de cuadros rojos y negros, mis calcetas negras, y una camiseta blanca con escote V, encima un suéter de tela delgada que caía por debajo de mi trasero, y dejé mi cabello corto suelto y salí escaleras abajo. El ruido de un domingo por la mañana era mi favorita. No tenía pendientes, no tenía nada que me distrajera, tendría el tiempo para disfrutar de mis hijos. Ahora es
DanaEntraba a la habitación de huéspedes, y arrastré la maleta a un lado del sillón individual que estaba en el rincón. Luciana estaba aún de pie en la entrada de la habitación.—Entra, estás en tu casa. —intenté tranquilizarla, pero sé que aún seguía pensando en las palabras de Leonard.—Gracias amiga. Creo que…—comenzó a llorar y se llevó ambas manos a su rostro para ocultarse.—Luciana…—me acerqué a ella, y la guíe a la cama. Intenté dejarla llorar para que se desahogara. En cierto caso me sentí la culpable de su rompimiento. Y peor aún, el haber sido la causante de la cancelación de su boda.—Disculpa, es que…—sus ojos rojizos se detuvieron en mi mirada. Había algo, no sé
Dana— ¿Irnos? ¿Pero…? —balbuceo las palabras. Miles de cosas pasan por mi cabeza.—Tengo más poder en Seattle. Aquí no…—niega.— ¿Acaso viene con un revolver o qué? —su rostro permaneció frío. Esa era una respuesta.—No los voy a arriesgar. Puedo protegerlos en Seattle, en nuestra casa. No aquí, hay muchos puntos ciegos llenos de peligro. Sea o no que venga con un revolver no pienso arriesgarme.— ¡Puedes contratar gente! ¿Cómo vamos a dejar todo por ella? ¿Otra vez? ¡No! Contrataré personal de seguridad inclusive si tengo que poner guardaespaldas, lo hago, pero no pienso correr a esconderme por ella.— ¡Esto es por su seguridad, Dana! ¡Deja de ser egoísta! ¡Deja de pensar todo lo que vas
DanaEl roce de los labios de Demetrio me despertó. Por el momento nadie sabría que hemos entrado a E.U. El avión había tocado piso en Seattle hace casi una hora. Demetrio para mantenernos aún en el anonimato en la ciudad, hizo que se usara un juego de autos del mismo color, en unas se envió a los niños junto con mis padres al penthouse por otra ruta. Otro a los padres de Demetrio a su mansión. Y otro para Leonard, Luciana y Katy para el departamento de soltero de Leonard. Así nos mantendríamos hasta solucionar cuanto antes lo de Bárbara.Las últimas noticias nos informaron que Bárbara seguía en Londres, y el equipo de Jefferson había confirmado personal de ella rondando por el pueblo. Los nervios eran grandes. Temía que en cualquier momento dieran la noticia de que Bárbara había regresado a Seattle. Demetrio
DemetrioUn mes después…Estaba contemplando a Damián y a Dánae dormir tranquilos. Tenía que protegerlos hasta con mi propia vida. Me repetí que no tenía que cometer ningún maldito error. Tenía que protegerlos de todos los que querían lastimarme. Bárbara sabe perfectamente que ellos son mi debilidad, que ellos son la luz de mi vida junto con la mujer que se encuentra dormida en la habitación de enseguida. Bárbara se había dado cuenta de la trampa. Y hace un par de noches había llegado a Seattle. Aunque cree que ha llegado de incognito, lo bueno de tener contactos y dinero, puedo seguir sus pasos desde aquí. Cubrí mi rostro con ambas manos. Tenía que viajar a África para cerrar un contrato de lo más importante para reponer las pérdidas de la empresa por la cual había
Dana—Me encanta como ha quedado el pastel. —sonrió Katy al cumplido de Esther que se encontraba emocionada por el enorme pastel.—Gracias, Esther. —Se notaba la emoción en su rostro.— ¿Y Lina? —pregunté un rato después.—Ella ha ido… ¿Con Müller? —preguntó Leonard dudoso.Katy movió sus hombros sin poder dar una respuesta a su hermano quien se estaba comiendo el betún del resto del pastel. Tocó un poco con el dedo y les puso a Damián y a Dánae en la nariz, estos dos soltaron la risa. Luciana llegó a la cocina donde nos encontrábamos todos.—Hola, he despertado después de mil años.La panza de cinco meses de Luciana se veía demasiado grande, se veía hermosa en su overol de