Anonadada, viro sobre sus tobillos, encontrándose de frente con el reconocido castaño. Fue imposible contener la sonrisa; tantos meses sin tener una noticia sobre él y aparecía en el momento que más lo necesitaba, como si estuviese clamando a gritos su presencia, Eugene Da Silva hacia acto de presencia ante el escándalo que lo respaldaba y el montón de comentarios que giraban en torno a su ruptura con la peli-negra. Poco le importaban las historias de carente veracidad, Violette había estado para el cuándo menos lo merecía; independientemente del término de su compromiso, ambos pactaron continuar como amigos, ayudarse en todo lo que fuese posible, permanecer ahí el uno para el otro, como en los viejos tiempos.¡Eugene!— Articuló de repente, lanzándose a sus brazos en busca de consuelo, reconociendo el firme agarre sobre su cintura, amoldándose a la perfección a su cuerpo; ocultó el rostro entre su pecho, aspirando la varonil colonia. El abrazo que tanto anhelaba, llegaba con la person
—Mamá. — Llamó Katherine temerosa, atrayendo la mirada ausente de su madre, percibiendo la tristeza en cada extensión de su rostro. — ¿Estarás bien?— Cuestionó de repente. El bienestar de la mujer que le dio la vida siempre fue una de sus preocupaciones, aun si no contaba con la edad suficiente para comprender la angustia.—Por supuesto. — Respondió titubeante, no prometería a Katherine algo que tal vez no recaía en sus manos. — Lo intentaré, ¿sí?— Asintiendo lentamente, depositó otro beso sobre su frente. Luego del largo día y la montaña rusa de decisiones, ambas necesitaban descansar. Sin añadir nada más, la peli-negra se puso de pie, apagó la luz y abandonó la habitación de su hija, dirigiéndose hacia la sala. A pesar del cansancio, la ausencia de sueño logró ofuscarla más de lo que ya estaba, recurriendo a un viejo amigo que aunque no disipaba las penas, lograba hacerlas desaparecer.Decidida, alcanzó un vaso de la alacena, vertió algunos hielos, añadiendo una considerable cantida
—Lo arruine. — Aceptó Violette. No negaría que recurrir al alcohol había sido una pésima idea. — No volverá a pasar, lo prometo. — Murmuro apenada, alzando la palma de su mano para presentar su ofrenda de paz. Inmediatamente, conforme con la respuesta, la pequeña pelinegra comenzó a limpiar el desastre, entregándole a su madre su celular, el cual, albergaba un montón de llamadas perdidas, proveniente de un número desconocido.Una vez más el teléfono sonó, pero esta vez el de la línea fija de la casa, rápidamente, Violette llevó el auricular hacia su oído, lanzando un cálido saludo para el contacto desconocido.¿Señora Dubois?— Preguntó un hombre con voz áspera, solicitando confinar la identidad de la mujer.¿Si?—Es un gusto poder contactarla, espero no llamar en un momento inoportuno. — Lanzó un gran suspiro en señal de alivio.—En lo absoluto. — Replicó confundida. — ¿Quién llama?— Preguntó, tratando de descubrir quien llamaba con tanta familiaridad durante la mañana.—Lo lamento, s
Vacilante, estuvo de pie durante varios minutos frente a la puerta de la residencia. Contempló cada detalle de la elegante fachada, reafirmando su teoría de que sería difícil para Eugene desistir a los lujos, estaba habituado a vivir entre excentricidades, tal como ella.Conseguir la dirección de su nueva casa fue pan comido, una ligera charla con Caroline y asunto resuelto; lo complejo, fue reunir el valor necesario para presentarse.Aun cuando ambos acordaron llevar una relación cordial por respeto a su fallida relación y los lazos creados entre sus familias, Violette imploraba no generar algún mal entendido entre la castaña y su exprometido. Conocía a la antigua socia de Eugene gracias a las reuniones de trabajo, luego del percance del desaire, la peli-negra sentía cierto rencor hacia ella, el cual, desapareció cuando se presentó en el hospital. No valía la pena molestarse con ninguno de los dos, a final de cuentas, las personas no elegían de quien enamorarse.Suspiró con fuerza, l
Perplejo, el aludido parpadeo en reiteradas ocasiones, tratando de diferir la información escuchada. Había trabajado arduamente en la empresa que su padre tío fundó; su affaire con Teresa, lo llevó a perder ciertos privilegios, entre ellos, la confianza de Clarence, delegándolo a un puesto poco adecuado para su preparación.¿Qué dices?— Repuso a contestar. Quizá Violette estaba bromeando, pero la idea desapareció de su mente al ver la seriedad en el rostro de la peli-negra.—Quiero que tomes el lugar de Directivo General de las empresas Dubois. Conozco tu capacidad, Eugene. No he visto a nadie manejar situaciones tan complejas como lo haces tú. Confió en que la empresa saldrá a flote si tú tomas el mando.—Pero no soy parte de la familia Dubois, el consejo directivo no lo aceptara.—El consejo directivo puede irse a la mierda. — Musitó con fiereza, inclinándose un poco sobre la mesa. Podía desconocer el mundo de las finanzas, sin embargo, sabía cómo mover sus piezas en el juego de las
Contempló con cautela el reloj situado en su muñeca; las manecillas indicaban exactamente las tres de la madruga, más del tiempo permitido para arribar a casa. No negaría que pasar un momento con Caroline en el bar hablando sobre su última ruptura amorosa había sido algo reponedor, sobre todo si las penas se sumergían en alcohol. Apenas transcurrían tres semanas desde su rompimiento con Giancarlo, la herida era reciente y su corazón y mente clamaban a gritos un sedante para despojarse del dolor, sin embargo, inmersa entre solos de guitarra y unos cuantos shots de vodka, Violette perdió la noción del tiempo, arribando a la mansión ya caída la madrugada.Recorrió cuidadosamente el sendero hasta su casa; oportunamente, resguardó el juego de llaves antes de salir, por lo tanto, no interrumpiría los placidos sueños de nadie para adentrarse en casa. Buscó con dificultad la perilla, insertando la llave en el cerrojo, empleando sus conocimientos en las artes ninjas para ingresar a la mansión.
—Lo sé, lo sé, es solo que usted parece tan joven que nunca hubiese imaginado que tenía una hija. — Inmediatamente, el chico comenzó a mostrarse más cómodo en compañía de su profesora, rompiendo con la lejanía habitual entre maestro y estudiante. Violette, intentó retroceder, encontrándose acorralada entre el automóvil y el joven. — Dubois-, usted es muy linda. — Susurró, avivando un violento sonrojo en las mejillas de la peli-negra.—Señorita Camille…yo. — Estupefacta, Violette colocó una mano sobre el pecho del chico, notando el rápido palpitar de su corazón. Lentamente lo apartó, sintiéndose más culpable que halagada. — Esto nunca funcionaria. — Repuso, refiriéndose a las claras intenciones del muchacho. — Con una sonrisa tristona, el desilusionado chico se alejó, ajustando su mochila al hombro.—Entiendo, fue irracional de mi parte decirlo. Sé que usted se encuentra con alguien ahora mismo. Ese hombre parece intimidante, inclusive su apellido desborda temor. — Una expresión triste
Una vez frente a la hostess, Greta anunció su llegada, limitándose a notificar el motivo de su visita y la persona en cuestión. Con un gesto poco amable, la petulante dama se encargó de dirigir a ambas hacia la mesa donde aguardaba pacientemente el doctor Beltran, solicitándoles amablemente sus abrigos para mayor comodidad. Las dos, estuvieron de pie durante algunos segundos, sin embargo, Violette era capaz de contemplar la ancha espalda del joven doctor cubierta por un elegante traje hecho a la medida, ajustándose a su musculatura como una segunda piel. Su corazón dio un vuelco al contemplarlo de frente. Greta tenía razón, el hombre era muy bien parecido; el cabello largo y rubio enmarcaba la forma de su rostro, sus orbes ocurras brillaban como dos luceros en el cielo, la leve silueta de una sonrisa enmarcaba sus labios, y la seguridad que desprendía hasta por los poros era tanta que podía tener a cualquier mujer del establecimiento a sus pies. Inmediatamente, el doctor saludó a Gret