Contempló con cautela el reloj situado en su muñeca; las manecillas indicaban exactamente las tres de la madruga, más del tiempo permitido para arribar a casa. No negaría que pasar un momento con Caroline en el bar hablando sobre su última ruptura amorosa había sido algo reponedor, sobre todo si las penas se sumergían en alcohol. Apenas transcurrían tres semanas desde su rompimiento con Giancarlo, la herida era reciente y su corazón y mente clamaban a gritos un sedante para despojarse del dolor, sin embargo, inmersa entre solos de guitarra y unos cuantos shots de vodka, Violette perdió la noción del tiempo, arribando a la mansión ya caída la madrugada.Recorrió cuidadosamente el sendero hasta su casa; oportunamente, resguardó el juego de llaves antes de salir, por lo tanto, no interrumpiría los placidos sueños de nadie para adentrarse en casa. Buscó con dificultad la perilla, insertando la llave en el cerrojo, empleando sus conocimientos en las artes ninjas para ingresar a la mansión.
—Lo sé, lo sé, es solo que usted parece tan joven que nunca hubiese imaginado que tenía una hija. — Inmediatamente, el chico comenzó a mostrarse más cómodo en compañía de su profesora, rompiendo con la lejanía habitual entre maestro y estudiante. Violette, intentó retroceder, encontrándose acorralada entre el automóvil y el joven. — Dubois-, usted es muy linda. — Susurró, avivando un violento sonrojo en las mejillas de la peli-negra.—Señorita Camille…yo. — Estupefacta, Violette colocó una mano sobre el pecho del chico, notando el rápido palpitar de su corazón. Lentamente lo apartó, sintiéndose más culpable que halagada. — Esto nunca funcionaria. — Repuso, refiriéndose a las claras intenciones del muchacho. — Con una sonrisa tristona, el desilusionado chico se alejó, ajustando su mochila al hombro.—Entiendo, fue irracional de mi parte decirlo. Sé que usted se encuentra con alguien ahora mismo. Ese hombre parece intimidante, inclusive su apellido desborda temor. — Una expresión triste
Una vez frente a la hostess, Greta anunció su llegada, limitándose a notificar el motivo de su visita y la persona en cuestión. Con un gesto poco amable, la petulante dama se encargó de dirigir a ambas hacia la mesa donde aguardaba pacientemente el doctor Beltran, solicitándoles amablemente sus abrigos para mayor comodidad. Las dos, estuvieron de pie durante algunos segundos, sin embargo, Violette era capaz de contemplar la ancha espalda del joven doctor cubierta por un elegante traje hecho a la medida, ajustándose a su musculatura como una segunda piel. Su corazón dio un vuelco al contemplarlo de frente. Greta tenía razón, el hombre era muy bien parecido; el cabello largo y rubio enmarcaba la forma de su rostro, sus orbes ocurras brillaban como dos luceros en el cielo, la leve silueta de una sonrisa enmarcaba sus labios, y la seguridad que desprendía hasta por los poros era tanta que podía tener a cualquier mujer del establecimiento a sus pies. Inmediatamente, el doctor saludó a Gret
Con la frente en alto, el Lemaire se puso de pie, ajusto las mangas del saco; dedicó una mirada fría a los ahí presentes, no se rendiría tan fácilmente, necesitarían más que argumentos vacíos para derrocarlo. Un rictus de tensión apareció en sus labios, pero más allá de ponerse a discutir opto por abandonar la sala, llevando consigo la dignidad que defendería a capa y espada.Los trabajadores de la constructora deambulaban por los pasillos. El tema del momento era la sorpresiva noticia que involucraba a su jefe en una serie de negocios ilícitos, los cuales, podían ser penados con una larga condena de comprobarse su culpabilidad. La producción estaba detenida, todos y cada uno de ellos se mantenían al borde del asiento mientras aguardaban por las noticias. Todos contuvieron la respiración al atisbar a su impetuoso jefe caminar por el corredor, pasando olímpicamente de sus comentarios así como las miradas furtivas que le dedicaban.Edmond nunca se caracterizó por mostrar su fragmentació
Violette tomó asiento, masajeando ambas sienes con esmero para reducir el punzante dolor de cabeza. Mientras tanto, Edmond aguardaba de pie atisbando desde ese punto a la bella peli-negra. Estaba claro que terminar con ella no había sido una de las mejores decisiones, imaginaba que la carga de estrés y las constantes peleas lo dejaron sin más alternativas que finalizar cola relación de una vez por todas, sin embargo, debía admitir que cometió el peor error de su vida. Más tranquilo, imaginaba que sería buena idea tratar de suavizar la coyuntura entre los dos, no solo por el bienestar mental de ambos, sino por la tranquilidad y buen crecimiento de Katherine, era injusto para su hija crecer en un ambiente hostil, en el cual las discusiones predominaban.—Violette…— Habló con voz grave, atrayendo su atención de inmediato. En su mirada fue capaz de apreciar todo el rencor resguardado, sintiéndose como un imbécil por haberla lastimado tanto. — Lo lamento. — Murmuró¿Por qué? Oh, porque ya
En realidad, la misma peli-negra desconocía que su reunión con el doctor Beltran se tornaría en una sutil propuesta para formar parte del hospital que estaría su cargo en Nagasaki, había elegido el conjunto por mera casualidad.—Por nada en especial. — Espetó ella, encogiéndose de hombros.—Solamente lo llevas puesto cuando debes presentarte en alguna reunión importante. La última vez que lo utilizaste fue cuando te presentaste con Greta-. — Continuó Katherine. Inmiscuido, Edmond se mantuvo en silencio, escuchándolas a las dos argumentar, de ser ciertas las sospechas de su hija, Violette se encontraba involucrada en un proyecto mayor, mismo que prefería no revelar antes de tiempo.—Anda, no es nada de lo que imaginas. — Dijo la peli-negra sonriente. Minutos después, la charla se vio interrumpía por el arribo de los platillos. El aroma que desprendía el exquisito remen despertó el hambre a todos, incitándolos a devorarlo hasta no dejar nada. Al momento de partir, el hombre se dispuso a
Su vista permanecía fija en el precioso paisaje pintado específicamente para ella: un precioso atardecer, el cielo arrebolado y la transparencia organdí. Si la naturaleza no fuese así de maravillosa en la costa, podría asegurar que el chico a lado de ella había planeado todo con lujo de detalle.Disfrutó de la vista a medida que el sol se ocultaba conforme los minutos pasaban, sonrió al sentir los brazos de su amado rodearla con más fuerza al darse cuenta que estaba unos centímetros alejada, la calidez emanada por su cuerpo la hizo olvidarse del aterido aire. Sonriente, desvió sus fanales esmeralda para enfocarlos en su acompañante: tenía la certeza de que ese chico estaba volviéndola loca. Giancarlo era diferente a los demás, rebelde, obstinado y de vez en cuando demasiado alebrestado, más allá del perfecto físico, Violette estaba perdidamente enamorada de todos los aspectos que lo conformaban, encontraba en el castaño el cariño del que fue privada y la comprensión que solo la soleda
—Estuve buscándola por todas partes, doctora Dubois — Gesticuló a manera de saludo, clavando su intensa mirada en la faz de la mujer.—Lamento causarle tal molestia y desgasto. — Se disculpó bromeando, rogándole a Lena con una sutil mirada que no la abandonara. Ciertamente, estar cerca del doctor la ponía más que nerviosa. Aun no contaba con la respuesta y su presencia solo ayudaba a presionarla.—En lo absoluto, fue de gran provecho recorrer los pasillos de este hospital— Soltó, mostrando una perfecta sonrisa. Lena carraspeo para hacerse notar, le molestaba ser ignorada.—Ella es Lena Crawford— Indicó Violette, empujando a la rubia ligeramente hacia el doctor — Lena, te presento a Beltran-. — Continuó, esperaba que su amiga entendiera los mensajes subliminales que enviaba con cada movimiento, ojala no se le ocurriera comportarse como una cínica y salir huyendo.—Encantada de conocerlo, Violette ha hablado maravillas sobre usted, tantas que despertaron mi curiosidad, ahora que lo teng