El festejo del año se llevaría a cabo un viernes por la noche. Lemaire Magnus no escatimaba en gastos a la hora de otorgar eventos de tal índole, mucho menos si se trataba del aniversario más importante de la empresa. El patriarca de los Lemaire, comenzó un pequeño proyecto cuando finalizó la carrera, llevaba unos cuantos años de casado con la joven y hermosa Miranda y no había transcurrido mucho tiempo para que ella le otorgara el mejor regalo de la vida: su primer hijo. No obstante, Magnus se abrió paso entre los gigantes de la construcción, posicionado sus proyectos innovadores entre los más redituables, meses después fundó la constructora Lemaire en compañía de otros familiares, amigos y socios. Esa noche conmemorarían el esfuerzo del Lemaire, rodeado no solo de su estirpe, sino también de un sinfín de personalidades del medio político y soc
Los ojos de la pequeña Lemaire brillaron con fervor, nada le alegraba más que darse a conocer entre el círculo social al que pertenecían su padre y familia. Muchos desconocían que Edmond tenía una hija, por lo tanto, no solo se llevarían la sorpresa de que el hombre venía acompañado de una exuberante peli-negra, sino también del hecho de que años atrás engendro a una heredera con ella. —En lo absoluto pero tendría que preguntárselo a Katherine. — Sus fanales esmeralda viajaron hasta el rostro de la niña quien febrilmente asintió, entrelazando su mano con la de su abuela, desplazándose a su lado hasta desaparecer entre la multitud. Ofuscada, aquello le recordaba a la multitud de fiestas a la que sus padres la obligaron a asistir; como hija de Dubois Antoine, la presencia de Violette era fundamental, sobre todo para su madre, Sasha, quien esperaba ansiosa encontrar un buen partido para su hija, concretar una cita y persuadirla a casarse con un exuberante millonario que le otorgara una
Tal como Edmond lo solicitó, Violette tomó un día libre entre su ajetreada agenda. Compenetraba con Isela respecto a lo importante que era para ella ese momento. Tener un hijo pasaba a ser un gran acontecimiento en la vida de algunas mujeres, sobre todo si llevaban años intentando cumplir su objetivo, como era el caso de la pelinegra.Aguardaban pacientemente en la sala de espera designada al piso de ginecología y obstetricia. Estar nuevamente ahí le trajo recuerdos sobre su embarazo, había aprendido un sinfín de cosas entre la charla de las madres veteranas, quienes transmitían con alegría sus consejos, experimentó el temor de las madres primerizas y resguardó la alegría de contemplar a la pequeña vida en su vientre en un monitor, percibiendo las ansias de tener a ese pequeño pedazo de cielo en sus brazos.—Tranquila, todo saldrá bien. — Violette acaricio en señal de empatía el brazo de la pelinegra, añadiendo una sonrisa. Gerard e Isela anhelaban dar un gran paso en sus vidas.—Me s
Violette demoró en finalizar su turno. Un niño solicitaba su ayuda a gritos y ella era la única especialista capaz de responder. La herida no fue de gravedad, una sutura leve y un vendaje sencillo apaciguaron el ánimo elevado de los padres, quienes aguardaban en la sala de espera. Al terminar, dirigió al pequeño hasta el lugar premeditado, indicándole a sus padres cuidados básicos para mantener la herida limpia, lejos de alguna infección y marcando la próxima cita para deshacerse de los puntos. Los padres agradecieron a la peli-negra con fervor, saliendo del hospital para obtener un merecido descanso. Aliviada, enfiló el paso hasta los vestidores, buscaría sus cosas y regresaría a casa. Le esperaba un largo camino pero eso no importaba, porque muy en el fondo, sabía que Katherine estaría aguardando por ella. —Larga noche ¿no lo crees?— Preguntó una de sus compañeras de trabajo, quien se disponía a regresar a casa al igual que ella. —Bastante. — Replicó con una leve sonrisa, colocan
¿Si?— Preguntó en respuesta, situando una mano en la cintura. El largo silencio permitió entrever las mudas intenciones del pelinegro. Trabajar tantos años a su lado, le permitieron a la Meyer a conocer ciertas facetas el imperturbable Lemaire. Algo en su interior le decía que estaba a punto de pedirle un favor, pero poco habituado a solicitar la ayuda de otros, Edmond impondría su orgullo sobre la necesidad. Resignada, exhalo con fuerza. — Quieres pedirme algo ¿no es así?— El hombre desvió la mirada, asintiendo al cuestionamiento. — ¿De qué se trata?, espero que no estés metido en algún problema que involucre planear una boda o una petición de mano, sabes que no soy muy romántica. Soy abogada no organizadora de bodas. —No es eso. — Respondió él. La idea de pedirle matrimonio a la peli-negra no se situaba muy lejana. Esperaba tener la oportunidad para hacerlo pronto, sin embargo, deseaba llevar las cosas tranquilamente, sin alterar el orden natural de las cosas. ¿Entonces…?— Entusia
Sus fanales esmeraldas examinaban con parsimonia el nombre de las bandas y la discografía de cada una de ellas. Agradecía poseer una memoria excepcional, no sufría por olvidar cosas fundamentales, podía recordar o memorizar algo sin necesidad de verlo dos veces. Algo similar sucedía con los gustos del pelinegro. Conocía su elección en música. Ávido amante del rock y jazz, Edmond coleccionaba diversos albanes de música en su lujoso apartamento. Katherine parecía haber heredado tal fascinación por las melodías y los libros, ya que, al igual que su padre, resguardaba en su habitación una selectiva colección con títulos inimaginables. Llevaba toda la mañana absorta en librerías y tiendas de música. Consiguió libros que ni el mismísimo Edmond podía imaginar y resguardaba en una pequeña canasta disco inédito de sus bandas favoritas. Quizá no podría compararse con lo que el hombre podía ofrecerle, pero, muy en el fondo, sabía que el pelinegro poseía diversas cosas materiales. Acortó la di
Violette detuvo el automóvil frente a la casa donde pasó gran parte de su vida. Regresar, traía recuerdos nostálgicos. Se sentía como una extraña, dos meses sin hablar con su madre derivaban en un mar de sensaciones, donde la culpa la asechaba constantemente.Aquella, sería la primera ocasión que pasaría las festividades con una familia ajena a la suya. Los problemas aún no se solventaban entre las Dubois. Sasha insistía en no dirigirle la palabra a su única hija, puesto que consideraba una ofensa la decisión tomada por la chica frente al altar.Exhaló con fuerza y descendió, tomando las bolsas de la cajuela y encaminándose a la puerta trasera. Contemplo de un lado a otro, buscando alguna señal de vida en la amplia mansión, todo permanecía en absoluto silencio. Caminó con parsimonia, colocando los regalos debajo del árbol, mismos que delatarían su presencia eventualmente. Se dispuso a buscar a su padre en el despacho, percibiendo el impío aroma a jazmines y encontrando la silla vacía.
—Vas a molestarte. — Sentencio, escabulléndose por un espacio libre. Un firme agarre a su brazo la detuvo, atrayéndola hacia sí. Violette forcejeo, pero al ver que su lucha era imposible, opto por rendirse. Con el ceño fruncido y el rictus de tensión en los labios, elevo su barbilla, contemplando frente a frente al hombre. — Hoy acudí al consultorio de Greta-. El emperador debe ser intervenido inmediatamente, así que mi maestra dedujo que sería adecuado auxiliarla en la cirugía. Edmond no dudaba de las capacidades de Violette, sabía que la madre de su hija era un genio en potencia. Por lo tanto, no le parecía extraño que fuera considerada para llevar a cabo tan fundamental tarea, sin embargo sabía que detrás de ese contexto existía otro motivo que no aceptaría con alegría. ¿Por qué debería molestarme?— Un poco más relajado, Edmond recargo su cuerpo contra la pared, cruzando los brazos, aguardando por la respuesta de la peli-negra. Violette mordió su labio inferior con insistencia, h