Aquella comida habia sido un completo desastre, finalmente, la madre y la hija decidieron regresar a casa a esperar que el Lemaitre les dijera sobre los resultados, despues de todo, Violette estaba muy segura de que ese hombre era el padre de su hija. Después de un largo día no había nada mejor que llegar a casa. Tanto Violette como Katherine estaban exhaustas de tanto drama. La última semana estuvo llena de sorpresas para las dos, el cansancio no era físico sino una especie de extenuación sentimental, había mucho por procesar y poco tiempo para hacerlo. Violette se tumbó sobre el sillón y minutos después, Katherine postro la cabeza en el regazo de su madre mientras ella se disponía a acariciar los sedosos mechones azabaches, disfrutando de la completa afonía. Violette no dejaba de pensar ni un segundo en todo lo acontecido. El ocultar a Edmond parecía una buena idea años atrás, creía que evitaría el drama por el que estaba atravesando. Obviamente a veces las ideas eran erradas y e
Dicho esto, Violette se dirige hacia su consultorio. Caminaba lentamente, buscando alguna receta innovadora para preparar aquella tarde, Katherine comenzaba a ponerse quisquillosa con la comida, así que lo último que deseaba escuchar ese día era una réplica de su hija. Absorta en sus pensamientos, arribo a la recepción principal, buscando la hoja de entrada y salida. —Buenos días, Marian-Antone, ¿alguna llamada para mí?— Preguntó sin mirarla, rastreando su nombre en la larga lista de trabajadores para confirmar la hora de salida. — —Buenos días, Dubois-Antone. Un hombre espera por usted en el consultorio. — Anuncio la chica, sonriendo de oreja a oreja al recordar el aspecto del galante caballero que demandaba la presencia de la peli-negra. — Debo decir que es bastante guapo, todo un adonis griego. Fue persistente a la hora de preguntar por usted, dijo que se trataba de un asunto de vida o muerte. — Marian aun sonreía, no todos los días se veía a un espécimen de tal porte en los pasi
Reunidos en el discreto aparento de la peli-negra, Edmond pasó el resto del día en compañía de las dos chicas de su vida. Ayudó a Katherine con sus deberes, prestando más atención a los problemas de algebra, enseñándole métodos sencillos y prácticos para resolverlo en cuestión de segundos. No le molestaba escuchar a la pelinegra parlotear todo el día sobre los últimos acontecimientos de hace tres semanas, siempre se mostraban interesado en conocer a su hija y formar parte de sus triunfos y derrotas, estaría ahí para festejar con ella o consolarla. Mientras Violette se disponía a preparar un banquete para la cena, él y Katherine hablaban de los planes a futuro de la niña. Tanto Edmond como Violette, desde pequeños se plantearon lo que deseaban ser cuando crecieran; La peli-negra siempre se sintió fascinada ante la idea de ayudar a sus semejantes sin recibir nada a cambio, optando por ofrecer su vida a la medicina; Edmond se encantó por la idea de convertirse en arquitecto al ver las o
El festejo del año se llevaría a cabo un viernes por la noche. Lemaire Magnus no escatimaba en gastos a la hora de otorgar eventos de tal índole, mucho menos si se trataba del aniversario más importante de la empresa. El patriarca de los Lemaire, comenzó un pequeño proyecto cuando finalizó la carrera, llevaba unos cuantos años de casado con la joven y hermosa Miranda y no había transcurrido mucho tiempo para que ella le otorgara el mejor regalo de la vida: su primer hijo. No obstante, Magnus se abrió paso entre los gigantes de la construcción, posicionado sus proyectos innovadores entre los más redituables, meses después fundó la constructora Lemaire en compañía de otros familiares, amigos y socios. Esa noche conmemorarían el esfuerzo del Lemaire, rodeado no solo de su estirpe, sino también de un sinfín de personalidades del medio político y soc
Los ojos de la pequeña Lemaire brillaron con fervor, nada le alegraba más que darse a conocer entre el círculo social al que pertenecían su padre y familia. Muchos desconocían que Edmond tenía una hija, por lo tanto, no solo se llevarían la sorpresa de que el hombre venía acompañado de una exuberante peli-negra, sino también del hecho de que años atrás engendro a una heredera con ella. —En lo absoluto pero tendría que preguntárselo a Katherine. — Sus fanales esmeralda viajaron hasta el rostro de la niña quien febrilmente asintió, entrelazando su mano con la de su abuela, desplazándose a su lado hasta desaparecer entre la multitud. Ofuscada, aquello le recordaba a la multitud de fiestas a la que sus padres la obligaron a asistir; como hija de Dubois Antoine, la presencia de Violette era fundamental, sobre todo para su madre, Sasha, quien esperaba ansiosa encontrar un buen partido para su hija, concretar una cita y persuadirla a casarse con un exuberante millonario que le otorgara una
Tal como Edmond lo solicitó, Violette tomó un día libre entre su ajetreada agenda. Compenetraba con Isela respecto a lo importante que era para ella ese momento. Tener un hijo pasaba a ser un gran acontecimiento en la vida de algunas mujeres, sobre todo si llevaban años intentando cumplir su objetivo, como era el caso de la pelinegra.Aguardaban pacientemente en la sala de espera designada al piso de ginecología y obstetricia. Estar nuevamente ahí le trajo recuerdos sobre su embarazo, había aprendido un sinfín de cosas entre la charla de las madres veteranas, quienes transmitían con alegría sus consejos, experimentó el temor de las madres primerizas y resguardó la alegría de contemplar a la pequeña vida en su vientre en un monitor, percibiendo las ansias de tener a ese pequeño pedazo de cielo en sus brazos.—Tranquila, todo saldrá bien. — Violette acaricio en señal de empatía el brazo de la pelinegra, añadiendo una sonrisa. Gerard e Isela anhelaban dar un gran paso en sus vidas.—Me s
Violette demoró en finalizar su turno. Un niño solicitaba su ayuda a gritos y ella era la única especialista capaz de responder. La herida no fue de gravedad, una sutura leve y un vendaje sencillo apaciguaron el ánimo elevado de los padres, quienes aguardaban en la sala de espera. Al terminar, dirigió al pequeño hasta el lugar premeditado, indicándole a sus padres cuidados básicos para mantener la herida limpia, lejos de alguna infección y marcando la próxima cita para deshacerse de los puntos. Los padres agradecieron a la peli-negra con fervor, saliendo del hospital para obtener un merecido descanso. Aliviada, enfiló el paso hasta los vestidores, buscaría sus cosas y regresaría a casa. Le esperaba un largo camino pero eso no importaba, porque muy en el fondo, sabía que Katherine estaría aguardando por ella. —Larga noche ¿no lo crees?— Preguntó una de sus compañeras de trabajo, quien se disponía a regresar a casa al igual que ella. —Bastante. — Replicó con una leve sonrisa, colocan
¿Si?— Preguntó en respuesta, situando una mano en la cintura. El largo silencio permitió entrever las mudas intenciones del pelinegro. Trabajar tantos años a su lado, le permitieron a la Meyer a conocer ciertas facetas el imperturbable Lemaire. Algo en su interior le decía que estaba a punto de pedirle un favor, pero poco habituado a solicitar la ayuda de otros, Edmond impondría su orgullo sobre la necesidad. Resignada, exhalo con fuerza. — Quieres pedirme algo ¿no es así?— El hombre desvió la mirada, asintiendo al cuestionamiento. — ¿De qué se trata?, espero que no estés metido en algún problema que involucre planear una boda o una petición de mano, sabes que no soy muy romántica. Soy abogada no organizadora de bodas. —No es eso. — Respondió él. La idea de pedirle matrimonio a la peli-negra no se situaba muy lejana. Esperaba tener la oportunidad para hacerlo pronto, sin embargo, deseaba llevar las cosas tranquilamente, sin alterar el orden natural de las cosas. ¿Entonces…?— Entusia