Capítulo 388
Después de terminar todo, Fabiola salió del baño y echó un vistazo a Benedicto, quien aún dormía profundamente, y suspiró aliviada.

Luego bajó las escaleras y se fue en su coche.

Lo que ella no sabía era que en el momento en que entró al garaje para llevarse el coche, la figura de Benedicto apareció detrás de las cortinas del segundo piso.

Él observó cómo el coche de Fabiola desaparecía en la calle y, exhausto, se frotó las sienes antes de volver a la cama.

Una profunda sensación de impotencia lo llenaba, como si su corazón estuviera cargado con pesadas piedras.

Quería hacer algo, pero se sentía completamente incapaz.

Tomó su teléfono y llamó a Sergio.

—Patrón.

Respondió Sergio, sabiendo que Benedicto había estado de mal humor estos días, por lo que estaba siempre listo.

Tan pronto como sonó el timbre del teléfono, Sergio despertó.

—¿Se ha descubierto algo? —preguntó Benedicto con una voz sombría y aterradora.

Sergio apenas se atrevió a bostezar y respondió rápidamente: —Señor, el hote
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