Capítulo 387
Sin embargo, de repente recordó la última foto que aquella mujer le había enviado.

Una foto de una joven vestida al estilo de los palacios europeos junto a Benedicto...

La luz centelleante en los ojos de la joven era como una aguja que se clavaba en el corazón de Fabiola, haciendo que se despertara bruscamente y empujara a Benedicto con todas sus fuerzas.

Al ver la resistencia de Fabiola, una sombra de dolor cruzó por el fondo del corazón de Benedicto, pero rápidamente, volvió a la normalidad: —Cariño, ¿qué te pasa?

Fue entonces cuando Fabiola se dio cuenta de lo que había hecho.

Se apoyó en la mesa, su mente un caos, sin saber cómo explicarse.

Había prometido mantener la calma.

Había prometido buscar pruebas.

¡No debía alertar al enemigo!

Después de respirar hondo varias veces, Fabiola finalmente encontró una excusa: —No es nada, de repente me siento muy cansada, quiero subir a descansar.

Benedicto frunció ligeramente los labios: —Está bien, ve.

Al oír esto, Fabiola se sintió aliviada
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