Capítulo 137
El corazón de Benedicto se estremeció y, apoyándose en la puerta, preguntó: —¿Qué pasó?

José explicó la situación brevemente. Al ver que Benedicto permanecía en silencio, no pudo evitar sentirse nervioso: —Jefe, ¿fui demasiado lejos?

—Lo hiciste muy bien —dijo Benedicto con una mirada sombría. —A partir de mañana, serás el dueño de este hotel.

José abrió los ojos de par en par, mirando fijamente la puerta cerrada.

Sin poder reaccionar.

¿Cómo podía ser que un simple trabajador se convirtiera en el dueño?

En la habitación.

Benedicto con cuidado le quitó los zapatos a Fabiola, y al ver las ampollas y rasguños en la planta de sus pies, se le contrajeron las pupilas.

Sacó una pomada y la aplicó suavemente en las heridas de Fabiola, y luego le dio unas palmaditas en la mejilla: —Levántate.

Fabiola, medio dormida, intentó darse la vuelta, pero Benedicto le sujetó las piernas: —Cariño, levántate y bebe algo de té de jengibre, no es bueno que te resfríes.

Fabiola frunció los labios rojos y abri
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