Capítulo 122
Aunque las cuatro grandes familias no se llevaban bien entre sí, en tiempos de crisis, siempre había que hacer una visita.

Claudia se puso pálida: —¿Cómo pudo suceder esto?

¿No debería haber sido Fabiola la que regresara así?

—Ahora mismo no está claro, voy a ir allá —Cedro dejó estas palabras y se fue rápidamente, dejando a Claudia llena de miedo y ansiedad.

Al llegar a la casa de Herrera, Cedro descubrió que la situación de Joana era aún más grave de lo que el abuelo había descrito.

Ella yacía en la cama con el cabello revuelto, como si hubiera sido maltratada, y estaba llena de moretones, casi sin un lugar intacto en su cuerpo, especialmente su rostro, que estaba tan hinchado como una cabeza de cerdo.

Ella murmuraba algo.

Pero era demasiado bajo para entender.

Emilio, al ver a su hija en ese estado, sintió su corazón destrozado.

—¿Han encontrado a quién lo hizo? —preguntó Cedro.

Emilio negó con la cabeza, lleno de dolor: —No, ¡no hemos encontrado nada!

—¿Y Joana? ¿Ella no sabe quién
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