Capítulo 121
Benedicto abrazó a Fabiola de repente.

Sus pieles se tocaron, y los corazones latiendo en sus pechos tenían frecuencias increíblemente sincronizadas.

Fabiola, inhalando el agradable aroma del hombre, sintió sus mejillas arder intensamente.

Luego, recordó algo de repente, y comenzó a buscar frenéticamente en el cuerpo de Benedicto: —¿No estás herido? ¿Los guardaespaldas de Joana no te hicieron nada?

Benedicto, excitado por sus caricias, tuvo que sujetar las manos de Fabiola con resignación, su voz ronca: —Estoy bien, pero si sigues jugando con fuego así, no puedo garantizar que no pasará nada.

Al escuchar esto, Fabiola se asustó y se quedó inmóvil.

No fue hasta que oyó la risa placentera sobre su cabeza que se dio cuenta de que había sido engañada, y con vergüenza levantó su pequeño puño y golpeó el pecho de Benedicto.

Su golpe no tenía fuerza.

Benedicto agarró su puño y lo besó cerca de sus labios: —Fabiola, no te arrepientas.

—¿Qué?

—De estar conmigo.

El rostro de Fabiola se calentó d
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