Como todas las mañanas, se levantó una hora antes de la normal, se puso el uniforme, tomó su mochila y una manzana, y salió caminando lentamente a la parada de autobuses. Estaba lloviendo, así que se llevó consigo un paraguas.
En la funda de su celular, se pudo divisar un pequeño sticker, el sticker que había guardado del regalo del muchacho. Estaba nerviosa, por alguna razón.
Cuando llegó a la parada, se sentó pasiente en el banco a su espera; había pasado una semana y desde que el muchacho de cabellos verdes no iba al instituto, y eso le hacía sentir inquieta. Llevaba toda esa semana yendo una hora antes de lo usual a la parada con la esperanza de encontrarse con el joven, pero no sabía nada. Además de eso, todas esas tardes, pasaba de camino a casa por la tienda de Boo, con la esperanza de que él le diera respuestas del paradero de Rory Blair
Dhara le lanzó una mirada a Sylvaine cuando Rory Blair, quien fue el último en terminar de comer, se puso de pie.—Chicos, debo irme... —dijo el asiático, rascándose la nuca—. Tengo que ir a casa.—Oh, te acompañamos —dijo Sylvaine decidida, tan segura, que a Jasper le espantó. Los tres restantes se levantaron.—N-no es necesario —dijo el joven—. Pueden regresar a casa tranquilos, los veré mañana.—Creí que iríamos al Karaoke, a penas son las siete y media —dijo Jasper, fingiendo tal cual le indicaron las chicas antes.Una punzada de culpabilidad comenzaba a doler en el pecho de Dhara, pero aún así, decidió hablar.—No te preoc
Dhara se aferró al brazo de Jasper cuando el de ojos miel estrelló su puño contra el pómulo del asiático. Cerró sus ojos con fuerza, arrepintiéndose de estar en aquel sitio, pero al mismo tiempo sin tener mucha escapatoria; ya estaban ahí, no podían irse, sabían que estaban bajo la mirada de varias personas de allí, a pesar de que se camuflajeaban fácilmente entre el público. Dhara sentía un nudo en el estómago, y otro en la garganta.Rory Blair comenzó a oír un pitido cuando anunciaron la última ronda, y supo entonces que debía caer y no levantarse para que Drop pudiese ganar su estúpida apuesta, y librarse de una vez por todas de él y así, obtener su recompensa.Su culposa recompensa.No soportaba se
—¿Hasta cuándo?Silencio.—¿Te haces la sorda?Oh, por supuesto que la hormiga que se escapaba de las garras de la bestia a lo largo de la mesa a causa de una mancha de azúcar con café era más importante que lo que la mujer frente a la chica de cabellos rubios decía.—¡Te estoy hablando! ¡Préstame atención! Te hice una pregunta.—No lo hago a propósito —contestó la joven, con la mirada perdida. Mordiendo su mejilla para evitar soltar una risilla.—¿Es todo lo que dirás?—Realmente no tengo más nada que decir —replicó, tranquila.La mayor dió un golpe a la mesa, haciendo que el vaso cayera al suelo rompiéndose en muchos pedazos pequeños. La chica rubia dió un respingo leve, pero se mantuvo en silencio.—Honestamente no espero mucho de ti, pero me sorprende que cada vez logres dejarme en claro que no eres buena en nada que tenga que ver con estudios, ¡lo más importante en ésta vida! —dijo, con desprecio. A veces hablaba extraño—. Así pretendes ir a una universidad. No me sorprendería
Seis en punto.Dhara se levantó un poco más temprano de lo normal para no toparse con su madre. Desayunó cereal y salió corriendo, era temprano aún, pero descansaría en el departamento de Syl mientras se hacía la hora de irse.La noche anterior regresó a casa después de una charla con su única familia, su chico favorito. Con quien hablaba poco, pero apreciaba cada llamada.Dash Marlowe Vance. O como ella le llamaba, Dovie. Tenía veinte, era dos años mayor que ella, Dhara cumpliría los dieciocho para finales de Junio. Era su hermano; sin embargo se fue con su padre cuando el mayor decidió irse. Lo extraño es que, cuando el joven cumplió diecinueve, desapareció del mapa y poco podían verse, no sabía sus razones, pero suponía que era por su madre.Dash le contó que se había mudado de ciudad,
Su converse amarillo se movía a la par que mordía su lápiz. Su cabeza explotaría en cualquier momento. Hasta que por fin el timbre sonó, y Dhara lanzó todas sus cosas con brusquedad a su mochila. Se puso de pie y se giró hacia sus amigos.—Andando. —demandó, tragando grueso.Sylvaine le explicó como supo lo que suponía del asiático y la razón de su actitud algo... incómoda.Resultaba que, al parecer, los compañeros del asiático se habían mostrado reacios a aceptarlo, por ende hacían hasta lo imposible para hacerle la vida cuadritos. Pero todo se remotaba desde un tiempo en específico, y por supuesto, el joven no hablaba respecto de eso a nadie. Pero la razón o la insinuación del por qué, lo descubririan ese día.Por los pasillos se murmuraba, y los tres lo escucharon, que Nathaniel se encontraría de nuevo con el asiático castaño para moler su rostro angelical a golpes. Cosa que no pudo hacer el otro día por el director.Dhara se sentía algo nervios
Dhara se lanzó de cara hacia su cama, y dió un pequeño gritillo contra sus sábanas al no poder controlar la emoción que aquel momento hizo colicionar contra su pecho de forma feroz. Una sonrisa se espandió en su rostro, el mal recuerdo de lo sucedido en la fiesta y lo que casi le ocurría quedó atrás, muy atrás. Su mirada se desvió al techo, ella seguía sonriendo como boba intentando dibujar con su mirada las facciones a detalle del muchacho asiático.Su sonrisa se fue borrando al recordar sus manos lastimadas, y el rastro en su cara de la pelea del descanso con Nathaniel.Dhara deseó profundamente poder comprender la actitud del muchacho, se preparó incluso para ser ignorada al día siguiente. Y recordó lo que se propuso el día de la pelea.—Trabajos. S&oacu
La dulce rubia se quedó estática a mitad de pasillo; todo se veía tan grande, habían muchas puertas en aquel lugar, y se giró para seguir la figura alta del muchacho cuando éste le guió hacia su habitación. Un pequeño sacudijo acechó su pecho, un cincuenta por ciento le emocionaba, sentía curiosidad por saber cómo era la pieza de aquel muchacho inexpresivo. Pero, el otro cincuenta por ciento la ponía nerviosa, nunca había puesto un pie en otra casa que no fuese la suya o las de sus mejores amigos, y todas resultaban ser más grandes que la suya por alguna razón desconocida, ¡y su casa era de dos plantas! —Pasa —dijo el castaño, mirando por encima de la cabeza de la rubia. Ella dió un par de pasos al interior de la pieza, y se esforzó por no largar su quijada. Esa pieza era casi el tamaño de la segunda planta de su casa. Tenía esa enorme cama, otra puerta que supuso que era el baño, un enorme y elegante armario, un escritori
—Puedes por favor repetir lo que acabaste de decir —murmuró la rubia, con la boca entre abierta, y la cuchara con un trozo de puré de papas a mitad de camino.Sylvaine tomó aire, y lo repitió.—La profesora de Química me pidió que te informara sobre sus trabajos —dijo, la castaña—. Dijo que, si tú y el emo de mechas verdes según ella, organizaban las aulas de Química experimental, les daría su calificación, ¡limpien, rápido! es un trabajo menos.Los ojos de Dhara brillaron cuando su amiga dijo aquello.—¿Cuándo debemos hacerlo?Sylvaine pensó un momento, recordando las palabras de la mayor.—Dijo que des