Capítulo 2

Seis en punto.

Dhara se levantó un poco más temprano de lo normal para no toparse con su madre. Desayunó cereal y salió corriendo, era temprano aún, pero descansaría en el departamento de Syl mientras se hacía la hora de irse.

La noche anterior regresó a casa después de una charla con su única familia, su chico favorito. Con quien hablaba poco, pero apreciaba cada llamada.

Dash Marlowe Vance. O como ella le llamaba, Dovie. Tenía veinte, era dos años mayor que ella, Dhara cumpliría los dieciocho para finales de Junio. Era su hermano; sin embargo se fue con su padre cuando el mayor decidió irse. Lo extraño es que, cuando el joven cumplió diecinueve, desapareció del mapa y poco podían verse, no sabía sus razones, pero suponía que era por su madre.

Dash le contó que se había mudado de ciudad, de nuevo, y que consiguió una pequeña casa a las afueras de su ciudad pequeña y cálida, como una casa de campo. Dhara se imaginó viviendo allá, tranquila, con los riachuelos que Dash le contaba que habían por allá.

Sin embargo, su realidad le chocó de llano cuando el sonido del motor del autobús le obligó a moverse para subir. Un suspiro entrecortado salió de sus rosados labios, deseaba poder irse con su hermano, cada día de su vida, pero él siempre decía que no era tan fácil y menos siendo menor de edad, temía a lo que su madre era capaz de hacer.

Escuchó música con audífonos hasta que llegó a la parada cerca de la calle donde sus mejores amigos vivían. El frío gélido de la mañana se coló entre su falda, odiaba esa falda, no servía para nada más que para darle miradas desagradables de algunas personas en su instituto y frío toda la mañana y parte de la tarde noche.

Iba llegando al portal cuando, a la otra esquina, vió cruzar un cuerpo conocido; alto, cabello castaño y el uniforme del instituto mal arreglado.

¡Era Él!

Dhara cambió de propósito. Tenía tiempo para llegar, decidió dar pasos largos, casi corriendo, para alcanzar al muchacho. Sus piernas no eran tan largas, en comparación a las del castaño, pero lo intentó. Iba a unos diez pasos de distancia, parándose cada cierto tiempo para disimular. En aquella cuadra algo desolada, divisó que el joven se paró frente a una tienda de luces colgantes amarillas, su perfil le confirmó que era él,  tenía un pequeño moretón en el pómulo y la boca marcada por el golpe. Dhara creyó ver mal pero, pudo ver unos mechones verdosos o... ¿azulados? En la melena del castaño. Cuando él entró a la tienda, ella corrió hasta llegar. Se paró frente a la puerta, aplanando su falda, peinando su amarillento cabello, miró su rostro en el reflejo de su celular.

—Decente —torció la boca en suficiencia, y respiró hondo antes de empujar la puerta.

La campana anunció su llegada dentro de aquella tienda de libros e historietas. Había un pequeño mostrador en la entrada y pasillos, la sala principal tenía dos sillones y una mesa, más allá estaban las estanterías y otros dos pasillos con más libros.

Dhara miró todo con la boca abierta, ella amaba leer, pero no sabía de aquel lugar, y parecía tener el tipo de libros que a ella le gustaba.

—Bienvenida, sol. —la voz del señor  no tan señor hizo que ella desviara su mirada. Debía tener unos veintinueve o treinta años, cabello hasta el cuello ondulado y un par de gafas transparentes  y por supuesto, esa barba de tres días.

—¿Sol? —Dhara sonrió ante aquel apodo.

—Sí, eres rubia, pero no chillona. ¡Bienvenida al rincón de Boo! Yo soy Booker, pero puedes llamarme Boo. Es tu primera vez por aquí, ¿cierto?

Dhara tocó su oreja mostrándose nerviosa. ¿Habrá sido muy obvio que había estado siguiendo al chico?

—S-sí. Lo descubrí hace poco...

—Perfecto. Puedes leer todo lo que quieras y comer, en las neveras hay bebidas, si deseas comprar algo sólo informame. Siéntete como en tu hogar.

Hogar...

Dhara quería sentir eso de nuevo.

Le dió una sonrisa sincera al señor, agradeciéndole, y siguió su camino en silencio hacia uno de los pasillos. La música resonaba tenuemente en altavoces pegadas a las paredes forradas con portadas de libros y cómics, podía reconocer a la banda que sonaba como The Vamps, también le gustaban. Sin embargo, sus favoritos eran Coldplay.

Dhara caminaba en silencio por los pasillos de aquella tienda, sin poder divisar al chico que vió entrar.

—¿Dónde estás, saltamontes? —susurró para el aire, mientras miraba entre los espacios de los libros.

Los converse amarillos desgastados de Dhara no producían ningún sonido gracias a la alfombra de terciopelo roja que estaba por toda la tienda como suelo.

Cuando llegó al final de ese pasillo, cruzó para entrar al otro, y se tropezó con una pila de libros que estaban atravesados en medio del pasillo. La gran mayoría del tiempo Dhara era algo torpe cuando de caminar se trataba pues, caminaba siempre con la mirada hacia todos lados, metida en su propio mundo. Esa vez pasó igual, no se percató de mirar antes de caminar, y cayó hacia adelante, lastimándose las rodillas con los lomos de los libros los cuales para su mala suerte eran duros. Una mueca de dolor se formó en sus labios, pero cambió a una enorme O cuando vió unos converse negros a centímetros de ella.

Subiendo lentamente por el cuerpo, vió el pantalón del uniforme, la camisa por fuera, y por último el rostro de piel blanca pastelosa y brillante, con mechones azules verdosos y castaños cayendo encima de sus ojos...

Era Él.

—Oh... —la voz de Dhara desapareció en ese momento.

Sus ojos grisáceos claros lo miraron asombrada, no recordaba haberlo visto antes entre sus compañeros, parecía irreal. Su nariz, sus labios bien perfilados y rojos, sus ojos oscuros y fríos.

¿No la ayudaría a levantarse?

Él sólo la miraba inexpresivo desde su sitio mientras que ella seguía tirada en el suelo.

Dhara reaccionó y se levantó tan pronto como pudo, él la siguió con la mirada hasta que se levantó, era más alto que ella, una diferencia... considerable.

A pesar de la situación, ella sonrió mientras tomaba un libro al azar del estante y le extendió su mano libre.

—Dhara, un gusto —la chica era encantadora, nada se lo quitaba, ni si quiera el desorden de su uniforme o el hecho de no usar ni una gota de maquillaje. Su belleza era natural, y no era perfecta. Siempre pensaba que sus ojos estaban un poco más separados, como el de los peces. Que su piel era un poco amarillenta a veces cuando no llevaba mucho sol, o incluso paliducha como una hoja de papel. Ella sólo podía ver defectos en su reflejo. Los cuales ciertas personas veían como sus encantos, o bien, la veían hermosa en cualquier sentido.

Aplanó su sonrisa cuando el chico miró su mano extendida con sus enormes ojos negros.

—Me gusta tu cabello azul —le dijo ella, señalando su cabello—. Bueno, parece aquamarina, pero... Oh, ya te vas.

El chico se detuvo y miró por encima de su hombro, se quedó así por un momento y Dhara avanzó un par de pasos para alcanzarlo, entonces él siguió. El chico se detuvo frente al señor de cabello largo y le extendió dos libros  los cuales éste tomó y los embolsó.

—Tiempo sin saber de ti... —le dijo el señor, con una sonrisa pequeña.

Dhara los miró rezando para que el señor no hiciera alguna pregunta indebida respecto a los golpes del chico, seria incómodo. Entonces, el castaño, ahora peli azul, tomó la bolsita con los libros, y salió dando pasos pesados de la tienda.

Dhara dejó el libro frente al señor y se aferró a su mochila mientras salía de la tienda. Sin embargo cuando salió el chico ya no estaba. Dhara miró a ambas direcciones, ¡había pasado vergüenza por nada! Porque, el chico se le había escapado.

Se dió media vuelta y regresó al edificio a buscar a sus amigos. Pensando en aquel chico de mechitas azules y ojos rasgados.

                                  εïз*☆・゜・*:.。.*.。.:*・☆・゜・*:.。.:*・☆εïз

—¿¡Qué tú hiciste qué!?

Sylvaine no pudo evitar emocionarse cuando su mejor amiga rubia le contó lo sucedido en aquella tienda.

—¿Y no le preguntaste su nombre? —interrogó Jasper, apoyado en el borde de la mesa mirando a Dhara con los ojos bien abiertos—. No lo vi a primera hora.

—Yo tampoco, en ninguna clase, ni en los pasillos. —dijo Dhara, con los ojos entrecerrados— Pero esta mañana llevaba su uniforme. ¿Tal vez entrará a segunda hora?

—Es posible. Es problemático, ya lo sabemos, así que seguramente quiera entrar a segunda hora para no encontrarae con Nathaniel —pensó Jasper, recostandose en el respaldar de su silla.

—Nathaniel no entra a segunda hora a ninguna clase por sus "prácticas" —Syl hizo comillas, riendo—. Pequeño idiota, de seguro fue él quien lo provocó. Nathaniel sólo sirve para crear conflictos hasta donde no los hay.

Dhara asintió pensativa. ¿Tal vez debía dar una caminata para encontrarse con él "casualmente?" Sería difícil.

—¿Qué clase nos toca ahora? —preguntó Dhara, mordiendo una tira de su mochila.

—Historia —dijo Jasper, con una mueca.

Dhara tembló en su sitio.

—Esa es una de las que llevas reprobadas, ¿cierto? Puedo verlo... en tu miraaada —bramó Sylvaine, mirando fijamente a Dhara. La rubia asintió.

—Odio Historia. Tengo miedo de lo que me pueda m****r a hacer —admitió la rubia, poniéndose de pie. Ya había devorado toda su hamburguesa, así que le dió una seña con sus manos a sus amigos quienes también habían terminado de comer— Andando, es hora de nuestro juicio.

—¿Creen que nos corten la cabeza?

—Creo que es mejor que nos cuelguen.

—Olvídalo. El fuego siempre fue una opción.

Ahí iban tres infelices buscando la felicidad plena.

Estaban pensando en sus juicios, hasta que Jasper divisó una cabeza con mechitas azules entrar al aula de Historia.

—¡Allá va!

Tomó al par y las hizo correr hasta su aula; se detuvieron en la puerta al ver a la profesora recién colocando sus cosas en el escritorio, y se dirigieron a sus lugares de siempre. Los tres últimos puestos en la penúltima fila.

Lo curioso era que Dhara quedaba siempre en el medio, y justo diagonal, en el último puesto de la última fila, estaba Él.

Dhara lo miró con la cara metida en su libro de historia "disimulando", pero el chico ya había notado su presencia desde que entró, aunque no la mirara.

Jasper se giró en su lugar y se apoyó en la mesa de Dhara.

—Si sigues así te demandará —bromeó Jasper, mientras tomaba su lápiz del estuche de Dhara.

Ella negó distraída.

—Nah, no lo creo... oh, me mira, ¡me mira! —Dhara se volteó de golpe hacia Jasper cuando la mirada oscura del castaño con mechitas se posó en ella.

La profesora se paró en medio y aclaró su garganta con fuerza captando la atención de todos.

—Señorita Vance, al final de la clase se queda un momento, por favor...

Dhara tragó en seco, pero asintió.

—Creo que te dará en la garganta —le susurró Sylvaine en el oído.

Dhara se reclinó un poco para hablarle.

—Tengo... miedo —susurró—. ¿Tal vez debería hacerme la vista gorda e irme corriendo?

—Jamás serás más rápidas que sus garras, yo lo intenté.

Dieron por finalizada su charla en susurros, y se acomodaron para "prestar atención". Dhara no podía prestar atención, estaba ideando un plan para buscar en la planilla de de profesora el nombre del castaño de ojos negros.

Pero en un abrir y cerrar de ojos la campana ya había sonado, y su peor pesadilla comenzado. A penas puso un pie fuera de su sitio, la profesora alzó su mirada aceituna por encima de sus gafas redondas y la señaló.

—Vance, acércate por favor.

Dhara tragó mientras se acercaba con una sonrisita hacia la profesora. Estaba temblando, pero todo mal desapareció cuando el castaño pasó detrás de ella, y la maestra alzó su mano captando la atención de él.

—Eh... Blair. Quédate. —la voz demandante de la profesora hizo que el chico se regresara con la expresión neutra, sin embargo, no habló.

Blair... pensó Dhara, con una sonrisita.

Sonrisa que borró cuando la profesora puso sobre la mesa una carpeta amarilla.

—Su tema. El trabajo me lo entregarán la semana antes del baile. —dijo la profesora, sin mucha vuelta— Deben estar las dos letras en el trabajo, y en los anexos poner imágenes de ambos realizando la actividad.

Dhara la miró con una mueca.

—¿A-ambos...? ¿Él y yo? ¿Los dos? —preguntó Dhara, sin poder creerlo.

—Ambos —replicó la señora, mirándola por encima de sus gafas—. Los dos, el par, ustedes, él y tú, tú y él, la luna y el sol, la extrovertida y el que no habla, la señorita y el joven, ambos jóvenes, el par de estudiantes, el dúo, la pareja. ¿De qué otra forma debería decirlo, señorita Vance? ¿Acaso no prestó atención cuando el director le dió las instrucciones?

—Definitivamente pareja no es el término correcto —una risita se le escapó a Dhara mientras decía aquello—. El director no mencionó nada de eso.

—Me dijo que lo había hecho, pero que usted se fue corriendo —dijo la señora, con un ápice de molestia—. Independientemente de ello, se lo estoy repitiendo. Usted y el joven Blair deberán trabajar en pareja, dado a que ambos están... al borde de repetir. Por supuesto, el joven aquí presente tiene más razones para hacer éste trabajo en pareja.

Blair, como lo había llamado la profesora, la miraba sin una pizca de vida en su mirada.

—Espero que colabore, joven —esta vez hablandó la mirada y bajó la voz—. Hice lo que pude, es la única forma.

Dhara observó detenidamente la forma en que la profesora dijo aquello al chico, y su curiosidad picó. Pero si era algo muy personal, no sé atrevía a hacer ningún tipo de preguntas.

El joven de cabellos castaños rodó los ojos y salió aparentemente molesto del aula. Dhara le dió una mirada confundida a la profesora, y ésta sólo suspiró cansada.

Lara Castillo, la docente de historia, sabía que se le haría complicado a la chica trabajar con el joven que ahora lucía mechas azuladas. Ella siempre demostró su desacuerdo con esa actividad para salvar el año, respetaba la privacidad y los motivos de su personalidad del joven asiático. Le parecía una presión muy grande hacia su persona, y pensó incluso que dejaría todo así, que dejaría sola a la chica y que no haría nada.

Dhara salió corriendo del aula, topandose con sus amigos en el pasillo.

—Escuchamos todo —le dijo Jasper a Dhara, con las cejas hundidas—. Ese pequeño...

—No hará nada —completó la frase Sylvaine, cruzándose de brazos—. Estuvimos investigando.

Dhara los miró atentos mientras entrelazaba sus brazos.

—¿Qué investigaron? —preguntó, curiosa, con una sonrisa curvada.

—El chico es problemático, fue lo primero que nos dijeron —comenzó Jasper—. No habla.

—Es un punto importante, el chico literalmente no le dirige la palabra a nadie. Y al parecer, tiene un pacto con los profesores, jamás lo han obligado a exponer o a hacer defensas, cosas así.

Dhara borró la sonrisa.

—Imposible. ¿Cómo me van a asignar un compañero que no habla? ¿Cómo me comunicaré con él? ¡A duras penas sé mi propio idioma! Ni en sueño podría aprender le guaje de señas. —Dhara se sentía desesperada de tan solo pensar en la odisea que se armaría.

Jasper se detuvo a mitad de pasillo e hizo que ellas imitaran su acción.

—No es mudo, Dhari —le dijo el pelinegro—. No habla porque no quiere, sencillamente. Tiene sus motivos oscuros... pero no es porque no pueda, de que puede, puede.

—Pero no quiere... —el balbuceo de Dhara hizo que largara un chillido molesto, llorando de forma falsa, pero casi real de tan solo pensar en aquel castaño.

—Honestamente, de todas las personas con las que hablamos, ninguna nos dijo algo bueno sobre él —Jasper hizo una mueca de preocupación. Temía que su mejor amiga saliera afectada por estar haciendo un trabajo con aquel castaño. O peor aún, que tuviese que hacer todo sola—. Todos dijeron lo mismo: es callado, problemático, algo grosero con sus acciones. Y aunque es bonito el condenado, es una m****a de persona.

Dhara se hizo un moño mal recogido para quitar su melena rubia que comenzaba a fastidiarle. Y suspiró de forma sonora.

—¿Y cómo se supone que debo comunicarme con él? ¡si no habla! —suspiró lentamente, y forzó una sonrisa—. Calma, ¡Calma! Nada malo pasará, sólo consigue su letra, copiala, y robale una foto, ¡sencillo!

—¿Foto?

Sus amigos preguntaron confundidos al unísono.

—Sí, foto —contestó la rubia, entre dientes—. No les bastó con mandarnos un trabajo, quieren de anexo una maldita foto con él.

Sylvaine soltó una risotada sin gracia.

—No puedo creerlo. ¿No puedes quejarte? Es injusto.

—Aparentemente no, además, hacerlo significaría que mamá deba venir. Y no, eso sí que no —Dhara torció sus cejas suaves en preocupación.

El día fue largo y tortuoso.

Se encontró varias veces con el castaño en el pasillo, pero no encontraba maneras de acercarse y comentarle respecto al trabajo. Los nervios no le permitían ir más allá de observarlo en la lejanía.

Cuando el timbre de la salida sonó, el castaño cerró la puerta de su casillero con fuerza, y Dhara que estaba a unos seis casilleros de distancia, lo miró con los ojos abiertos, ¿ya se iba?

Los amigos de Dhara la tomaron por los hombros antes de que la rubia saliera corriendo tal cual torbellino.

—Calma, no deberías irte sola —advirtió Jasper, alzando una ceja.

—Te vigilaremos en la lejanía —le dijo Sylvaine, con una sonrisita cómplice.

Dhara sonrió siniestra, y asintió mientras los tres comenzaban a caminar. Salieron del instituto observando al castaño caminar con sus piernas largas y su cabello alborotado. El corazón de Dhara se sacudió cuando el muchacho cruzó la calle hacia la estación de autobús y el sol pegó en su rostro, la piel blanca brilló y su cabello se alborotó. Era tan bonito.

Dhara se soltó del brazo de sus amigos y cruzó la calle siendo atraída por la sombra del muchacho.

Saltó de dos en dos las gruesas rayas que marcaban aquella calle, hasta que cruzó y siguió caminando detrás del chico, quien se subió al bus que venía llegando, y la chica lo perdió. Una mueca se formó en los labios de ella.

¿Y ahora qué? ¿Debería sólo dejarlo e irme a casa? Pensó ella. Pero la realidad era que, no quería regresar a casa. Quería incluso usarlo a él de excusa para llegar tarde.

Se quedó allí parada a la espera del siguiente autobús, el cual visualizó minutos después. Subió siendo seguida por el par de mejores amigos. Jasper rió ante la emoción de Dhara. Aunque no mencionara nada, sabía que la rubia se sentía emocionada de trabajar con el castaño, aunque al mismo tiempo preocupada, en ese momento no pensaba mucho en lo que podría pasar si por cuestiones del destino negativo, el castaño asiático se ponía reacio a hacer algo con ella. En ese momento ella sólo estaba concentrada en sus mechitas azuladas y lo bonito que le quedaban. Pasó todo el viaje mirando por la ventana y moviendo sus converse amarillas a la par de un ritmo imaginario.

El viento había desecho casi todo el moño que cargaba en su pequeña cabeza, Sylvaine la miraba con ternura, como casi todo el tiempo.

—Llegamos, corre. —le dijo Jasper, mientras pagaba el pasaje de los tres.

Dhara ni perdió tiempo, tenía una idea de donde buscar; así que se dirigió de inmediato a la cuadra desolada en donde estaba aquella tiendita.

Como aquella tarde, se paró frente a la puerta arreglando su falda, sus medias mal subidas y soltó su liso cabello, éste cayó a lo largo de su espalda, y suspiró antes de entrar.

—¡Sol! ¡Regresaste!

El señor cargaba un par de gafas negras, esa vez, y un periódico reposaba en su regazo mientras subía las piernas al mostrador.

—¡Boo! —Dhara le saludó de vuelta con la misma alegría, mientras pensaba en el castaño. Se acercó al mostrador, y le susurró—. De casualidad, un chico con mechitas...

Boo saltó de su sitio y se acercó a ella por encima del mostrador.

—Está en el pasillo de los cómics de terror, ve por él, pícara  —le guiñó un ojo, y Dhara le sonrió para correr al pasillo.

Fue sigilosa y ralentizó sus pasos cuando llegó al pasillo contrario. Paso por paso, miraba entre los libros, hasta que tomó uno de ellos con una portada bonita y llamativa, y al otro lado del estante se topó con un par de ojos oscuros. Un mechón ondulado y azulado caía encima de ellos.

El castaño de mechitas azuladas miró un par de ojos grises claros brillosos al otro lado; hizo una mueca pues, la chica estaba a nada de irradiar luz, joder. Era tan estresantemente alegre que él podía distinguirla en cualquier parte del instituto, incluso sin querer. Siempre lo miraba con esa sonrisa, con los ojos curvados como dos puentes y sus mejillas sonrojadas. Además, despeinada, ¿a caso conocía tan si quiera el peine?

Lo peor del caso era que se veía bien incluso en ese estado, despeinada.

Dhara dió la vuelta al pasillo y entró a donde él estaba parado recolectando su saga favorita de cómics.

—Hola —habló ella, a dos pasos de él.

El chico asiático alzó ambas cejas como saludo, y ella enganchó su mirada a él cuando dió un paso hacia su lado.

De forma casi inmediata lo detalló; aún tenía su labio roto, pero ya no tanto, y el morado comenzaba a desaparecer, ¿Cómo podía ser? ¿Tan rápido?

—Debemos... planificar nuestro trabajo —ella se giró hacia él—. Tú necesitas la nota, y yo también por supuesto, así que si podemos hacerlo lo más pronto posible... Ah, ya te vas.

El asiático se había dado media vuelta con los libros en sus brazos. Se detuvo al principio del pasillo para mirar por encima de su hombro, Dhara recordó la acción del día anterior y comenzó a caminar a su lado, su cabeza a duras penas llegaba al hombro del chico, se sentía un bicho aplastado en el suelo.

Él colocó los libros en el mostrador, y el hombre los embolsó por él viéndolos por encima de las gafas. Una sonrisita se formó en sus labios, pues en los años que llevaba ahi jamás había visto al castaño con una muchacha. Con nadie, en realidad.

—¡Vuelvan pronto! —gritó desde su sitio, mientras el par de jóvenes salían de su tienda.

El asiático caminaba con la mirada fija hacia adelante, mientras que Dhara caminaba mirándolo. No sabía si sus amigos los seguian o ya se habían ido, su celular vibraba en el bolsillo de su falda pero ella estaba simplemente hundida en el perfil del muchacho.

Hasta cruzar la esquina, a la parada, en donde ella tropezó y por poco se caía, se agarró del brazo del muchacho, y éste se detuvo para mirarla inexpresivo.

Él no hizo nada grotesco, más que mirarla con seriedad. Dhara tragó grueso, y sacó su celular del bolsillo de su falda, lo desbloqueó y puso el teclado numérico del teléfono para extenderlo hacia él.

—Marca tu número —demandó la rubia, con la boca recta, algo dentro del muchacho se encogió al ver tanta seriedad en ella, ¿hizo algo malo, a caso? —. Es para que hablemos del trabajo, es más cómodo. Debo irme a casa...

El muchacho tomó el celular entre sus manos, y marcó su número telefónico. Aunque no lo admitiese, se sentía emocionado pues era la primera vez que conseguía el número de alguien que no era su madre, o su hermano, aunque ya no lo usará tan seguido. El socializar no se le daba para nada bien.

Se lo regresó, y la chica escondió una sonrisa cuando pensó en el nombre de contacto. Pensó en ponerle "Mechitas", pero al final no le gustó. Lo dejó guardado como "B <3" y guardó de nuevo su celular al bolsillo de su falda. No vió a sus amigos por ninguna parte, así que supuso que ya estaban en sus departamentos, y terminó de llegar a la parada para tomar su bus de regreso a casa. Se sentó en el banco desolado a la espera del transporte, con el bolso aferrado a su pecho, entonces se giró y se percató de que el muchacho seguía de pie en el mismo sitio, mirándola.

—Qué miedo... —susurró, y luego sustituyó la mueca por una sonrisa—. Hey, tú, ¿por qué no te sientas?

Palmeó el asiento libre a su lado, y el muchacho pensó mucho antes de dar los pasos restantes y sentarse a su lado.

Pasaron sólo un par de segundos en silencio antes de que Dhara abriera su pequeña boca rosada para hablar.

—Después del descanso pasé buscando nuestros trabajos al aula de profesores —comentó ella, mirando al muchacho. Incluso sentado era más alto que ella—. Son varios, pero entre los dos podemos terminar rápido.

Le dedicó una sonrisa al muchacho, y éste la miró con losnojos entrecerrados. Pensó momentáneamente si no le dolía la boca de tanto sonreír.

El autobús se detuvo frente a ellos, y Dhara se levantó de un salto para entrar. Pagó y corrió hasta los puestos finales para abrir la ventana y sacar su mano para despedirse del castaño asiático, con una sonrisa y las mejillas rosadas por la brisa gélida.

—¡Nos vemos mañana!

El chico sólo alzó su mano derecha como despedida.

                                  εïз*☆・゜・*:.。.*.。.:*・☆・゜・*:.。.:*・☆εïз

Cerró las cortinas mientras secaba su cabello mojado. Se sentó frente al escritorio blanco algo desordenado, y revisó su celular, su corazón se agitó al ver la conversación nueva de un número desconocido, al cual agregó casi de inmediato como "Dhara"

                                                      Chat:  Dhara Rubia Sol

Qué tal? Soy Dhara, agrega mi número ;)

Visto: 09:00 p.m

Lo siento. Ya estás dormido?

Visto: 09:06 p.m

                                                                                      No. Aún no dormiré.

                                                                                   Leído: hace un segundo.

                                           

                               

Creí que no me contestarías, lol

Visto: 09:07 p.m

Sticker

Visto: 09:07 p.m

Pensamientos extraños nocturnos. Iré a dormir, te veo mañana <3

Visto: 09:08 p.m

El castaño dejó abierto su chat y bloqueó el celular con una mueca. Incluso a través de la pantalla sentía la vibra radiante de la rubia de ojos claros.

Quiso dormir, incluso apagó la luz de la lámpara para intentarlo, pero su mente aún estaba en la risita traviesa de la rubia, en sus ojos grises brillantes, en su cabello rubio pasteloso, en su piel brillante y pecosa, en sus dientes de conejo...

Suspiró de forma sonora cuando logró cerrar de nuevo los ojos y descansar tranquilo.

Pero la noche pasó más rápido de lo que quería, y su alarma sonó obligándolo a levantarse, se dió una ducha y se lanzó el uniforme por encima; camisa por fuera, corbata floja, pantalones un dedo más ajustados de lo que deberían, y su cabello castaño ondulado con mechitas sobre su frente, el azul se le estaba transformando en aguamarina de verdad, rodó los ojos cuándo escuchó la voz de su mamá en la planta de abajo, para que fuese a comer.

Bajó con su mochila en el hombro izquierdo y la miró desde mitad de la sala a la puerta de la cocina.

—Cielo, ¿no desayunarás? Papá te preparó waffles...

El castaño sólo negó, y salió por la puerta principal tirandola.

No soportaba seguir entre esas cuatro paredes.

Seguía sintiendo su presencia, su olor, en la madrugada podía escuchar la música en su habitación...

Cada noche pensaba cuándo acabaría su tortura.

Caminó hasta la parada de autobuses, y retuvo la respiración cuando vió aquella melena rubia. Estaba con sus amigos, quienes apodó como Bellota y Bombón, estaba demás decir quién era Burbuja.

Se paró de forma silenciosa a un lado de la rubia, y la miró erguido. Bellota, el pelinegro, le hizo señas con la mirada a la rubia, y ella se giró de golpe quedando a centímetros del chico, abrió los ojos como dos huevos fritos grises y la boca en una "O"

—T-tú...

Le divertía la reacción de la chica cada vez que se encontraban, ¿Era tan horrible que la asustaba? Tal vez, ¿había sido su cabello despeinado? ¿Se lavó bien la cara?

—¡Hola! Un gusto, Sylvaine. —la chica trigueña de cabello corto y marrón se acercó a él estirando su mano larga y bonita. Mano que él aceptó lentamente, casi de forma insegura— ¿Cómo te llamas?

Los tres lo miraron expectantes, él se sintió mal, aunque realmente no quiso contestarles, intentó hacer una sonrisa que salió más como una mueca de disgusto.

—Creo que no tiene nombre... —escuchó murmurar a la rubia, y rió en su mente. ¡Claro que tenía un nombre!

—Jasper, un gusto. —el pelinegro le dió una sonrisa pequeña, y el castaño aplanó sus labios tomando su mano, ¿sonreían todo el tiempo? ¿O era solo en ese momento?

—Woa, realmente no hablas, ¿eh? —bromeó Sylvaine, y le hizo una seña con la mano de despreocupación—. Tranquilo, te entendemos igual.

Dhara lo estaba mirando todo ese tiempo, y cuando él la miró se topó con esa pequeña tormenta fría que llevaba en su mirada la rubia.

—Pensaré en un nombre para ti, que no sea Blair. Supongo que todos te llaman así, qué fastidio.

—Oh, ¿te llamas Blair? —interrogó Sylvaine, con la cabeza ladina. El castaño negó como respuesta una sola vez con su cabeza—. Mmm, ¿tu apellido?

Asintió.

—Pero, ¿no te gusta que te llamemos Blair? —interrogó esa vez Jasper.

El chico se sintió extraño de repente con tanta atención sobre él e interés.

Sin embargo, hizo una mueca demostrando que prefería que no.

—Muy bien, pensaremos en un nombre para ti —concluyó Dhara, de nuevo, y giró su atención hacia el autobús que se estacionó frente a ellos.

Primero subió Sylvaine y ella, seguidas de Jasper y el castaño, Blair.

Quien pronto tendría un nuevo nombre, de seguro.

Se sentaron en los asientos finales, ya que el autobús tenía todos los puestos llenos a excepción de 4 al final, casualmente, y el castaño asiático se quedó parado frente a ellos a pesar de que le habían dejado un espacio libre entre Dhara y la señora mayor.

Dharq prefirió sentarse lejos de la ventana porque creyó que el asiático se sentaría junto a ella.

Él los miró de reojo.

—Mechitas, ¿por qué no te sientas? —Jasper llamó su atención, y el asiático se giró hacia ellos.

El castaño asiático no estaba acostumbrado a ir sentado pues, siempre de camino o de regreso, los estudiantes ocupaban ese asiento libre con sus bolsos o cualquier otra cosa para que él no se sentara. De nuevo, sintió ese extraño sentimiento cuando Dhara le sonrió y palmeó el asiento a su lado.

Dudoso y con el rostro indiferente,  se sentó a un lado de la rubia y descolocó su cabello.

Observó de reojo el cómo Dhara lo miraba a él con suma atención, casi detallando su rostro.

Dhara realmente estaba embobada viendo su cabello, ella quería el cabello de color también, pero eso le aseguraría la muerte.

Dash de seguro le apoyaría de estar con ella.

Pero las cosas no siempre resultaban a su favor, debía conformarse con su paliducho cabello, no estaba tan mal después de todo.

El autobús se detuvo y los tres amigos caminaron a la salida, de último caminó el castaño quien buscaba su pasaje entre sus bolsillos.

—¡Yo pago! —Jasper alzó su tarjeta, y pasó los cuatro pasajes.

Los cuatro.

El castaño creyó que había omitido el suyo, asi que extendió el dinero al conductor, y Jasper lo miró con una mueca.

—¿Qué haces? Ya lo pagué.

El asiático no dijo nada, sólo pestañeó, y salió con pasos pesados del transporte detrás de Jasper. Se sintió de nuevo de Esa forma, y para entonces ya comenzaba a irritarse. ¿Por qué debían ser tan simpáticos con él? Tan amistosos. ¿Tal vez, querían que él hiciera los trabajos de la chica por los dos? ¿Tal vez otra clase de interés? No lo comprendía.

Le frustraba no comprender.

Nadie jamás había sido bueno con él sin obtener algo a cambio, nada le aseguraba que el trío de amigos no fuese así también. Se giró dando un resoplido, y comenzó a caminar hacia el instituto con pasos largos, sin esperarlos.

Dhara se dió cuenta e hizo un ademán de seguirlo, pero Sylvaine la detuvo. Le pidió que le dejara tiempo a solas, la chica de cabellos cortos creía saber lo que pasaba con el asiático, y lo confirmaría a la hora del descanso, aquel día, cuando Nathaniel quien tenía ese día libre de practicas, se encontrara con el asiático y así ella podría confirmar sus teorías del por qué era tan frío con ellos.

Y por supuesto, una razón suficiente para que Dhara no se le acercara más de lo debido.

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