Alexander suelta un quejido cargado de molestia al sentir la luz del sol dándole en el rostro, abriendo los ojos pesadamente se lleva la mano a la sien al sentir un terrible dolor de cabeza, según parece ha bebido mucho mas de lo que debía en esa condenada fiesta. Fiesta de la cual en realidad no es capaz de recorrer mucho, al sentir a alguien girándose en la cama a su lado se propone a ver de quién será el rostro con el que se encontrará esta vez. Pero al encontrarse con Antonia aún dormida tapando una parte de su cuerpo desnudo un escalofrío le recorre el cuerpo haciéndole pasar gran parte del efecto de la resaca, al bajar la mirada y ver que él también se encuentra desnudo aprieta loa dientes con molestia, no puede creer que finalmente haya caído en el juego de esa muchacha.
—Maldito idiota que no eres capaz de dejar de pensar con la entrepierna —masculla el empresario meneando la cabeza con molestia, se había dicho así mismo que esta vez no se complicaría la viLucía mira el monitor apagado de su oficina viendo su reflejo, si bien en su rostro no se pueden ver las secuelas del alcohol y desvelo que predomina en la mayoría de los rostros, ella ha tenido que lidiar con las ojeras que el llanto le ha provocado, las cuales el maquillaje solo ha logrado cubrir en parte. Ya que desde el momento en el que huyó de la fiesta no solo sintió como si su mundo se desmoronara por lo humillada que se sintió de que la asociaran con Alexander de esa manera tan impropia, sino sobre todo por darse cuenta que ha perdido a Sebastián por completo, por no llegar a decidirse a tiempo lo ha perdido. —Y ya no hay vuelta atrás, no hay nada que pueda hacer para recuperarlo, y en cuanto a Alexander, no pienso ser una más de sus conquistas, otra que cae en sus redes de encantos, no voy a permitir que me sigan humillando de esa manera. Aunque lo cierto es que en resumen me je quedado sin nada, hace poco debía decidirme entre dos hombres, y ahora no tengo a n
Caminando por la playa junto a su padre, Antonia no puede evitar sentir una punzada de nostalgia al recordar que de niña solían dar ese paseo cada atardecer, sintiendo la arena acariciando los dedos de sus pies, buscando conchas de mar que añadir a su colección que pegaban en una de las paredes de la casa, y sobre todo contemplando el momento en el que el sol se sumergía en el mar tiñéndolo de un tono anaranjado tan precioso que solía creer que si la paz tuviese un color debía de ser ese. Pero en este momento no puede sentir esa paz, las cosas son muy diferentes a aquel entonces, la distancia que el paso del tiempo ha generado entre ellos hace que este paseo no sea tan especial, sino que incluso llegue a tornarse algo incómodo. —¿Recuerdas cuando decías que saliéramos a ver como el sol se acostaba a dormir en el mar? —pregunta Roberto con una sonrisa divertida en los labios deteniéndose frente al mar para contemplar el atardecer. —Sí, no te dejaba volver a ca
Frente a la ardiente chimenea del complejo de cabañas de Bariloche, Lucía se acurruca en un sillón con una taza de humeante chocolate de un lado, y un libro de Stephen King en la otra. Aunque en realidad no logra concentrarse en la lectura, y al releer el mismo párrafo por tercera vez sin que le quede una sola palabra en la mente, se da por vencida dejando el libro a un lado. A pesar de que ha venido hasta este lugar con la intención de poder librar su mente de todos los problemas con los que está lidiando, parece que necesitará mucho más tiempo para lograrlo. Claro que no tiene ningún apuro en regresar, de hecho puede que incluso se tome una semana por lo menos, al momento de regresar quiere al menos haber sido capaz de superar lo de Sebastián, de como la reemplazó, como permitió que la hicieran a un lado sin intervenir para evitarlo. —Una ya no puede confiar en nadie, aunque lo peor es que no me siento capaz de culparlo por haberlo hecho, en su lugar yo habría actuado
Sebastián permanece sentando en su oficina observando los detalles del proyecto que ha creado, una jugada ambiciosa que le hubiese gustado poder planear junto a Lucía, pero las cosas ya no son como antes. Han dejado de ser los amigos íntimos, los socios que se complementaban, con suerte quizás podrán al menos ponerse de acuerdo para poder llevar esa compañía adelante independientemente de sus problema personales. O al menos eso quiere creer, ciertamente no le resultó fácil el tener que plantear esa moción para remover a Lucía de su puesto, pero era lo que se tenía que hacer, ella poco a poco estaba comenzando a afectar no solo su desempeño, sino incluso la imagen de la empresa. Y si no se actuaba de manera rápida, luego sería demasiado tarde como para poder arreglar el problema. —He mirado el proyecto, y la verdad es que resulta muy prometedor. Sin embargo, es una apuesta arriesgada, exige una inversión que nos dejaría en el límite, y puedo asegurarte que eso no le hará
—¡Esto es increíble! —refunfuña Alexander lanzando una carpeta encima de su escritorio, cubriéndose el rostro con las manos mientras suelta un suspiro cargado de frustración. El empresario se muerde el labio inferior al no ser capaz de concentrarse en leer ese informe, de hecho ni siquiera es capaz de formular un solo pensamiento que no tenga que ver con Antonia. Simplemente es incapaz de quitarse de la mente a esa muchacha y su indiferencia después de haber pasado la noche juntos, lo cual casi le parece un insulto a su virilidad, sobre todo porque es algo que jamás le ha sucedido. —¿Acaso el cazador ha sido cazado? —se plantea Alexander poniéndose de pie y caminando por su oficina meneando la cabeza ante tal posibilidad, algo así podría llegar a considerarlo de una mujer como Lucía, pero no de una simple muchacha. Al acercarse a la ventana el empresario se encuentra con que Antonia se haya hablando con la secretaria de él, sin poder evitarl
—¿Cómo estás, jefe? ¿Llegaste a extrañarme? —pregunta Lucía entrando a su antigua oficina en donde Sebastián sentando detrás del escritorio la mira sorprendido. —Hola, Lucía, no te esperaba tan pronto por aquí, creí que tus vacaciones adeudadas llevaría más días —murmura el empresario sin ningún tipo de emoción en la voz. —Ya me conoces, no soy capaz de mantenerme lejos del trabajo por mucho tiempo, es lo que ha ayudado a llevar a esta compañía al lugar en el que se encentra, mi dedicación —sostiene la mujer sentándose con una sonrisa falsa gente a su compañero. —Nuestra dedicación, ambos hemos trabajado para llevar esta compañía a la cima, y sinceramente espero que sea lo que seguiremos haciendo —plantea Sebastián dejando en claro que no tiene interés en lidiar con la victimización. —Por supuesto, por eso estoy aquí, para seguir trabajando. He oído que quieres encargarte lo que hacía Leo luego de los eventos, ¿Acaso es un intento de c
—¡Una renovación! ¡Sebastián y Lucía van a renovar toda su maquinaria para lograr entregar sus productos en la mitad del tiempo, eso nos va a arruinar! —exclama Antonia entrando a la oficina de su Jefe alarmada.—¿Qué? ¿Cómo sabes eso? —pregunta Alexander frunciendo el ceño no solo por la información sino también por la manera en que esa muchacha ha logrado conseguirla.—Tengo una fuente confiable, pues yo sí me preocupo en llevar esta compañía hacia adelante, algo que creí te encargarías de hacer —masculla la joven disgustada tomando asiento frente a su Jefe.—¿Y qué te hace pensar que no lo estoy haciendo? En solo unos días he cerrado tres contratos más que tú, con empresarios y compañías mucho más importantes que Flores. Así
—¿Un café para hacer más pasable la mañana? —ofrece Samuel extendiendo un vaso de Starbucks sobre el escritorio de su compañera. —¿Tan mal me veo? —responde Bárbara con una sonrisa divertida en los labios tomando el vaso con una mirada de gratitud. —No, claro que no. Pero he notado que esto del cambio de Jefes te parece haber estresado un poco, ¿Ese tipo de cosas son comunes? Es decir, ¿Debería acostumbrarme a esos cambios repentinos? —pregunta el muchacho con cierta inquietud ya que le había agradado trabajar con Sebastián. —No, en realidad no es nada común. De hecho a mí me ha tomado tan de sorpresa como a ti, no creí que fuese posible que Lucía dejara de ser la Jefa —murmura la mujer bebiendo un sorbo de su bebida caliente que la hace cerrar los ojos con gusto. —¿Crees que ahora me tocará a mí trabajar con ella? Eso me tiene bastante nervioso, sobre todo porque me sentí a gusto trabajando con Sebastián, y supongo que ahora que él es