Marina se apuró a ir a abrir la puerta, pero apenas dio un paso, Perla levantó la mano para detenerla. Le lanzó una mirada seria, y Marina sin querer bajó la cabeza, con cara sumisa.La señora de la casa fue la que abrió la puerta, mientras William se levantaba para recibir a la visita.—Hola, un gusto —saludó Ricardo, algo nervioso cuando la puerta se abrió.La señora de la casa respondió con una sonrisa y se hizo a un lado para dejarlo pasar.Ricardo llevaba las manos llenas de regalos. Al ver esto, ella fue a ayudar.—Todavía hay más afuera, son bastantes —dijo él, algo avergonzado.Ella se asomó y vio que los escalones de la entrada estaban llenos de cajas de regalos.—Pase, señor Meyer, ya mando a alguien por ellas —dijo con una sonrisa, haciendo un gesto con la mano.Varias trabajadoras vinieron enseguida.Ricardo fue llevado hasta la sala, y no esperaba encontrarse allí con William.Ya estaba listo para ver a Lorena, pero encontrarse con él fue una sorpresa.—Por favor, tome asi
—Todavía no he hablado con mi familia sobre nuestro matrimonio. Pero mis papás ya conocieron a Marina y les cayó muy bien —respondió Ricardo sinceramente. No mencionó que había sido Marina la que le pidió mantener el matrimonio en secreto.Era su esposa, y claro, él tenía que protegerla. No podía echarla a botes con sus hermanos.Temiendo que Álvaro siguiera buscando excusas para molestarlo, Ricardo sacó el acuerdo matrimonial que había preparado y lo puso sobre la mesa frente a William.—Este es el compromiso y la garantía que le hago a Marina. Si después del matrimonio hago algo que la lastime, todos mis bienes pasarán a su nombre, y me iré con las manos vacías. El documento ya lo legalizó mi abogado hoy, y entra en vigor de inmediato —dijo Ricardo en tono serio.William lo tomó y lo revisó. El contenido era tal como él decía. En ese momento, su impresión sobre Ricardo era bastante buena.Marina reprimió una sonrisa, llena de amor, y miró a Ricardo con orgullo y ternura.¡Su esposo e
En el piso de arriba, Andi abrió la puerta con cuidado, y miró hacia abajo con un ojo, husmeando que era lo que pasaba.—¡Es el señor Ricardo, tal como pensaba! —dijo Andi.—¿De qué están hablando? El tío Álvaro parece que se va a parar en la cabeza. ¿Qué le están preguntando al tío Ricardo?—No lo sé —respondió Orión con la misma voz bajita.Andi retiró el ojo y giró la cabeza para acercar la oreja y escuchar mejor.—¿Casarse por lo civil y firmar un contrato? ¿Qué será eso?Orion lo miró como si fuera un tonto. ¡Todos los días decía que quería encontrarle un novio a mamá, y ahora resulta que no sabe eso!Aunque, en realidad tampoco era culpa de Andi. Las telenovelas que veía solo hablaban de amor, peleas y reconciliaciones, pero nunca explicaban bien la parte legal.Con paciencia, Orión le explicó:—Casarse por lo civil significa que la pareja va a una oficina y obtiene un certificado que los reconoce como esposos ante la ley.—Ooohhh... okey.Andi retiró la oreja y asintió, mostrand
En la amplia cama de un hotel en el extranjero de Valle Motoso.Dos almas estaban estrechamente abrazadas haciendo el amor. En el clímax de la pasión, la voz ronca llena de un magnetismo casi sensual de César Balan, le susurraba al oído:—Lorena, quiero que tengamos un hijo producto de todo este amor.Ella, perdida en el deseo del momento, respondió un sí.Al terminar y aún abrazados, Lorena recordó lo que él había dicho.—¿Dijiste que quieres que tengamos un hijo?Sus ojos todavía brillaban con el deseo que no había desaparecido por completo, y esa mirada encendió de nuevo los pensamientos de César. Por alguna razón, su cuerpo siempre ejercía una lujuria irresistible sobre él. Intentó contenerse y sacó un anillo de compromiso que deslizó en el dedo anular de Lorena.—¿Estás en verdad pidiéndome en matrimonio?—Sí, quiero que seas mi esposa, y ¿así me podrás dar ese niño que tanto anhelo tener? —preguntó César con una sonrisa. En sus ojos había indulgencia, pero no amor.Pero esa mirad
No supo cómo, pero las lágrimas comenzaron a caer, y el maquillaje de ojos recién hecho ya estaba vuelto nada. Sus ojos se posaron entonces en el anillo de diamantes. Lorena tenía una corazonada, una especie de presentimiento. Esa aparecida, ¿destruiría acaso la felicidad que ella había tanto esperado?Pero algo sí era cierto: no podía quedarse ahí parada de brazos cruzados; tenía que saber quién era esa mujer.Después de quedarse un momento en su lugar, se levantó sin más y regresó al hotel.El avión había alcanzado su destino, Puerto Mar.En el hospital del Sagrado Corazón.Lorena estaba parada frente a la puerta de la habitación del hospital, abrazándose a sí misma. A través de la ventana de la puerta, intentaba mirar hacia dentro. Allí estaba el intimo amiguito de César; Ricardo Meyer, director del hospital, y otros doctores quienes chequeaban a la mujer que se movía inquieta en la cama.Dos enfermeras sostenían a la mujer para que no se alborotara tanto. En el avión, ya le habían
En el jardín del Hospital del Sagrado Corazón.La noche primaveral aún era fría. El sereno soplaba con un silbido áspero, a veces suave como un lamento y otras veces venía feroz, se sentía como un susurro mordaz o quizás una voz de reproche perene. El sonido de una fosforera rompió el silencio, y dos puntos de luz se encendieron. El humo del cigarro flotaba en el aire, confundiendo la vista de cualquiera.—Ya que Teresa ha regresado. ¿Qué piensas hacer ahora? —preguntó Ricardo Ignacio.No mencionó a Lorena, pero ambos sabían de qué hablaba.Una era el primer amor de la universidad, ese recuerdo juvenil que siempre queda en el corazón, la mujer que había salvado la vida a César.La otra, su novia durante tres años, con quien había compartido las mayores intimidades y aventuras y a quien ya le había propuesto matrimonio.César permaneció en silencio un buen rato antes de responder:—Ella solo es un reemplazo. Su existencia era únicamente valida solo para sustituir a Tere. Compararla con
Buscó el control de las luces, encendió la lámpara y apagó las velas con lo primero que encontró.Sacó del armario su pijama para luego darse un baño. Antes de entrar al baño, notó sin querer que todavía llevaba el anillo en su mano izquierda. Se lo quitó y lo arrojó al fondo de la caja de joyas.Cuando salió del baño, sacudió de la cobija los pétalos de rosa de la cama. Luego se metió bajo las sábanas cubriéndose la cabeza para dormir.Como de costumbre, se acostó en el lado izquierdo de la cama. César siempre la abrazaba por detrás convirtiéndose en una sábana más dispuesta a abrigarla a ella. Ahora, la gran cama tenía un enorme espacio vacío.Miró hacia la derecha, y ese vacío le molestaba. Se acomodó en el centro de la cama y tiró la otra almohada con desdén. Solo entonces se sintió cómoda.Apagó la luz y cerró los ojos.Pasaron dos días sin recibir noticias de César. Probablemente estaba en el hospital acompañando a Teresa, o trabajando quizás en la oficina.A Lorena no le importa
Dicen que los tipos adinerados como él, son fríos e insensibles en cuestiones personales, que cambian de mujer como de ropa interior, porque creían que con tener dinero podrían hacer lo que se les viniera en gana. Sin embargo, el presidente solo había tenido a Lorena durante estos tres años. Todos pensaban que era alguien fiel, pero al final, cambiar de pareja le resultaba igual que nada. ¿Quién sabe cuánto tiempo podrá quedarse Teresa a su lado?Clara había entrado en la empresa cuando César tomó las riendas del Grupo financiero Runpex hace tres años. No sabía nada sobre el enredo emocional entre Teresa y César.En el centro comercial Lorena estaba seleccionando ropa. Cada prenda que escogía estaba completamente alejada del estilo dulce y tierno que a Cesar tanto le encantaba.—Bebé, ¿has cambiado de estilo? —preguntó Marina al verla sostener un vestido largo negro con tirantes sensuales y una abertura en el dobladillo. Ese vestido, ajustado al cuerpo curvilíneo de Lorena, seguramente