Arriba, Saúl llevó a Teresa directamente a una habitación de invitados.En cuanto se cerró la puerta, se dio vuelta y apretó su pecho contra ella.No la había tocado en unos días y la extrañaba muchísimo.—¡Saúl, por favor! ¡Estamos en un funeral! —Empujó su cabeza, que estaba enterrada en su cuello.Saúl levantó la cabeza, siguió moviendo las manos, abrió el dobladillo de su falda y la estiró. Dijo, casi como si bromease:—¿No quieres también? Aquí no hay gente, no estamos en público, ¿por qué no lo hacemos?—Mira, tu cuerpo es más honesto que tu boca. —Le tendió la mano y se la mostró.Hasta se atrevió a hacer el amor con ella frente al abuelo Rowan, ¿qué no sería capaz de hacer en su funeral?Si no le temía a una persona viva, ¿le tendría miedo a una muerta?—Pretendiendo ser tan buena gente, pero con una actitud tan mala hacia mí en la empresa.Dejó que sus emociones dominaran su corazón y pronto cedió a los deseos de su cuerpo.Su cabello estaba desordenado cuando terminó, pero af
En la entrada, dos hombres con postura bastante derecha, ambos vestidos con trajes negros, estaban recibiendo a los invitados que llegaban al funeral.—César, que descanses.—Mi muchacho, no te pongas tan triste.César asintió en señal de agradecimiento, y Ricardo se quedó un paso atrás, siguiéndolo.Hasta que Ricardo hizo un gesto con la cabeza, señalando hacia adelante.—¿No es ese el famoso William?Nunca lo había visto en persona, pero sí había oído hablar de él. Es el líder del mundo empresarial en Valle Motoso, tiene a su mando hasta las empresas de medicina más avanzada del mundo. Siempre ha sido el rival de la familia Balan, pero también una figura que ellos siempre han admirado. Se rumorea que incluso está metido en la política de Valle Motoso.No pensó que Rowan hubiera llegado a su funeral.—Recuerdo que antes trabajaron juntos, ¿o vino por algún proyecto internacional? —le preguntó Ricardo a César.César no contestó, solo entrecerró los ojos y miró a William con algo de des
El hijo ya había dejado claro que no iba a estar con ella, así que ya no tenía que seguir aguantando los malos tratos de Teresa solo por su bienestar.—¡Buuuu!De inmediato, Teresa sintió cómo le tapaban la boca, mientras dos guardaespaldas la levantaban y la arrastraban por las escaleras hacia el pasillo de emergencia.—No, no. Pónganla en el auto, que no haga ruido. No la dejen salir hasta que termine el funeral. —María estaba preocupada. Después de echarla, no quería que Teresa regresara y se volviera una molestia.Los guardaespaldas obedecieron, siguieron el pasillo hasta el garaje subterráneo y la metieron en el carro, tapándole la boca.Teresa luchaba, pero no podía hacer nada contra la fuerza de los dos hombres.Sentía una rabia profunda. ¿Por qué todos la trataban así?A todo el que se pusiera en su camino, tarde o temprano lo iba a sacar del medio.…En el salón, César estaba en un rincón apartado, intentando llamar a Perla.Esperaba que ella llegara.Pero no respondió al telé
En la amplia cama de un hotel en el extranjero de Valle Motoso.Dos almas estaban estrechamente abrazadas haciendo el amor. En el clímax de la pasión, la voz ronca llena de un magnetismo casi sensual de César Balan, le susurraba al oído:—Lorena, quiero que tengamos un hijo producto de todo este amor.Ella, perdida en el deseo del momento, respondió un sí.Al terminar y aún abrazados, Lorena recordó lo que él había dicho.—¿Dijiste que quieres que tengamos un hijo?Sus ojos todavía brillaban con el deseo que no había desaparecido por completo, y esa mirada encendió de nuevo los pensamientos de César. Por alguna razón, su cuerpo siempre ejercía una lujuria irresistible sobre él. Intentó contenerse y sacó un anillo de compromiso que deslizó en el dedo anular de Lorena.—¿Estás en verdad pidiéndome en matrimonio?—Sí, quiero que seas mi esposa, y ¿así me podrás dar ese niño que tanto anhelo tener? —preguntó César con una sonrisa. En sus ojos había indulgencia, pero no amor.Pero esa mirad
No supo cómo, pero las lágrimas comenzaron a caer, y el maquillaje de ojos recién hecho ya estaba vuelto nada. Sus ojos se posaron entonces en el anillo de diamantes. Lorena tenía una corazonada, una especie de presentimiento. Esa aparecida, ¿destruiría acaso la felicidad que ella había tanto esperado?Pero algo sí era cierto: no podía quedarse ahí parada de brazos cruzados; tenía que saber quién era esa mujer.Después de quedarse un momento en su lugar, se levantó sin más y regresó al hotel.El avión había alcanzado su destino, Puerto Mar.En el hospital del Sagrado Corazón.Lorena estaba parada frente a la puerta de la habitación del hospital, abrazándose a sí misma. A través de la ventana de la puerta, intentaba mirar hacia dentro. Allí estaba el intimo amiguito de César; Ricardo Meyer, director del hospital, y otros doctores quienes chequeaban a la mujer que se movía inquieta en la cama.Dos enfermeras sostenían a la mujer para que no se alborotara tanto. En el avión, ya le habían
En el jardín del Hospital del Sagrado Corazón.La noche primaveral aún era fría. El sereno soplaba con un silbido áspero, a veces suave como un lamento y otras veces venía feroz, se sentía como un susurro mordaz o quizás una voz de reproche perene. El sonido de una fosforera rompió el silencio, y dos puntos de luz se encendieron. El humo del cigarro flotaba en el aire, confundiendo la vista de cualquiera.—Ya que Teresa ha regresado. ¿Qué piensas hacer ahora? —preguntó Ricardo Ignacio.No mencionó a Lorena, pero ambos sabían de qué hablaba.Una era el primer amor de la universidad, ese recuerdo juvenil que siempre queda en el corazón, la mujer que había salvado la vida a César.La otra, su novia durante tres años, con quien había compartido las mayores intimidades y aventuras y a quien ya le había propuesto matrimonio.César permaneció en silencio un buen rato antes de responder:—Ella solo es un reemplazo. Su existencia era únicamente valida solo para sustituir a Tere. Compararla con
Buscó el control de las luces, encendió la lámpara y apagó las velas con lo primero que encontró.Sacó del armario su pijama para luego darse un baño. Antes de entrar al baño, notó sin querer que todavía llevaba el anillo en su mano izquierda. Se lo quitó y lo arrojó al fondo de la caja de joyas.Cuando salió del baño, sacudió de la cobija los pétalos de rosa de la cama. Luego se metió bajo las sábanas cubriéndose la cabeza para dormir.Como de costumbre, se acostó en el lado izquierdo de la cama. César siempre la abrazaba por detrás convirtiéndose en una sábana más dispuesta a abrigarla a ella. Ahora, la gran cama tenía un enorme espacio vacío.Miró hacia la derecha, y ese vacío le molestaba. Se acomodó en el centro de la cama y tiró la otra almohada con desdén. Solo entonces se sintió cómoda.Apagó la luz y cerró los ojos.Pasaron dos días sin recibir noticias de César. Probablemente estaba en el hospital acompañando a Teresa, o trabajando quizás en la oficina.A Lorena no le importa
Dicen que los tipos adinerados como él, son fríos e insensibles en cuestiones personales, que cambian de mujer como de ropa interior, porque creían que con tener dinero podrían hacer lo que se les viniera en gana. Sin embargo, el presidente solo había tenido a Lorena durante estos tres años. Todos pensaban que era alguien fiel, pero al final, cambiar de pareja le resultaba igual que nada. ¿Quién sabe cuánto tiempo podrá quedarse Teresa a su lado?Clara había entrado en la empresa cuando César tomó las riendas del Grupo financiero Runpex hace tres años. No sabía nada sobre el enredo emocional entre Teresa y César.En el centro comercial Lorena estaba seleccionando ropa. Cada prenda que escogía estaba completamente alejada del estilo dulce y tierno que a Cesar tanto le encantaba.—Bebé, ¿has cambiado de estilo? —preguntó Marina al verla sostener un vestido largo negro con tirantes sensuales y una abertura en el dobladillo. Ese vestido, ajustado al cuerpo curvilíneo de Lorena, seguramente