Capítulo 146
Lorena acababa de responderle un mensaje a doña Marta cuando su teléfono volvió a sonar. Esta vez, era Marina la que le escribía para decirle que iba a su casa a cenar.

—Bebé, ¿recuerdas ese pequeño restaurante cerca de mi universidad? Lo remodelaron y ahora es un local grandísimo. Hoy es la inauguración. Cuando termine mis clases por la tarde, compraré comida para dos y la llevaré a tu casa para cenar juntas.

—También te llevaré unas entradas y cerveza. Pediré todo con más picante y mucha salsa dulce.

Ambas tenían el mismo gusto por la comida rápida y picante.

Para la gente común, no significaba nada especial. Pero el estómago refinado de César no apreciaba esas delicias y, por eso, tampoco permitía que ella las comiera.

Así que, cada vez que César no estaba en casa, ya fuera por trabajo o por viajes de negocios, Lorena aprovechaba para salir a comer con Marina.

Con el tiempo, ambas habían recorrido todos los puestos de comida callejera en Playa Escondida.

Pero ninguna superaba la cal
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