—...Voy a ver primero, y si encuentro algo que te sirva, te lo muestro. —Tal vez por su nueva identidad, Marina no se sentía del todo cómoda, y la conversación se sentía algo forzada.Con la cara roja, guardó el certificado de matrimonio en su bolso.—Después tengo que ir al funeral del abuelo de César. ¿Vas a venir conmigo o prefieres regresar a casa sola? —le preguntó Ricardo.Marina dudó, no quería ir al funeral del abuelo de César.—¿No es raro si no voy?—No pasa nada, no hemos hecho nada público, así que no importa si no vamos.—Entonces, me voy a casa.Ricardo giró el coche, primero la dejó en casa y luego él iría al funeral.A mitad de camino, Marina de repente se sentó en el asiento, alarmada.—¿No se supone que hay que elegir un buen día para registrar el matrimonio? Hoy es el funeral del abuelo de César, ¿no será de mala suerte casarnos precisamente hoy?Eso fue algo que descubrió después de llegar a Puerto Mar.Cada aniversario de su boda caería el mismo día del funeral del
Arriba, Saúl llevó a Teresa directamente a una habitación de invitados.En cuanto se cerró la puerta, se dio vuelta y apretó su pecho contra ella.No la había tocado en unos días y la extrañaba muchísimo.—¡Saúl, por favor! ¡Estamos en un funeral! —Empujó su cabeza, que estaba enterrada en su cuello.Saúl levantó la cabeza, siguió moviendo las manos, abrió el dobladillo de su falda y la estiró. Dijo, casi como si bromease:—¿No quieres también? Aquí no hay gente, no estamos en público, ¿por qué no lo hacemos?—Mira, tu cuerpo es más honesto que tu boca. —Le tendió la mano y se la mostró.Hasta se atrevió a hacer el amor con ella frente al abuelo Rowan, ¿qué no sería capaz de hacer en su funeral?Si no le temía a una persona viva, ¿le tendría miedo a una muerta?—Pretendiendo ser tan buena gente, pero con una actitud tan mala hacia mí en la empresa.Dejó que sus emociones dominaran su corazón y pronto cedió a los deseos de su cuerpo.Su cabello estaba desordenado cuando terminó, pero af
En la entrada, dos hombres con postura bastante derecha, ambos vestidos con trajes negros, estaban recibiendo a los invitados que llegaban al funeral.—César, que descanses.—Mi muchacho, no te pongas tan triste.César asintió en señal de agradecimiento, y Ricardo se quedó un paso atrás, siguiéndolo.Hasta que Ricardo hizo un gesto con la cabeza, señalando hacia adelante.—¿No es ese el famoso William?Nunca lo había visto en persona, pero sí había oído hablar de él. Es el líder del mundo empresarial en Valle Motoso, tiene a su mando hasta las empresas de medicina más avanzada del mundo. Siempre ha sido el rival de la familia Balan, pero también una figura que ellos siempre han admirado. Se rumorea que incluso está metido en la política de Valle Motoso.No pensó que Rowan hubiera llegado a su funeral.—Recuerdo que antes trabajaron juntos, ¿o vino por algún proyecto internacional? —le preguntó Ricardo a César.César no contestó, solo entrecerró los ojos y miró a William con algo de des
El hijo ya había dejado claro que no iba a estar con ella, así que ya no tenía que seguir aguantando los malos tratos de Teresa solo por su bienestar.—¡Buuuu!De inmediato, Teresa sintió cómo le tapaban la boca, mientras dos guardaespaldas la levantaban y la arrastraban por las escaleras hacia el pasillo de emergencia.—No, no. Pónganla en el auto, que no haga ruido. No la dejen salir hasta que termine el funeral. —María estaba preocupada. Después de echarla, no quería que Teresa regresara y se volviera una molestia.Los guardaespaldas obedecieron, siguieron el pasillo hasta el garaje subterráneo y la metieron en el carro, tapándole la boca.Teresa luchaba, pero no podía hacer nada contra la fuerza de los dos hombres.Sentía una rabia profunda. ¿Por qué todos la trataban así?A todo el que se pusiera en su camino, tarde o temprano lo iba a sacar del medio.…En el salón, César estaba en un rincón apartado, intentando llamar a Perla.Esperaba que ella llegara.Pero no respondió al telé
—Hermana, déjame explicarte con calma. —Marina ya no podía más con el miedo, así que se dejó caer del sofá.Tratando de imitar a Ricardo, empezó a hacer un puchero, fingiendo llorar. Comenzó a contar la historia desde el viaje al resort junto al mar, hace más de cinco años, intentando que sonara lo más conmovedor posible, como si fuera capaz de conmover hasta a el más desalmado.—Al principio no quería aceptar su propuesta, pero él... él dijo que, si no lo hacía, se tiraría al mar y se mataría. —La voz de Marina temblaba mientras frotaba sus manos, como preparándose para secar las "lágrimas" que no salían.—Aunque sabía lo que pasaba con César, no pude quedarme ahí viendo cómo se moría frente a mis ojos.Gritó, tapándose la cabeza y llorando de forma exagerada. Lloró un buen rato, pero las lágrimas de cocodrilo no salían, porque, claro, no todos tienen el talento de hacer un show así.Resultó que realmente no era buena actuando.Tomó unos pañuelos, los mojó un poco y se los pasó por lo
—¿Hola? Ricardo, este... después del funeral, ¿puedes pasar por mi casa un rato?— Marina se sentía rara, como si estuviera llamando a los papás frente al profe.Miró de reojo a su hermana, que seguía ahí con una cara tranquila, como si nada.—¿Todo bien? ¿Pasó algo? —preguntó Ricardo, notando que algo raro había, pero sin imaginarse que tenía que ver con la familia. Después de todo, esa misma mañana Marina le había dicho que quería mantener todo en secreto.—Es que... mi hermana se enteró de que nos casamos. Quiere que vengas a casa. —Marina bajó un poco la cabeza mientras lo decía, como si estuviera confesando que se había escapado de la casa para irse de fiesta.Ricardo suspiró, aliviado.—Ah, bueno. Dime qué les gusta a tus familiares y cuántos son, así llevo algo para todos. Aunque... después del funeral seguro va a ser tarde.—No te preocupes, yo te espero. —le dijo Marina, miró a su hermana de reojo, cortó la llamada y le escribió un mensaje a Ricardo. No se olvidó de pedir
En la amplia cama de un hotel en el extranjero de Valle Motoso.Dos almas estaban estrechamente abrazadas haciendo el amor. En el clímax de la pasión, la voz ronca llena de un magnetismo casi sensual de César Balan, le susurraba al oído:—Lorena, quiero que tengamos un hijo producto de todo este amor.Ella, perdida en el deseo del momento, respondió un sí.Al terminar y aún abrazados, Lorena recordó lo que él había dicho.—¿Dijiste que quieres que tengamos un hijo?Sus ojos todavía brillaban con el deseo que no había desaparecido por completo, y esa mirada encendió de nuevo los pensamientos de César. Por alguna razón, su cuerpo siempre ejercía una lujuria irresistible sobre él. Intentó contenerse y sacó un anillo de compromiso que deslizó en el dedo anular de Lorena.—¿Estás en verdad pidiéndome en matrimonio?—Sí, quiero que seas mi esposa, y ¿así me podrás dar ese niño que tanto anhelo tener? —preguntó César con una sonrisa. En sus ojos había indulgencia, pero no amor.Pero esa mirad
No supo cómo, pero las lágrimas comenzaron a caer, y el maquillaje de ojos recién hecho ya estaba vuelto nada. Sus ojos se posaron entonces en el anillo de diamantes. Lorena tenía una corazonada, una especie de presentimiento. Esa aparecida, ¿destruiría acaso la felicidad que ella había tanto esperado?Pero algo sí era cierto: no podía quedarse ahí parada de brazos cruzados; tenía que saber quién era esa mujer.Después de quedarse un momento en su lugar, se levantó sin más y regresó al hotel.El avión había alcanzado su destino, Puerto Mar.En el hospital del Sagrado Corazón.Lorena estaba parada frente a la puerta de la habitación del hospital, abrazándose a sí misma. A través de la ventana de la puerta, intentaba mirar hacia dentro. Allí estaba el intimo amiguito de César; Ricardo Meyer, director del hospital, y otros doctores quienes chequeaban a la mujer que se movía inquieta en la cama.Dos enfermeras sostenían a la mujer para que no se alborotara tanto. En el avión, ya le habían