En Estados Unidos Rania también se enfrentaba a los dos hombres que entraron en su casa. Como una leona que estaba preparada para proteger a sus cachorros. —¡El bebé que estoy esperando no es de Karim Al Thani, todos saben que lo engañé con otro hombre! —negó Rania protegiendo su vientre, pero los dos hombres se miraron riéndose de ella. —No es necesario que mientas mujer, sabemos que tu hijo es un Al Thani, pero también te aseguramos que ese bastardo no llegará a nacer. —replicó uno de los hombres pasando el cuchillo de una mano a otra, saboreando la vida que estaba a nada de quitar caminado en la dirección de la mujer que se encontraba indefensa. Rania retrocedió y tomó en la mano uno de los jarrones de su tía, lo único que podía utilizar para defenderse de esos dos desconocidos que tenían la intención de herir a sus bebés. —¡No voy a permitir que nadie haga daño a mi bebé, nadie lo va a tocar o juro que se arrepentirá con su vida! —bramó con firmeza viendo que no tenía sali
—¿Qué hacemos con él? —preguntó uno de los guardias cerrando la puerta de la celda.-Es un príncipe, ¿no debería estar en una cárcel especial? —Después de lo que hizo ya no es parte de la familia real. —escupió el otro guardia que cerró la celda con llave. —A partir de este momento el apellido Al Thani también ha dejado de pertenecerle. Ahora es un hombre común... es solo Amín, el sujeto que intentó asesinar a nuestro príncipe heredero. —Pues yo lo veo demasiado tranquilo para alguien que acaba de perder absolutamente todo lo que poseía.–opinó el guardia observando a Amín. El hermano pequeño de Karim levantó el rostro para mirarlos. Es cierto, lo sacaron de su hogar como si fuera basura de la cuál querían deshacerse. Había cometido el error de confiar en Idris, que resultó ser un completo inútil y un problema hasta después de muerto, ya que tuvo la estupidez de confesar a Karim todos sus planes. Amín fue repudiado por su padre, lo habían metido preso y seguramente tenían planea
Un sequito de guardias iba siguiendo los pasos del Emir, del nuevo Emir de Arabia Saudí. Los empleados del palacio que atravesaban su camino caían de rodillas en el suelo, el único heredero que restaba de la dinastía Al Thani parecía un dios caminando entre los mortales. Karim observaba aquellas paredes que lo vieron crecer sintiendo el peso del poder sobre sus hombros. No estaba orgulloso de su nuevo puesto. Acusó a su padre de ser un usurpador y a sabiendas de todo lo malo que hizo su familia no se sentía en el derecho a asumir aquel cargo, pero era un legado que no podía rechazar. Su familia dependía de él y miles de personas más también, pero sobretodo necesitaba hacer justicia por su hermana y por su mujer. Solamente como Emir y presidente del Consejo Supremo sería capaz de castigar a los malos y traer a Rania de vuelta a su lado. En la tercera planta de la lujosa construcción, el Emir se detuvo delante de la puerta de la suite de la Emira. Condenar a su padre a muerte fue una d
—¿De qué estás hablando…cómo que… cómo que tus… tus hijos? —balbuceó Fátima ansiosa. —Por favor, madre, no te hagas la loca cuando sabes perfectamente de lo que te estoy hablando. —escupió Karim acortando la distancia con su progenitora y Fátima retrocedió. — Sabías que Rania estaba embarazada y por eso querías matarla. Acabar con mi mujer y con mis hijos para no perder tu lugar en este palacio. Eso es algo que no podrías soportar, pero se acabó. Fátima llevó la mano a su pecho con un gesto dramático. No iba a permitir que Rania quedará cómo una víctima ante su hijo y ella la villana. —No sé que mentiras te habrá contado esa mujer, pero yo tengo pruebas de que ella te engañó con otro hombre. —rebatió y Karim hizo una mueca. —Ella te traicionó con otro hombre, hijo. En el mercado y en la gala de tu empresa. Ese bastardo…o esos mocosos que está esperando no son tuyos… ¡Rania es una zorr… —¡Cállate madre! —bufó Karim asqueado con la hipocresía de Fátima. —No permitiré que le
—¡Majestad! —Llamó uno de los guardias con pasos apresurados intentando alcanzar a Karim, que solo quería alejarse de aquella caja jaula donde encerró el monstruo que era Fátima Al Thani. —¡Majestad, por favor, majestad ahora debemos seguirlo a todas partes por su propia seguridad!—¡Quiero estar solo Jasad, solo! —rugió Karim exasperado y todos los guardias se detuvieron en seco a mitad del pasillo que llevaba al despacho que perteneció a Hudad Al Thani. —Todavía no soy vuestro Emir oficialmente, y me gustaría tener algo de paz antes de asumir mis nuevas obligaciones como presidente.—Lo único que queremos es servirle mi señor. —se justificó el que era ahora su nuevo jefe de la guardia real. —Nuestro trabajo es dedicar nuestras vidas a proteger al hombre más importante de este país, usted, por favor permítanos cumplir con ese honor.—Mi deseo es estar solo Jasad, tengo derecho a descansar después de todo lo que ha sucedido en estos días y quiero hacerlo lejos de todo…de todos. —co
La capital de Abu Dabi aquella mañana se estaba preparaba para el día más importante de la historia del país, el inicio de un gran cambio en los Emiratos Árabes Unidos. El príncipe heredero, Karim Al Thani sería anunciado oficialmente como nuevo Emir del Emirato de Arabia Saudí y presidente de uno de los países más poderosos de Asia. Vestido con el típico traje árabe, hecho especialmente para esa ceremonia con hilos de oro, Karim escuchaba la voz de la mujer que amaba al otro de la línea telefónica y suspiraba con tristeza. —No sé si puedo hacer esto solo, amira —confesó Karim apretando en la mano el blasón de su familia que colgaba del carísimo collar que le habían puesto. —Eres el único capaz de conseguir un cambio mi amor. Los Emiratos no podían tener a un mejor presidente que tú, fiel a nuestro Dios, pero con una visión distinta de la vida y de la libertad. —contestó Rania con firmeza. —Pero me siento impotente, amira. Están pasando tantas cosas que se escapan de mi control
No bastaba con haberle quitado a su hermana Farah, y la manera como destruyeron a su familia; después de todo Fátima y Hudad le habían arrebatado de cierta forma, a la única persona que le restaba a Karim. —Tengo mucho sueño. Debería estar en la cama, mañana tengo que volver a clase. —murmuró Dalia frotándose los ojos después de que su hermano la sacará de la cama en mitad de la noche. —¿Por qué me has despertado, Karim?...Yo quería seguir durmiendo, estoy muy cansada. Karim miró a su hermana con tristeza, su corazón se estaba haciendo añicos e inconscientemente apretó la pequeña mano de Dalia, aferrándose a ese último momento juntos. —Cuando era un niño, nuestros padres me enseñaron que lo más importante en mi vida sería cumplir con mis obligaciones como príncipe de este Emirato. —masculló Karim desacelerando sus pasos al ver que estaban cerca de la entrada principal del palacio. —Lo sé, mamá también me lo dijo muchas, muchas y muchas veces, hasta que me dolieron los oídos
Karim miraba fijamente la mano que estaba sobre la suya buscando transmitirle apoyo en un momento tan duro en la que necesitaba tomar drásticas decisiones. —No será fácil, Karim, pero estaré aquí para apoyarte en lo que haga falta. —dijo Rashid Al Maktum. Karim levantó la vista de su mano y observó con tristeza la extensa mesa del Consejo Supremo prácticamente vacía.De los siete jeques que formaban el Gobierno de los Emiratos Árabes Unidos, solamente Rashid y él habían permanecido en la Sala después de que Karim hiciera su proposición para los cambios de algunas leyes, en pro de los derechos de las mujeres árabes. —Viste sus caras, Rashid. —suspiró con impotencia. —Siento que acabo de declarar la guerra buscando obtener la paz y la justicia. —Son hombres viejos, aferrados a nuestra fe sin mirar más allá. —respondió Rashid. —Los cambios asustan Karim, pero son necesarios y los que piensas hacer pueden significar un antes y un después en la historia del pueblo árabe. No te desanimes,